/10 actitudes típicas del dirigente político mendocino

10 actitudes típicas del dirigente político mendocino

Llevo varios años militando, lo que me ha permitido estar en contacto con un amplio mundillo de personajes; militantes, dirigentes, fanáticos, chantas, tipos interesantes, inútiles, útiles (pocos), locuaces, creativos, y un largo etcétera que puede ser metido en una misma bolsa: politiqueros.

Dentro de este mundillo los más recalcitrantes son los dirigentes, porque son quienes deberían dar el ejemplo, pero están atestados de vicios espantosos. Algunos amantes de la rosca, otros entusiastas, otros absurdos, muchos fanatizados, varios charlatanes y escasos iluminados conforman este fauna bastante compleja, muchas veces hasta desagradable y otras (muy pocas) maravillosa.

Hay cierto patrón de conducta que suele ser un horror para quién mira de afuera, que da vergüenza ajena y que es signo de decadencia, pero quién está dentro debe entender, aceptar y hasta muchas veces mimetizar. Acá va esta pequeña, pero certera, lista de típicas actitudes de dirigente barato menduco…

1- Tratar a los demás dirigentes por el nombre.

“Hoy me junté con Omar (Félix), ayer me llamó Marcelino (Iglesias), mañana viene Mauricio y nos quiere ver (Macri)”. El tonto pelotudo dirigente mendocino intenta suavizar las relaciones tratando al otro como amigo, como un conocido, como que somos del mismo grupo de wasap. Uno queda como un choto porque no conoce a nadie y anda preguntando, “¿Qué Daniel?”, “¿Qué Romina?”, “¿Que Jorge?”. A lo que responden con el apellido con toda la naturalidad del mundo, como si hubiese que suponer quienes son.

2- Tener que “responderle” a alguien.

Uno no puede militar por una idea, por el partido o por el simple gusto del bien común. Sí o sí tenes que ser “hombre de”, “militante de”, “grupo de”. El politiquero promedio no concibe que no labures para alguien.

3- “No hay plata” como frase de cabecera.

Cualquiera sea tu profesión, tu habilidad, tu expertise, previo a pedirte algo, el politiquero menduco te va a abrir la charla con esa frase… “no hay plata, pero…” necesitan de vos, obvio. Mientras vos los escuchás pensás en su abultado sueldo que supera cualquier número racional o en los dos o tres cargos que ocupa de manera simultánea y no lo podes creer. Vos tenes que laburar gratis por la pasión que él desconoce.

4- Eliminar a los militantes “peligrosos”

El dirigente promedio menduco es chanta por genética, entonces sin dudas le serruchó el piso a otro gil para llegar donde está. Por esa razón, como el infiel, sabe que cualquiera le puede hacer lo mismo a él, entonces se encarga de “cortarle el culo” a cualquier pelotudo capaz que se le arrime. Prefiere estar rodeado de inútiles obsecuentes incapaces de superarlo a dejar crecer a un cuadro que quizás realmente pueda llevar a cabo el verso con el que se ganó su escarnio: “mejorarle la vida a la gente”.

5- Usar el fanatismo como forma de manejarse en la vida.

Es intolerable que un militante ponga en tela de juicio cualquier aspecto de su referente. No se concibe, no se acepta, no se soporta. Tu jefe puede ser Daniel Zalazar (el femicida más aterrador de Mendoza) que vos lo tenes que defender como un referente de los derechos humanos. Nada de lo que haga tu líder es malo y lo malo declarado debe de ser por algo. “Puede que el Dani las haya matado, pero eran ellas las que lo fueron a buscar para matarlo primero, él se defendió como pudo, pobre”. A su vez el dirigente defiende ciegamente a su jefe político de igual manera.

6- No tocar a los intocables.

Seas del partido que seas, del color que seas, del bando que seas, hay una serie de nombres “intocables”, de nefastos personajes que manejan los hilos reales de la política desde hace años, sobre los cuales no se puede hablar, ni opinar, ni tocar, ni siquiera nombrar. Todos los conocen, todos saben quiénes son y a qué se dedican, pero nadie hace nada por controlar sus macabros negociados y sus turbios manejos, porque todos están metidos o dependen de ellos. Son ellos los que realmente deciden quién lidera y quién no, no la democracia.

7- Acarrear gente, a como de lugar.

Todo el mundo sabe que el 90% de la gente que va a los eventos multitudinarios políticos son militantes y tontos que llevan como ganado, pero nadie dice nada. El dirigente levanta un teléfono y se llena de monos que lo van a aplaudir y le celebran cada pavada que dice. Llega a un punto que incluso el dirigente se siente querido y siente que su actitud de líder es natural y que la gente lo va a ver porque lo quiere… grita, gesticula a más no poder, se emociona y promete ¡que patético por dios!

8- Llevar a la monada a los eventos pito, pero mandarse solo a cortar el bacalao.

A la gilada la llevan a todos lados, le garpan la movilidad, el morfi, la fafafa y la joda. Le incitan a la participación y se mezclan entre la plebe para hacerse los nac&pop. Ahí los ves para la foto, rodeados de la gente “que los quiere”, rodeados de su banda, de los suyos, de sus pibes. Ahora, jamás en tu vida te van a invitar a una reunión picante en serio, donde realmente se decida un paso fundamental para el partido.

9- Mantener en vilo al militante mientras sea útil, ante el fracaso desconocerlo por completo.

El dirigente no puede ir arrastrando gente con cada uno de sus fracasos, pero el tipo no puede dejar de ser seductor. Entonces tiene toda una serie de artilugios y palabras bonitas para venderte espejitos de colores y mantenerte en vilo, activo, al palo mientras tiene un objetivo o una chance. Una vez que eso se esfumó, no puede estar rodeado de gente que fracasó, entonces te limpia, te saca por completo de encima y se prepara para abrir las puertas a nuevos ilusos sin vos como lastre.

10- Dedicarse 24×7 a la rosca y sólo a la rosca.

Una vez dentro, es tan difícil el camino, tantos años cuesta entrar y es tan abultado el suelo y los negociados que se abren, que el dirigente se convierte en un empresario, se ciega por la guita y pasa a trabajar full time por dinero, dejando ideologías, pasiones y proyectos de lado. Ahora todo es rosca, todo es estrategia para seguir prendido de la teta del estado. No aportan más nada, no concretan una puta idea, no meten un solo proyecto y mucho menos educan a la militancia. ¿Armar cuadros políticos? ¿Qué es eso? ¿Constricción de poder? ¿Me estás hablando de guita? Ahora trabajamos todos por la fundación “venimos por la nuestra” como decía Ricardo Montacuto.

En fin… esta es la triste realidad. Pero… siempre nos queda la pasión y la esperanza que en algún momento, alguna vez, quizás aparece un tipo que vale la pena, con una buena idea y hace algo tan difícil para la humanidad pero tan simple para la verdadera política: le cambia la vida a un pueblo.

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