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Caleidoscopio: “A espaldas del dolor”

Vero entró al despacho y se sentó.

-Contame cómo les fue en Roma–dijo Rafael Pranna.

-Bueno, ya sabés… nos acostaron con la reunión.

-Sí, pero cómo fue.

-Bueno, un tipo llamado Chango, que es directivo de Brewster Europa, me abordó en la calle apenas salí del hotel…

-¡Claro, Chango…! Ya lo ubiqué. Sí, seguí.

-…y me dijo que se había suspendido la reunión. Yo lo ignoré en todo momento pero cuando entramos al edificio todo el personal respondió a él y acompañaron sus dichos. Yo contra eso no podía hacer nada. Además tampoco me imaginé que semejante pelotudo podía ser directivo de Brewster Europa…

Pranna bajó la mirada y se rió por el exabrupto de Vero.

-…así que después de tanto rechazo que le clavé, cuando vi las pruebas irrefutables de su poder, acepté todas sus invitaciones excepto la cama.

-Bien, Vero. Bien.

-Otra cosa que te quería consultar. En un momento Chango se puso a hablar por teléfono con Eduardo Cortés y me confundió, ¿son amigos, socios…?

-¿Chango y Eduardo…? Mirá… no son nada, son dos energúmenos que la vida los condenó a estar unidos de por vida. Eduardo Cortés es lo más aproximado que conozco a un “Pobre tipo”.

-Bueno, tan pobre no sé…

-Es riquísimo. Pero debe ser el único tipo que conozco que ni su fortuna le alcanza para ser alguien. Lo de ellos viene de hace muchos años, de chicos… Son argentinos, ¿sabías? Yo los conocí ya citoyens du monde, los dos llenos de guita correteando tardes diferentes en las playas calmas del Mediterráneo. Pero Eduardo hace lo que puede. Su personalidad, su autoestima…

-¿Y Chango?

Pranna puso la mirada sobre los ojos verdes de Vero.

-Te lo querés fumar, ¿no?

-Bueno… es muy pelotudo. No, no pensaba en vivirlo, sino en que me regale algo, no sé, una casita en Pescara…

-¿La casa de Chango de Pescara?

-Sí, ¿la conocés?

-¡Chango adora esa casa! Olvidate, Vero. Pero ¿qué estás tramando, cuál es tu plan?

-No, salir unos meses y volverme con una casita en Pescara.

Los dos se tentaron y se rieron.

-Oíme, tenés una casa en Barcelona para ir cuando quieras, ¿por qué se te metió esta idea?

-Cosas mías, Pranna.

-Mirá, si es por deporte, hacé lo que quieras, pero de cualquier problema que salga de ahí no me hago cargo, Vero. No cuentes conmigo.

Vero lo miraba y sonreía.

-Vero, no estoy de acuerdo con esas cosas tuyas…

Vero bajaba la cabeza y sus ojos aparecían recortados por sus pestañas, y le sonreía, hasta que Pranna se empezó a reír.

-No, no… terminala. En serio, no me involucres en eso. Pasemos al segundo tema: Fran.

-Ah, sí. Fran.

-Contame de él.

-Fran estuvo como ausente creo que por los problemas que tiene con Camila.

-¿Y cómo viene eso?

-No sé… Esa Camila debería andar con Chango me parece, es bastante bobita.

Pranna levantó la mirada.

-Perdón… ¿Te gusta Fran?

-Sí…, me gusta Fran.

-No sabía… ¿Te empezó a gustar en Roma?

-No… -por primera vez Vero parecía dejar fluir algo de sangre por sus venas-, no, de antes.

-¿Antes de qué? Si lo conociste días antes de viajar para allá…

-Basta, Pranna, sigamos con el tema.

Vero no se reía.

-Bueno –continuó Pranna serio-, el tema es que Fran no vino, no me contó nada. No sé por qué no logro motivarlo…

-Fran tiene que resolver lo de la boludita esta de Cami, mientras tanto va a estar a media máquina.

-Sí, no sé si es bueno que la echemos justo ahora.

-¿A quién? ¿Camila trabaja acá?

Pranna miró a Vero y se dio cuenta de que se estaba gestando un nuevo problema. Ya no tenía opción.

