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Crisis bolichera: cuando ya no hay ganas de ir a bailar

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Es una tarde al pedo de viernes o sábado y en tus respectivos grupos de amigos ya empezaron a gestionar lo que va a ser la salida de esa noche.

Con el celular o una cerveza de por medio, ya comenzaron a discutir en donde van a hacer la previa, adonde van a ir, en que van a ir, si van a poder pasar gratis, que ropa van a llevar, que van a comprar para tomar, cuanta plata va a tener que poner cada uno…

Y vos mientras escuchas y vas tomando nota de todas las boludeces que hay que organizar, y todo lo que hay que hacer, lo único en lo que podes pensar es…

Mansa Paja.

Si te pasa así, bienvenido a la crisis bolichera. Una etapa de crecimiento personal que todo mendocino y mendocina promedio tiene que superar tarde o temprano en su chuncana vida.

Sucede que en algún momento aleatorio de nuestros veintitantos nos cansamos de salir los fines de semana a mover el traste. Nos borramos cuando alguien salta con la idea, y por más que nos aseguren que va a ser la mejor noche de nuestra petera existencia, no le ponemos ni media onda.

¿Pero porque nos agarra esta terrible vagancia a la hora de ir a cheboliarla por el mundo?

Los científicos mas capos de la Universidad de Lulunta aseguran que las causas varían de persona a persona. Pero las razones más comunes para que un individuo comience a decidir que no le pinta ir a bailar mas son las siguientes:

  • Que se de cuenta que, por estar en una provincia ligeramente corta de población, los lugares que un grupo puede elegir para ir a bailar se resumen casi todas las noches a dos opciones. Es decir, que de los 10 lugares que podes ir una noche a menearla, 2 son para caretas, 2 son para turros, 2 son para la masa que se mueve entre los grupos anteriores, 1 es para homosexuales, 1 es para fumancheros/hipsters/raros, 1 es tenedor libre  (va cualquier persona, se dan todos con todos) y 1 es para gente mayor.  Fíjate que no tengo que dar ni ejemplos de cada uno, los nombres van saliendo solos.
  • Que no tenga plata. O mejor dicho, que nos cansemos de gastar la poca guita que tenemos en una sola noche. El bailongo esta caro mihijito.
  • Si es varón se puede dar cuenta que nunca sale a “bailar”, sale a enganchar minas o a romperle la pija a la gente. Entonces cuando un vago se cansa de molestar a todo el mundo, o una novia se le sienta en la poronga seguido, pierde las ganas.
  • Si es mujer, va a ir a bailar. El problema es cuando se cansan de tener que vivir a merced de todos los pajeros que dan vuelta por el lugar, y de que la gente vaya a hacer todo menos bailar. Al final,  terminan pensando “me maquille y me arregle 1 hora para esta cagada?!” y chau ganas.
  • Que se canse de ir para perderse del grupo y tener que buscarlos como diabético a la insulina.
  • Que se de cuenta que tiene más chances de garchar en una previa larga que en un boliche.
  • Que se de cuenta que si es horrible en la vida real, en el boliche su incogibilidad aumenta exponencialmente.
  • Que se canse de ser siempre el conductor designado y tener que cuidar al resto del grupo como maestra jardinera.

Entre otras tantas.

Pero la razón más importante, es que la persona piense…

“Para pasarla joya con los pibes esta noche hay que organizar un montón de cosas, estar despierto, comprar lo que vamos a tomar, ponernos de acuerdo adonde hacemos la previa, y chuparle las medias a un RRPP para conseguir  free, y de ponerle nafta al auto, y también hay que estar seguro de que los patovas nos van a dejar pasar y que todos nos pongamos de acuerdo en cuanta plata vamos a llevar y…

…Que paja.

Mejor clavemos asado y a la mierda todo”

Sea cual sea la razón, nos encontramos con esta falta de ganas, y tratamos de encontrar alternativas para pasar una buena noche lejos de los locales bailables.

Algunos empiezan a ir a juntadas tipos “quinchito”, otros van a las fiestas de la heladerita, otros se prenden a fiestas mas tipo “under” y otros simplemente terminan  jugando al TEG en una casa, haciendo gala de la terrible paja que se cargan para salir.

Al parecer, a medida que maduramos, que vamos teniendo menos tiempos y más responsabilidades, sucede que los momentos que tenemos libres los usamos de una manera distinta. Llegamos destruidos a los fines de semana, y pensamos más en dormirnos la vida entera que en salir a girarla.

Entonces al momento de divertirnos, elegimos hacerla tranquila. No hacer nada que rompa mucho las pelotas, algo que nos ayude a despejarnos y no algo que nos deje completamente fatigados para el día siguiente.

Pero… ¿Cómo se soluciona esta crisis? ¿Cuándo nos vuelven las ganas de ir a bailar?

Cuando ya llevamos varios fines de semanas de abstinencia sin pisar un boliche, empezamos a sentir ganas de vuelta. Lo más probable es que en este tiempo de descubrimiento personal nos hayamos puesto las pilas y nos hayamos puesto al día con nuestra facultad o trabajo, o caso contrario que hayamos recursado todo o nos hayan pegado un voleo cósmico en el orto del laburo.

De cualquier manera, ya tenemos la cabeza despejada para bien o para mal y ya podemos organizar nuestro fin de semana con más ganas y con el espíritu nuevo para salir a rancharla.

Hay que recordar que es una etapa. Una etapa en la que descubrimos lo mediocre que es la noche mendocina y en donde nos damos cuenta que no podemos salir todos los fines de semana a romper la pija.

Nos decubrimos, alineamos los 7 chakras, tomamos responsabilidades, la ponemos mucho menos, pero lo importante es que crecemos.

Crecemos como personas, como adultos y como virgos. Pero más que nada como adultos.

Algunos deciden quedarse en la comodidad de la etapa, y otros deciden volver a sus viejos días….

Finalmente, ya estamos nuevos y listos para salir a disfrutar la noche como se debe, y solo queda organizarla….

Entonces, sabiendo todo lo que hay que hacer para tener una buena noche de boliche y que ya han pasado varios fines de semana que no salís a bailar…

¿Este sábado salimos a girarla? ¿Este sábado rompemos la discoteca?

Si, puede ser…

Pero la verdad…

Mansa paja.