“Es una palabra peligrosa, amor, sentir las mariposas y el constante sudor en las manos. No es despreciable en ese momento en las que esas reacciones químicas están, pero el sabor a fósforo viene luego de que estas desaparecen. Y ahí es cuando la palabra Amor es reconsiderara y tachada como peligrosa.”
– ¿No crees que es un poco, no sé, demasiado?- dijo la chica pelirroja.
– Necesitaba deshacer esto de algún modo – dijo el castaño robusto un poco abrumado.
– Es un ensayo, nada más, ¡No lo hagas tan personal! – respondió la pelirroja.
– Creo que es tarde, ya debería ir a dormir – dijo el castaño cerrando su laptop, y dejando a la pelirroja con las palabras en su boca. – A veces me caes mal, Martina, pero te quiero – Dij susurrando entre dientes.
El joven se acostó en su cama tapando todo su cuerpo, mientras observaba una foto desgastada y sucia que yacía en el suelo. No se preguntó nada al respecto, pero unas finas gotas rodearon sus mejillas, temblando alzó la foto del suelo y la observó un segundo para luego enterrarla en su pecho. Esta vez las lágrimas brotaron solas dejando escapar de sus ojos unos pequeños sollozos en silencio.
– Si tan solo, me hubieras dicho un por qué, una razón, o tal vez un último beso, las cosas no estarían así. Todo sería diferente, y tal vez esto jamás hubiera ocurrido. – dijo el castaño admirando al joven de la foto.
Tiró la foto al suelo y se observó al espejo, quitó su remera dejando ver la cicatriz de su esternón, la cual era de su operación cardíaca. Hace unos meses había tenido esta intervención quirúrgica debido a su enfermedad, la cual ya no tenía cura. Con sus dedos tocó la misma dejando resaltar el queloide que había quedado en ella.
Se observó detenidamente largando un fuerte resoplido, y siguió observándose, tocando la cicatriz mientras recordaba las caricias del pelirrojo. No solo su amor lo completó, sino también la presencia del mismo, al igual que su calor. Extrañaba casi todo de él, pero lo que más quería recuperar eran sus palabras de aliento cuando ya no aguantaba su tratamiento. Cuándo se resignó totalmente a seguir intentando tener una vida normal. Pero había una frase que retumbó en su cabeza hasta que amaneció: “El amor no es para todos”.
A la mañana su madre se acercó a la habitación del castaño, haciendo rugir el suelo de madera. La mujer abrió la puerta y observó la cara de su hijo, el cual ya había despertado. El joven con los ojos abiertos y su pecho descubierto le extendió una mano, mientras la mujer le daba una jeringa, la cual contenía una solución blanca y viscosa. Luego la madre dejó la bandeja del desayuno y abrió las cortinas.
– ¡Buenos días! – dijo acercándose al castaño
– Hola – dijo el castaño hundiendo su cabeza en la almohada mientras colocaba la inyección en su muslo trasero.
– Todo este dolor vale la pena, creeme, siempre has sido fuerte – dijo la madre acariciando las mejillas del joven.
– Es que lo extraño demasiado. No entiendo por qué jamás volvió a verme luego de mi recaída- dijo el joven frotando sus ojos.
– Quizá entendió que vos eras diferente a otros chicos, y solo siguió su camino – Dijo la madre mirando los ojos del joven con seriedad.
– Tal vez, pero él no era así, lo conozco bien – Dijo el castaño un poco abrumado como la noche anterior.
– Nunca terminas de conocer bien a las personas, siempre habrá algo más que no lograste ver en ellos – Comentó la madre dejando la habitación.
El castaño fue hacia el baño, se desnudó viendo su cicatriz nuevamente, entró bajo la ducha y dejó caer las gotas en su menudo cuerpo, mientras su cabeza y sus sienes se tranquilizaban con el agua caliente recorriéndole. La idea de que llegaría tarde a la escuela le quitó la sensación de tranquilidad. Salió rápido y se cambió, saludó a su madre, se puso los auriculares en sus orejas y tomó rumbo a su escuela.
En el lugar la pelirroja lo recibió con un abrazo casi fatigante, depositó un beso en la mejilla del castaño, para luego sentarse a las afueras del colegio en un banco de concreto.
– ¿Te has sentido bien?- dijo la pelirroja preocupada.
– ¿No sientes que es aburrido lo que la gente habla?- dijo el castaño frunciendo los labios.
– No, creo que es malo lo que estás haciendo con él.
– Él me dejo en el peor momento de mi vida, desapareció, por completo sin despedirse- dijo el castaño dejando escapar una lágrima por su mejilla.
– Quizá me odies por esto, pero todos pensamos que era para tu bien, tu madre dijo que no quería que tú te enterases de esto jamás. Y que solo fuese un mal de amores – Dijo la pelirroja soltando lágrimas. Luego extendió la mano hacia el castaño entregándole un sobre de color celeste. Este con un ceño fruncido y enigmático aceptó. Leyó el contenido, reconociendo la manuscrita del pelirrojo:
Escribo este desde el quirófano, vos estas junto a mí, dormido, y debo admitir que pareces un ángel. Quizá me guardes rencor por esto, pero mereces vivir, vos mereces ganar un Pulitzer, vos mereces sonreír cada mañana. Te doy mi corazón, el cual siempre fue tuyo, solo quiero decirte que ante todo te amo y Jamás olvides que estaré a tu lado en tus días más difíciles para siempre.
Te ama, hoy, mañana y siempre, Tyler.
Sobre el papel cayeron unas gotas, que decoloraron las letras. Su amiga pelirroja lo abrazó y el castaño hundió en su pecho la carta, imaginando todas las risas, llantos, tristezas y amor que el pelirrojo le dio y siempre le dará. Porque eran uno hasta la muerte.
Escrito por Zativ para la sección: