/Historia de una infidelidad de proporciones épicas

Historia de una infidelidad de proporciones épicas

– … entonces le dije que no estaba casado y le di el nombre de un compañero de laburo para despistarla.

– ¡Jajajaja! Sos un groso maestro, ¡que historias compadre!

– Es buena, es buena… pero nada supera a la del Turco Fabi.

– ¿El Turco Fabi? ¿Ese que juega a la pelota con vos?

– Ese mismo… si hay alguien hijo de puta en la vida es ese turco. Y la que se mandó para mí está en el puesto número uno de las leyendas mundiales.

– ¿Cuál se mandó?

– Puesto número uno posta, onda Sabina, Julio Iglesias, Bill Clinton, capo groso mal.

– ¿Bill Clinton? ¿Qué tiene que ver?

– Y viejo… el tipo era presidente de los Estados Unidos, ¿cazas? ¡Presidente! El Capo di tutti capi, en el ojo del huracán, el centro de atr…

– ¡Dale che! Sabemos quién fue Clinton.

– “Es”… “es” papá, aún esta vivito y coleando.

– Bueno ¿y?

– Que el tipo siendo el groso se la hacía chupar por una gordita cualquiera.

– ¿Y qué tiene de groso eso?

– ¡Que con la guita y el poder que tenía ese tipo se podría haber cogido hasta a la Julia Roberts! Pero no, el tipo se garcha a una secretaria feucha, ¿te das cuenta de que eso es grositud? ¡Eso es ser un as de la infidelidad! Ahí te das cuenta de que al tipo le gusta la garufa, es un bacán.

– ¿Y qué tiene que ver Clinton con el Turco Fabi?

– Que ese se mandó la más épica anécdota de infidelidad…

– Contala.

– El Turco llevaba varios años de casado con la Raquel, esa flaquita amiga de la Porci que vivía en el Unimev.

– ¿Esa que estaba medio chapa?

– ¡Siiii! Esa. La mina siempre estuvo media colifa, pero cuando se la enganchó el Turco como que se calmó, ¿viste?

– ¡Pero si estaba todo el día empastillada!

– Claro, claro… jamás dejó la pastela, pero el Turco la había amansado un poco y no le rompía las bolas, así que la mina estaba tranquila por ese lado, más las pastillas, tipo que tenía el carrito en la vía.

– ¿“El carrito en la vía”? ¡Qué expresión tan chota!

– Uuuu para… habló el rey de los paralelismos.

– Podrías haber dicho “los pajaritos en el nido”, “los ladrillos acomodados” o el vulgar “los jugadores en su lugar”… pero no la boludez que dijiste.

– Mira choto, si me vas a romper las bolas no cuento ni mierda.

– Dale bichito mío, contá.

– Bueno, la Raquel estaba tranqui. La cosa es que el Turco hacía rato se venía entreverando con una pendeja picante, aventurera, soltera, media locona, de esas que le gusta el peligro y los tipos casados.

– No sé de qué me estás hablando… desde que tengo este anillo ni las palomas me miran.

– Aaaaa buenoooo… para que me voy a morir de la risa “rey de los paralelismos”, ¡que pelotudo sin gracia sos!

– Vengativo de mierda… dale seguí.

– A la mina le gustaba coger en lugares públicos, en el auto, en el parque, dicen que cuando el Turco la trajo acá a tomar un feca se la garchó en el baño.

– ¡Qué asco!

– ¿Coger en el baño?

– No… coger en baño del Estrella, ¿viste cómo tiene el piso el Tulio? ¡Es una cochinada!

– En fin… la mina era percanta, era aventurera y lo tenía re loco al Turquito. Entonces éste hacía cosas cada vez más locas para complacerla. Un día decidió jugársela a morir, parece que la mina se estaba aburriendo ¿viste?

– Es que eso es lo malo de esas pendejas… se aburren rápido y se creen que sos un circo. Después viene un pibe y te la sopla con dos palabras.

– Hay que tener falopa…

– ¿Falopa?

– Si, falopa… pero ese es otro cantar, déjame que te termine de contar la que se mandó el Turco.

– Dale.

– La mina parece que estaba medio embolada así que el Turco le dijo que se la quería coger en su mismísima cama.

– ¿En la cama de la mina?

– ¿Pero vos sos pelotudo? ¡Cómo en la cama de la mina! ¿¡Qué tiene de peligroso eso infeliz!? Te estoy diciendo que la mina era partucera, que era picante ¿y vos pensas que cogérsela en su cama es una aventura?… que tipo choto… ¡en la cama del Turco!

– Bueno, bueno che sabiondo, no te calentes…

– ¡Es que como queres que no me caliente si no me prestas atención! El tema es que el Truco mete un verso en el laburo para no ir y no le dice nada a la Raquel. Salen temprano, como cada mañana, él la lleva hasta la casa de Gobierno donde labura ella, la saluda “chau mi amor nos vemos en el almuerzo” bla bla bla, ella “suerte en el laburo chau bla bla bla”, parte y busca por el centro a la pendeja.

– ¿A la que se comía?