-No te preocupes, la echamos la semana que viene, en la próxima reunión. Pero Vero, vas a tener que levantármelo a Fran porque si tiene problemas con Cami la expulsión de ella puede jugarle en contra a él, y vos sabés que a Fran lo necesito como el agua…

-Quedate tranquilo. A todo esto, ¿dónde está Fran?

-No sé, lo voy a llamar.

Los encajes de una cortina barata dejaban pasar el resplandor del sol que le ganaba a los postigos de la ventana. Eran franjas de encajes luminosos que se trazaban en una penumbra húmeda y hermética. Partículas flotaban dentro de los haces de luz que se filtraban al cuarto y llegaban hasta los pies de la cama de Fran. Una frazada marrón un tanto descolorida lo cubría en ese hotel de pasajeros, albergue de gente abandonada por la vida, sin pintura ni cuidado que son cosas propias de la gente que se detiene a pensar en que hay que limpiar y pintar. La cabecera y los pies de la cama, de madera, estaban llenas de inscripciones amorosas, pasiones futbolísticas y críticas para el hotel. El ropero daba impresión, y por eso Fran había dejado la valija en el piso. Hacía horas que había despertado, pero nunca se movió. El celular empezó a sonar. Fran saltó a atenderlo. “Cami”, pensó, pero no, era Pranna. Lo dejó sonar dos veces más para que no se note tanto en su voz la desilusión. Carraspeó, dijo tres fuertes y gruesos “Aaaa” para templar la garganta, y atendió.

-¿Hola, Pranna?

-Fran, ¿dónde estás?

Después de treinta y cinco minutos Pranna había escuchado los detalles del drama, los comentarios desgarradores, el lamento de una vida sin amor, etc, etc. “Fran, haceme caso –le contestó-, salí de ahí y venite para la oficina. Yo te ayudo a que te mudes, pero te necesito otra vez enfocado en esto. Te voy a dar tu tiempo, pero vos colaborá y salí de ese estado. Dale, venite. Te espero”, y cortó.

-Decime, Vero, ¿vos tenés algo que ver con la ruptura de Fran y Cami?

-Eso se lo dirás a todas…

-¡Te hablo en serio, Vero!

-No. Que yo sepa no, Pranna. ¿Cuándo terminaron?

-Anoche. Pero parece que es algo que no tiene arreglo, venía mal hace tiempo ya. Se estaban por casar… Hay cosas que no las voy a entender nunca. Buscame un departamentito de dos ambientes que esté cerca de acá, Vero. Fran en poco tiempo va a tener que volver a Europa… Mirá cómo me lo dejaron…

-¿Por qué es tan importante Fran en ese proyecto que siempre mencionás?

-Porque este proyecto se trata de él, de Francisco Martínez. Bueno, buscame ese depto y llamame cuando tengas algo.

Vero abrió la puerta para salir.

-Vero…

-¿Sí, Pranna?

-Si te metés con Fran y lo lastimás o lo jodés, vas a pagarla como si fueses mi peor enemigo.

-¿No se sabe cuidar solo Fran?

-No sé, ni me interesa.

Vero hizo un silencio breve.

-Me gusta Fran, Pranna. Y no te tengo miedo. Pero quedate tranquilo, sé cómo hacer feliz a un hombre. Vas a tener un Francisco Martínez a la altura de tu misterioso proyecto. Tal vez no sienta nada por la gente que intenta detentar el poder, pero no soy insensible como vos crees, Pranna.

-¿No? Pues lo parece…

-Claro, porque vos intentás detentar el poder. Y lo hacés. Y lo hacés muy bien.

Y cerró la puerta.

Vero caminaba pensativa por el pasillo, taco a taco, pasos lentos, su cabeza procesaba tantas cosas… pero se detuvo en seco cuando se abrió la puerta del ascensor, y abrió grande sus ojos cuando vio salir de adentro a Camila, sonriente, elegante, segura, acompañada de un hombre, un señor bastante atractivo que parecía tener la misión de llevar su sonrisa contagiosa por los pasillos. Vero se colocó detrás de una columna sin pensar en el papelón de que la encuentre alguien así, y observó cómo Camila y el señor caminaban con una envidiable complicidad hasta la oficina de Lozano. Apenas cerraron la puerta, Vero volvió al pasillo, miró para los costados y, enfilando hacia los ascensores, no pudo contenerse y empezó a reírse. Todo parecía tan fácil…

 (Continuará…)

Fuente de la imagen:
 lecturasordinarias.blogspot.com.ar

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