/Blues asintomático para los días de Cuarentena

Blues asintomático para los días de Cuarentena

Si la ausencia me cerró su portón
con cerrojos del olvido.
Si está mudo su aldabón
juguetón,
yo ni sé por qué he venido.
La maleza del jardín
y las ruinas del balcón
me lastiman con su esplín.
¡Si su mano ya no está!
Si en el sueño de mi empeño
más maleza crecerá…
 Letra: Cátulo Castillo

Un domingo tras otro tras otro tras otro tras otro; el mismo segundo se repite en un loop de moléculas enloquecidas. Un domingo debajo del agua, a cientos de metros, buceando en nuestras propias profundidades.

Ahora está nublado, el cielo se puso extraño, como si tuviese pereza.

Leo que a un infectado le apedrearon la casa; me da risa, me da pena. Somos el primate temeroso que le teme al fuego, que le teme a los eclipses, que le teme a su reflejo en un espejo de agua.

Un tango se arrastra por las paredes, reptando sobre su estómago,  pienso que se parece tanto a un blues; me da risa, me da pena.

Tengo la barba descuidada, me ha crecido metros y metros y metros; parece la maraña de una selva dorada, sin animales, pero con fantasmas.

Tengo las uñas largas, de animal encerrado mordiendo barrotes.

Me miro desde afuera de mi cuerpo, prendo el cigarrillo número veinte del día, el humo me envuelve hasta hacerme desaparecer y no tengo adónde volver..

Los gatos hablan y hablan, lo hacen entre ellos, confabulando, lo sé; se ríen de nosotros, porque parecemos ratones rebotando contra las paredes, buscando un agujero para escapar hacia las nubes verdes.

El alcohol en gel es gélido y gelatinoso

No quiero escuchar más a los informativos, vomitan desinformación, especulan con el miedo, con la fiebre, con la tos seca; me da risa, me da pena.

El tango que escucho me hace llorar, pero no lloro por el, lloro por nosotros, que hacemos fila con la disciplina de un metro y medio de distancia, con el codo impregnado de saliva enferma.

Escucho reactivos, escucho Italia agonizando, al mundo que agoniza, escucho terror, no quiero escuchar más, no quiero escuchar nada; me da risa, me da pena.

Todos estamos infectados, parece ser que de un virus del espacio exterior, nos escondemos en la maleza con los síntomas de no tener nada, de estar enfermos de todo, me da risa, me da pena.

Nunca volveremos a ser lo que fuimos; me da risa, me da pena; suspiro aliviado y angustiado; me da risa, me da pena.

Pronto amanecerá, estoy seguro, la noche nunca es eterna, la fiebre siempre baja, la luna dejará de bostezar.

Pronto saldremos nuevamente a las calles y no nos reconoceremos, seremos personas nuevas, seremos otros, seremos desconocidos  y me da risa, me da pena.

Pronto la oscuridad dejará las calles, es más un deseo que un hecho, pero de deseos se nutre la Humanidad, del deseo de volar, del de ver la Tierra desde las estrellas, del deseo de oler jazmines  y emocionarnos, el de sumergirnos en las formas y colores de Kandinsky, el de domar peces voladores… El deseo  nos hace seres especiales, y nos hace tener esperanzas para que todo salga bien.

El tango ha terminado y si, se parece mucho a un blues del delta del Mississippi; me da risa, y no me da tanta pena, solo un poquito.

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