/Un vómito sincero | Capítulo 3

Un vómito sincero | Capítulo 3

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Lara rompió en un llanto terrible y dijo intensamente y a toda velocidad, como si tratara de quitárselo de encima:

-…me golpeó y me empujó hasta una esquina de ese galpón, y me hizo cosas terribles y brutales una y otra vez… Me apretó el cuello casi hasta arrancármelo poniéndome un cuchillo en la garganta… decía cosas repugnantes… pero era como si no me hablara a mí… como si hablara con otro hombre o algo así. Me cortaba el cuello cuando un trueno casi nos deja sordos en el galpón… sacudiendo todo el lugar… se asustó y soltó el cuchillo, lo golpeé en el estómago y corrí como nunca hasta caer de boca en unas vías o algo así. Me levante desesperada y seguí… escuchaba sus insultos detrás de mí y creo que cayó en las vías… yo no veía nada, tenía los ojos llenos de lágrimas y estaba empapada por la lluvia -me asusté. Comenzaba a ponerse morada, como si se ahogase-. Y corrí toda la noche… no sé como llegué acá; caí inconsciente, pero supe que era de día ya… -y se detuvo. Aspiro profundamente y casi se ahoga con sus lágrimas. Fue lo mas terrible que ví en mi vida.

– Está bien Lara -dije angustiado-. Suficiente por hoy.

Antes de irnos, llamamos a algunos agentes para que custodiaran a Lara. Zinadoff tenía su primer sobreviviente. ¿Que significaba eso y que pasaría? No lo sabía pero quería prevenirnos. Eran los mismos que la custodiaron en el hospital; y también pusimos patrullas en cada esquina del barrio.

Íbamos en el auto cuando dije a López:

– Hay algo que no encaja con ella.

– ¡Con quién?

– Con Lara -me miró interrogante-. Es como una pequeña intuición, algo que viene desde muy adentro. Tal vez no es nada.

– Dejá las intuiciones. Hay que ver como atrapamos al perverso de Zinadoff, razonando, rojo.

– ¿Y qué creés que hago? -dije alterado-. ¿Que te dijo la madre?

– En concreto, cosas que ya sabíamos -balbuceaba ante mi mirada-. El señor Stiglitz tiene una gran compañía. Una constructora o algo así. Nunca está en casa; la Sra. Stiglitz hizo la denuncia sola. Algo curioso es que Lara es adoptada. Los sres. Stiglitz no pueden tener hijos, y la sra., envuelta en soledad, adoptó a Lara cuando tenía unos 12 años. No se sabe mucho de su pasado, solo que vivía en un barrio terrible, muy pobre. Cada vez que la sra. Stilglitz le preguntaba de su pasado, Lara se ponía pálida y desviaba el tema.

– Creo que es eso -dije altivamente-. Hay que averiguar sobre su infancia.

– No creo que nos diga nada -dijo anticipándose-.

– Hay que ver.

Mi intuición se hizo mas fuerte cuando Lara se negó rotundamente. Pero debía tener algo concreto. Se negó una y otra vez.

Fue idea de López. No se como pude hacerle caso. Le dijo a uno de los custodios que le robara su diario, o algo que diera muestra de su personalidad e infancia, cuando estuviera fuera o en el colegio. Encontró el diario, y algo mucho peor.

Días antes, María pidió el divorcio y la cita era aquella tarde en que López se vería con el custodio. Estaba tan ansioso por lo que encontró, que decidió verme en el juzgado. Ahora que lo pienso, creo haber oído el accidente mientras estaba enterrado entre abogados cínicos en la sesión. Sucedió a unas cuadras del juzgado. El muy idiota cruzó un semáforo en rojo y chocó a gran velocidad con otro tipo. Suerte que el hombre salió ileso, la celda le hubiera quedado chica. Si, el oso o alce vivió también. Tuvo muchas heridas internas, pero ningún hueso roto; quién sabe. No lo expulsaron, gracias a mi, y gracias a que llevaba la sirena encendida. En fin, el oso o alce salió ileso.

