/Todos los viernes del mundo – Parte 4

Todos los viernes del mundo – Parte 4

¿Qué pasa? No veo nada, todo está muy oscuro ¿qué pasa? Logro vislumbrar pobremente un haz de luz que se cuela a través de mis parpados. El sol, cálido, después tibio, después no tanto. ¿Dónde estoy? Parece que voy en movimiento, sí, estoy sentado. Ya veo mejor, mis ojos se empiezan a acostumbrar a la luz natural. Estoy sentado, si, sentado adentro de un auto en movimiento y alrededor mío hay personas que no conozco… ¿Quién soy? ¿Quiénes son ustedes? Entre balbuceos no entiendo lo que me están diciendo.

–          Fede despertate, tranquilo. Sufriste un accidente, somos tu familia

–          Sí. Te llamas Federico, yo soy tu papá.

–          Hola Fede, yo soy tu hermana, el medico nos dijo que era común que sufrieras amnesia en las primeras horas pero después vas a ir, poco a poco, recordándonos y recordando quien sos.

Que raro. No entendía muy bien el idioma, me constaba comprender las palabras que me estaban diciendo. ¿Viste cuando repetís tantas veces una palabra que pierde el sentido? Íbamos viajando a Mendoza “supuestamente” con mi “mama” mi “papa” y mi “hermana”. Cómo el perder la memoria puede lograr que cambie todo el paradigma de tu vida. Imaginen que, de repente, no solo no te acordás de quien sos sino que te has olvidado de todos tus problemas, todas tus pasiones, todo lo que alguna vez fue algo, o significo algo en tu vida, o capaz no significo nada y de repente tampoco significa nada, o todo, o estoy muy mareado para explicar bien como me siento. Si, debe ser eso.

Llegamos, la casa me era irreconocible ¿Dónde está el baño? Que ganas de estar en algún lugar conocido, a veces uno piensa que empezar de cero es lo mejor que nos podría pasar… estamos un poco errados, no es tan así, hace falta vivirlo en carne propia para darte cuenta. Si lo analizamos profundamente estaba empezando de cero, o sea estaba naciendo nuevamente, porque no recordaba nada. No es normal que me plantee estas cosas a esta edad, nada de esto es normal, supongo.

–          Federico no te preocupés, ya se te va a pasar y vas a recordar, tranquilo.

Es difícil che, estoy un poco paranoico, verán. Que sueño que tengo. Mi cama esta armada, capaz la armé yo ayer o capaz lo hizo mi “mama” a la que todavía no le tengo mucho afecto. Creo que me haría bien una siesta para “refrescar”… sueño.

Me despierto… pero… si… ¡estoy en mi casa! Que felicidad che, mi cuarto, mi cama…

–          Hola Ramiro, despertate, vas a llegar tarde a la escuela.

–          Si mamá ahí voy.

La escuela. Siempre me costó levantarme. Ahora estaba contento, feliz de sentirme entero de nuevo, de ver a mi familia, mi casa. Aunque era un sentimiento extraño.

La escuela estuvo muy divertida, nos quedamos leyendo cosas de dinosaurios con la señorita Mirta toda la clase y me puso una carita feliz en el cuaderno porque respondí bien el nombre de uno de ellos. Siempre me gustaron esos bichos enormes, en realidad pensaba que eran de mentira que no existían, a pesar de la insistencia de mi seño.

Ya en casa mi mamá tenia listos los fideos con tuco que tanto me gustaban “a comer, la comida ya está”, que hambre.

–          ¡Hola Rami! ¿Cómo te fue hoy en el colegio?

Mi papá siempre con la misma pregunta… estaban muy ricos los fideítos. Después de eso siempre me mandaban a dormir la siesta contra mi voluntad.

Entre forcejeos mi mamá logro que me acostara y me durmiera. Sueño.

¡Un dinosaurio enorme esta por comerme!

¡AHH! Me desperté agitadísimo. Tranquilo es una pesadilla me dije a mi mismo, pero… ¿Qué fue eso que soñé? ¿Mi familia? ¿Dónde estoy? estoy en otro lado…

–          ¡Mamá!

–          ¿Qué pasa Fede?

–          Tuve una pesadilla horrible, estaba en otra casa con otra familia, que parecía ser mi familia de verdad, como si ustedes no lo fueran.

–          Ah, tranquilo, el medico nos habló de ese tema, es probable que tengas sueños confusos… es todo parte del proceso.

Uh, es horrible esto, no se lo deseo a nadie.

–          ¡Eh, campeón! Porqué no te ponés a jugar a algo, así te distraes un poquito – dijo el señor de la casa (mi papa).

Tenía razón, agarré una pelotita de tenis que me había encontrado debajo de mi cama y empecé a picarla contra la pared, tenía que ser realmente preciso, dos piques y un rebote, dos piques y un rebote, dos piqu…  Me miraste tímidamente, levantaste tu mano, y me saludaste “hola”. Hola, ¿cómo estás? Te gustaría venir a hablar un poco, contarme algo, cualquier cosa, jugar conmigo, recién me estoy acostumbrando a esto y no recuerdo bien las cosas.

–          Veo que ya se conocieron, que lindos, mirá Fede ella es Mercedes.

ETIQUETAS: