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Adiós virginidad: rotundas verdades femeninas

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Hola mendolectores, hoy quiero hablar de un tema delicado e importante en la vida de toda mujer: la primera vez. Si, ese momento tan importante en la vida de toda niña.

Sabido es que algún día tuvimos que empezar a surcar por los mares del sexo y aunque cada una lo habrá vivido de manera distinta, hay ciertas similitudes en la mayoría de los casos de las que ya estamos más cerca de la tercera década de vida. Por ejemplo, estoy segura que no te habrás salvado de escuchar algunas de estas frases comunes e inherentes a la situación:

“No va a pasar nada que no quieras que pase”

“Cuando quieras parar yo paro”

Con esta pequeña introducción procedés a entregarle tu más preciada virtud a algún zanguango, no sin antes preocuparte por el embarazo, las enfermedades, tus viejos (si se enteran que te desfloraron te echan por puta) y que a nadie se le ocurra llegar de improvisto a la casa solitaria que pescaron en alguna siesta para llevar a cabo la felonía. También está el problema y el pudor que te causa que te vean en bolas. Sabido es que las mujeres somos inseguras por naturaleza, y en ese momento te preocupa más la diseminación celulítica de tus nalgas y esos kilitos que tenés de más.

Primero, no sé quién puta nos metió en la cabeza que teníamos que hacerlo por amor. Ahora a diez años del fatídico momento en que decidiste entregarle al pelotudo de tu noviecito de ese entonces, te ponés a meditar cómo no le entregaste a algún chongo piratón que te garantizara acabar, o algo parecido a eso. Pero no, la boluda fue a acostarse por primera vez con el pajero compañerito de la secundaria con el que tenía algo parecido a una relación. Esto puede haber tenido varios desenlaces: Que el pajero no sepa ni cómo metértela y que sea tan grande su expectativa que te ponga más nerviosa a vos.  También puede haber pasado vivir esa situación y salir feliz de la vida y con un orgasmo de yapa. En este caso, te felicito hermana.

También puede pasar que fuiste un toque más inteligente y le entregaste la tapita a alguno que la tenía bastante clara y que, dentro de lo que conlleva la situación, te hizo pasarla bien o hasta acabar. Te pasaste por el medio de la raja todo el temita del amor hacia el otro para hacerlo y probablemente, al verlo varios años después, te siga sacando una sonrisa con su carita de “yo fui el primero”.

Tema aparte es el de hacerle sexo oral o que te lo haga. Pensar que al principio que te la metieran en la boca te daba un asco indecible y te generaba arcadas por doquier. Incluso se lo negaste al pobre pajero, que suplicaba que se la mamaras, con leves empujoncitos en tu inocente cabecita.  Pero, felizmente con el tiempo le agarraste el gustito y ahora no te sacan la pija de la boca ni con una orden judicial. Aquella “lady” que predicaba que jamás iba a entregar el culo porque dolía mucho, en una de las tantas enfiestadas que se pegó, terminó más ensartada que Oggi Junco y ahora le gusta que se la metan más que el Cabdury Yogurth de Frutilla.

Por último y fuera de joda, esto va para las muchachas que aún no se deciden a hacerlo. Quiero creer que existen por ahí. El sexo es algo maravilloso (léase con voz de Virginia Lago). Consiste principal y egoístamente en el descubrimiento de tu cuerpo, de tu placer. El hecho de involucrar a alguien más para que te lo brinde es lo mejor del mundo. Ninguna mina es más o menos puta por lo que le gusta y por lo que decide hacer. Podés elegir estar de novia y casarte para hacerlo. Eso está perfecto. Tal vez tu elección sea practicar el sexo libremente, respetándote como mujer, con alguno que se te cruce ocasionalmente. Aplausos por igual.

Liberémonos de prejuicios preconcebidos y disfrutemos. Garchemos a trocha y mocha. Acabemos arriba y antes que ellos. Chupemos por placer, porque nos gusta, y porque eso contribuye a nuestra propia excitación. Tocate y enseñale a tocarte. Son increíbles las cosas que uno se pierde por vergüenza o por pensar en el que dirán. Somos mujeres. Ni putas, ni santas, simplemente mujeres que deciden y saben lo que quieren. 

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