Me enteré al salir de la sesión, cuando María me enseño su dedo medio por última vez. Me llamaron desde el hospital; no paraba de gritar mi nombre. Igualmente, no pude verlo hasta el día siguiente en el estricto pero inútil horario de visita.

López estaba dormido, muy sedado (no voy a decir nada sobre eso). Revisé sus pertenencias y encontré el diario, y dentro, las fotos.

De alguna manera, ya lo sabía. Solo necesitaba algo concreto que me lo arrojara en la cara. Algo solido que te diga que ibas por el camino correcto. Eso es, una especie de vomito sincero.

Siempre lo supe. Leí el diario…

Me lo dijeron sus expresiones al contármelo todo.

Miré aquellas fotos…

Lara vivió su infancia y el comienzo de su pubertad en las calles, entre hampones y prostitutas despreciables. A los 10 años un vagabundo abusó de ella y la condenó a la prostitución por dos años, hasta que la Sra. Stiglitz la recogió de las calles. Le dijo que comenzaría una nueva vida; como un borrón y cuenta nueva. Y así fué… En su ansiedad por un mundo perfecto y puro, se desprendió de su pasado, transcribiendo en el diario, y lanzándolo al olvido. La posibilidad de recobrar la esperanza en el mundo, viviendo en una felicidad purísima.

Pero el pasado volvió a golpearla con Zinadoff, y las fotos me confirmaron lo que sabía de antemano.

Lara, se enamoró de su violador.

Zinadoff las tomó. Habían estado viéndose secretamente. Lara se veía muy complaciente, mostrando y abriendo su sexo ante la cámara. No tenía palabras. El mundo era un caos. Y entendí a López en su desesperación corriendo en el coche, tratando de encontrar algo de luz que le quitara esas manchas de tinieblas.

Apareció luego el agente enano, chillando, anunciando la repentina desaparición de Lara, la noche anterior. No me sorprendió. A la vez sonó el teléfono. “Encontraron otro naipe fraseado junto a un cadáver”. Volé hacia la escena.

– ¿Cuando dejará de llover?

– Tranquilo señor -chilló nuevamente-. Ya casi estamos allí.

Lo encontramos en un baldío. Era tan gordo y tan calvo como López. Su nombre era Carlos Zapata. Según informó el agente, era un chef importantísimo en la ciudad. No sé como cayó en sus manos.

Había algo singular con este grandote. Pero luego, en la autopsia, tuve una pequeña intuición, que luego pensé, estaba originada en toda la insoportable presión que caía sobre mí. Tal vez enloquecí un poco, y el oso o alce no salía del hospital. Estaba solo. En fin, cabe decir que mi cerebro casi se dividió en dos ante la nausea y la gran perturbación que me invadió luego de que fuera totalmente consciente de mi deducción.

Tenía a ese gigante ante mí en una mesa de examen. No puedo precisar que quería averiguar con la autopsia, pero después de abrirlo, me di cuenta que estaba destrozado por dentro.

Tal vez dije en voz alta: “Así no se comporta Zinadoff”

El que había hecho esto, no quería satisfacerse provocando un placer brutal. Quería destrozarlo, herirlo de muerte mientras aún estaba sobre él. Y ninguna clase de hombre podría haber infligido tales heridas internas, y menos a un hombre del tamaño de Zapata. Al menos, no con su falo.

La siguiente deducción me estremeció. En concreto, las únicas señales de Zinadoff eran el naipe y el degollamiento. Aquel no era el estilo de Zinadoff; él no utilizaba objetos, ya que lo que buscaba era su placer y luego repetir la escena.

Se convirtió en su amante y su alumna. La frase de Zinadoff seguro le afectó profundamente luego del deseo satisfecho. Creo que me desmayé luego de ver la escena.

Zinadoff, por primera vez, solo había sido espectador de aquella bazofia. Si encontrábamos a Lara, lo encontrábamos a él.

Continuará…

Escrito por Armando Barreda para la sección: