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Tinder: más relatos salvajes (Parte 1)

Hace unas pocas semanas publique una nota anecdótica de mi vida, la cual me motivo a querer seguir escribiendo. Y si, Tinder se volvió parte de mi vida, me termino comprando como un pedófilo con un dulce a un niño en una plaza. Cuando quise acordar, ya era parte de mi rutina. Para ver la otra nota has click acá.

Días veraniegos en Mendoza, siempre lo mismo, de la pileta a la juntada con amigas, la noche bolichera monótona, previas con marama y rombai de música, todo siempre lo mismo. Necesitaba acción, necesitaba buscar cosas nuevas en mi vida, adrenalina y recuerdos memorables. Fue así cuando empecé a “likear” a cada vez más tipos, chamuyarme hasta el verdulero que atiende a la vuelta de mi casa solo por el hecho de cagarme de risa a altas horas de la madrugada, hacerle ojitos al camionero que cruzo la calle, babosearme con los viejos ricos que habitan en Mendoza, etc.

Me presento, Calypso, 20 años, soy alta, muchos rulos rubios largos en mi cabellera, lentes, siempre una sonrisa, cara de niña buena, pero… En mi interior habita una Venus de Milo, un demonio sexual, una persona necesitada de siempre experimentar sexo distinto, una Afrodita del Siglo XXI. Soy una mujer atipica en Mendoza, muy distintas a mis amigas, muy distinta a cualquier cuerpo femenino mendocino, si bien soy muy femenina, me gusta el fútbol, comer, bailar, cantar y sobre todo el buen sexo, ese sexo fuerte y placentero, ese que te deja agotada de solo pensar en lo que hiciste la noche anterior.

Verán, mis gustos son muy particulares, nunca me interese por el típico cara lindo esbelto y de ojos claros. Yo siempre mire al barbudo, al desalineado y sobre todo al veterano. ¡Ay señor! Me fascinan los vejetes, treintañeros y cuarentones. Así que obviamente mi rango de edad en Tinder va desde los 22 hasta los 50. Fue así como aparecieron estas dos personas protagonistas: Roberto (45) y Danilo (32)

Danilo no era de acá, vive en Buenos Aires, justo coincidimos que ese fin de semana, él estaba en Mendoza y yo lo tenía libre. Hablamos bastante y le comente mis gustos en la cama, a lo cual el accedió coincidiendo. Roberto, con el venía hablando de hace más tiempo, nuestros tiempos se complicaban por mis horarios facultativos y él, siendo papa de dos preadolescentes también vivía ocupado. Pero dio la casualidad que ese fin de semana también coincidimos.

Sábado en la tarde quedo de verme con Danilo a las 20hs, estaba parando en un hotelucho en frente al hospital central, no era 5 estrellas, tampoco me importaba. Llego a nuestro encuentro por lo que paso a saludarlo e ir directo a su habitación, acostados charlando de la vida empiezo a sacarme la ropa y acomodarme, por lo que él, captando la indirecta empieza a hacer lo mismo. Yo boca abajo mirándolo a él en mi costado izquierdo, sus manos varoniles subían desde mis pies, pasando por mis piernas hasta llegar a mi cola, comienza a sacar suavemente mi tanga en lo que yo acompaño con un movimiento de cadera y cola espectacular. Me di vuelta, abrí mis piernas y ahí comenzó, ese hermoso momento en que te tocan la entre pierna, sus dedos rozando mi clítoris eran acompañados por mi cara de putita, ¡que placer! Después de un largo rato de manoseo, empieza a meter sus dedos, yo deseando cada vez más, le pedía que por favor los ingresara cada vez más fuerte ¡cómo me gusta!

Ya con la temperatura encendida, me le subo arriba de él y comienzo a besar sus labios, orejas y cuello, mientras que con mis manos le hacía masajes en sus hombros, lentamente comienzo a bajar pasando mi lengua por todo su pecho y jugando en sus pezones, continuo bajando hasta llegar al bóxer, paso mi cara por toda su zona y suavemente dejo que se sienta mi mano a través de la tela, con la boca lo bajo y su pija parada me pega en la cara, quito ese bóxer azul y comienzo a pasar mi lengua por alrededor de su pene. Luego con mucha baba la paso por todo su tronco desde abajo hasta la cabeza, y empiezo a practicarle lo que más me gusta hacer, un señor pete ¡que delicia! Jugar con mi boca por su cabeza y meterla toda en la garganta es lo que más me gusta, sentir su placer, sentir como sus manos agarraban mi cabeza y me la metía toda hasta la garganta. Prosigo por chuparle sus huevos mientras pajeo su tronco, lento, despacio, cada vez más rápido y fuerte, hasta que escucho las palabras mágicas: “pone la boca que te acabo adentro”

Ahora, ahora era mi turno, intercambiando posición, ambos muy calientes comienza a chuparme la entrepierna, sentir como esa lengua húmeda recorre mi zona vaginal era tan hermoso, como la movía de arriba abajo, suave lento, con mucha y poca fuerza, era como tocar el cielo, mis manos apretando la sabana y mi cuello hacia atrás, moviendo mi cadera acorde a su cabeza. Un baile perfecto. Un baile que nosotros dos estábamos disfrutando, nada importaba, solo ese preciso momento en el que me miro y vio lo excitada que estaba y yo vi su cara de placer.

Fue cuando se puso el forro y me la metió como nunca, chupándome las tetas y el cuello, metiéndola con fuerza, sentí que estaba en el cielo, era justo como deseaba. Yo rajuñando su espalda le pedí que por favor me mordiera y el no dudo en pensarlo que inmediatamente sus dientes mordían mis pezones y por sus alrededores, mi hombros y cuello no se quedaban atrás. Que satisfactorio era sentir como ese pene entraba y salía, fue cuando me levanto y me dio vuelta me puso en cuatro y comenzó a darme duro mientras que con una mano cacheteaba mi cola y con la otra tiraba mis rulos rubios hacia atrás. Y si, llego la segunda acabada que salpico toda mi cola y espalda, simplemente hermoso.

Nos bañamos, charlamos un rato más, se hicieron las 12 de la noche y era momento de que yo me retirara a mi casa. Nos saludamos con un gran abrazo, un buen viaje y un hasta pronto. Salí de la habitación 132, salude al portero, llego a la calle y suena mi celular. Un mensaje de Roberto diciendo “¿Qué haces hoy, ahora?”

Continuara…

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