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Los cuentos que Diem Carpé cuenta: Aún puedo verte

Lluvia en la calle.

No hay ninguna falla eléctrica, pero la luz se ha fugado un momento porque Ella ha querido que sea así. Porque a oscuras y desde la ventana de un cuarto piso, puede observarse de forma gratificante la ciudad sumergida en la tempestad.

Apoya la mano sobre el cristal, el único separador entre Ella y la lluvia. El tacto es frió y húmedo a la vez. El calor de su mano y el frio del exterior mezclan las sensaciones y crean una marca de sudor sobre la ventana. Está acercando su cara suavemente y al soltar el aliento se escapa un poco de vapor.

Ahhh… ¡Juraría que puedo verla con cada detalle!

 “Hoy no estoy sola”: es su dedo el que escribe esa frase en un acto inesperado sobre el cristal empañado. Y es cierto, no está sola. Está rodeada de pensamientos. Sólo tiene que voltear la vista y mirar alrededor del apartamento. Los recuerdos se personifican solos: puede ver los rostros familiares, puede ver las amistades celebrando alguna fecha especial, puede mirarme cruzar el living de un lado a otro mientras hablo de asuntos laborales y le sonrío, como diciéndole “Todo está bien”. Puede encontrarse con tantos recuerdos si ella quisiera…

Pero su mente está dividida esta noche. Por una parte la frase se hace vivida y le recuerda que de verdad no está sola; y por otra parte necesita esa soledad y esa nostalgia. Esos factores que sólo la lluvia a través de un cristal puede darle. Porque siempre fue así. Hay noches en las que ni ella se entiende… si lo sabré yo.

Ahora sus dos manos están en los bolsillos, y su rostro está cada vez más cerca de la ventana; tanto que su pelo se aplasta contra el vidrio. Está mirando hacia abajo. Hacia la calle. Allí, donde el gigante de asfalto se está dando una ducha esta noche. Uno que otro auto se siente acelerar a lo lejos. Un farol que titila una falla. Una pareja trata de escapar del aguacero.

Una pareja…

Suspira y se marca la frase escrita en la ventana: – “Hoy no estoy sola” – El inconsciente parece aparecer cuando más lo necesitamos.

Ahhh… ¡Si les juro que puedo verla!

Acarrea una silla desde la cocina hasta la lucera. No la arrastra. Sabe que ya es tarde y la vecina del 3º B debe de estar dormida. No quiere meter ruido. Nunca fue de hacer ruidos, aunque había veces que necesitaba explotar las cosas contra las paredes. Pero se mantenía firme. Siempre admiré su madurez.

En el camino al ventanal agarra el cenicero, un encendedor y un cigarrillo. Aquel terrible e incomparable amigo que está haciendo girar ahora entre sus dedos. Hace varios años que tiene el mal hábito, pero quién soy yo para juzgarla.

Se sienta frente a la ventana. Las chispas del encendedor fallan al encender el gas la primera vez, e insiste una y otra vez, hasta conseguir el fuego. Ahora la primera pitada. Cruza las piernas mientras mira las brasas arder.

Oscuridad total. La mente en cero absoluto porque no quiere pensar esta noche, lo ha decidido mientras pitea a su cigarrillo.

Un relámpago que cruza e ilumina el cielo provoca un efecto de espejo sobre la ventana. Es un flash donde puede verse a sí misma: la cara seria, con un aire de dejadez, está sin maquillaje y con el pelo suelto. Una lágrima se desliza por su mejilla.

Creo que la melancolía ha vuelto a ganarle esta noche y una fuerte alianza con su subconsciente le recuerda que en realidad no está sola. Una guerra con artillería pesada ha empezado en su mente.

Tal vez debería levantar bandera de paz alejándose de la ventana y yéndose a dormir, pero siempre fue sincera con ella misma, es por eso que prefiere que terminen las hostilidades. Se reconforta sabiendo que tiene un paquete de cigarrillos casi lleno, para ser la espectadora numero uno de esta batalla.

El diluvio parece no cesar. El cielo va a ayudarla a seguir la contienda de cerca.

Una braza apagada rueda al piso y sólo queda una colilla entre sus dedos. Mientras aplasta el sobrante contra el cenicero, dobla sus rodillas y se acomoda en la silla.

-¿Será muy pronto para encender otro cigarrillo?-, piensa.

Sé que puedo verla, lo juro. Pero el resultado de la contienda que se libra en su cabeza, será el reflejo de su alma en la cotidianeidad de la mañana. Ni siquiera la lluvia podrá calmar el infierno por el que deberá atravesar.

Ahhh… ¿Estarás pensando en mí?

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