– ¡Claro gil! ¿A quién más? Posta que pienso que el café te hace daño a vos… Bueno, la busca a la pendeja y se va para su casa. El tipo sabía que tenía hasta la una de la tarde de changüí. Y comienza la fiesta, beso va, beso viene, vuela la ropa, la mina re caliente, el Turco al palo, se la lleva a la pieza, la mina como loca ¿viste?

– Caliente mal me la imagino… si, re excitada.

– A full, todo el bocho la mina, en la cama de la engañada, muy chanta la mina ¿viste? Muy al palo, el Turco la pensó bien esa jugada. Le entra como un campeón, están los dos como locos, el peligro los tiene excitadísimos, sudan, tiemblan, están alerta, una cosa de locos…

– ¿Se la coge por el orto?

– ¡Que se yo pajero! ¿Qué me preguntas eso?

– ¿Y? ¡Quiero saber!

– ¡Que calienta! El tema es que están en lo mejor de lo mejor, los dos al palo, gritando, enfiestados mal, cuando de pronto entra la Raquel.

– Me-estas-jodiendo…

– Posta viejo… resulta que la Raquel no sé porque se liberó antes del laburo y se volvió, le había estado llamado al Turco, pero lógico tenía el celular apagado para que no lo jodan del trabajo.

– ¿Y qué pasó?

– La mina se vuelve loca mal, pero loca loca, onda cuando éramos pendejos que se arrancaba los pelos ¿te acordas? Así se pone, se le va a la pendeja que se escapa de pedo, lo agarra al Turco y lo caga a sopapos, se lo lleva de pechera hasta la puerta de la casa, empieza a romper todo, el diablo, una furia imparable, grita la mina, grita como loca. El Turco cagado de vergüenza y miedo, la pendeja parte en taxi media en bolas con su ropa en la mano, el Turco no sabe dónde meterse, golpea la puerta para que le abra y nada. La Raquel está destrozando todo, tipo demonio de Tasmania, entonces abre una ventana de arriba y le comienza a tirar la ropa al Turco, le vacía el placard completo…

– ¡Qué bárbaro! Y… no es para menos, ¡hijo de puta el Turco!

– Para, para que viene lo mejor…. La mina le tira todo el placard, entonces el Turco, bicho él, caza el traje, unos zapatos y se va a la mierda.

– ¿Y la deja a la mina ahí sola?

– Si, si, se va. Se sube al auto en zolcilloncas y parte, la mina se queda destrozando todo. El Turco se va a la casa de uno de los amigos, se pega una ducha para sacarse el olor a puta, se enjabona, se perfuma, se viste con la ropa que le tiró la Raquel, que es la misma con la que va a trabajar y se viene acá al café para hacer tiempo hasta eso de la una.

– ¿Y qué hizo?

– El tipo hizo unas llamaditas a unos compañeros de laburo, les contó más o menos la situación y su plan y tipo una se subió al auto y se fue a su casa tranquilo.

– ¿Y cuando llegó?

– Cuando llegó abrió la puerta con la llave que tenía en el auto, entró tranquilo y se hizo el sorprendido al ver a la Raquel y el kilombo que había armado…

– ¿Cómo que se hizo el sorprendido?

– Claro, el tipo empezó a mirar todo como sorprendido, la Raquel estaba medio en shock, alteradísima, se le vino como humo, él la agarró fuerte y le dijo “¿Qué pasó mi amor? ¿entraron a robar?” La mina empezó a putearlo de arriba abajo, él se hizo el caliente y le dijo “¿Qué te pasa? ¿Estás loca?” y le gritó “¡tranquilizate mierda y decime que es este kilombo!” poniendo cara de malo. Entonces la mina re contra caliente, entre puteadas, comenzó a hablar.

– ¿Y qué pasó?

– El Turco se puso a llorar y le contó que se había mandado una cagada, hizo un silencio y le dijo que las pastillas que ella tomaba se las había cambiado él por una placebos pensando que ya no las necesitaba, que por eso ahora estaba viendo giladas, que todo era imaginación de ella, que él había estado toda la mañana en el laburo, que llamara si quería a los compañeros, que todo lo había imaginado ella. Ahí nomás el tipo llamó al psiquiatra de la Raquel, haciéndose el amargado, la Raquel medio que titubeo al verlo tan preocupado, mientras no paraba de putearlo y preguntarle cosas.

– No-te-lo-puedo-creer…

– El Turco siguió insistiendo, haciéndose el sorprendido por el kilombo, llorando y tratando de consolarla. La mina lo miraba, entrajeado, triste, preocupado… se le llenó el culo de preguntas.

– “Te cambié las pastillas porque te veía tan bien que creí que no las necesitabas más, perdóname, todo es culpa mía” le dijo el Turco zorro hijo de puta, “¿cómo vas a pensar que puedo traer una mina a nuestra casa?”… mañana vamos al médico.

– La mina, totalmente desorientada lo abrazó… y titubeando y entre lágrimas le pidió perdón y le dijo que lo amaba. Ese es el rey de los hijos de puta.

– Impresionante… ¡Marche otra ronda de café por el Turco!

NDA: Esta anécdota es cierta y se la escuché contar a Mario Pergolini en la radio hace varios años, lógico que le cambié todos los nombres (porque él también lo hizo y porque no me los acuerdo) y acomodé el contexto a nuestro querido Café Isaac Estrella.