/Caleidoscopio: “Quién es Miguel Robles”

Caleidoscopio: “Quién es Miguel Robles”

Cami hablaba cómoda, lejos estaba en sus gestos y su mirada la inseguridad que reflejara cuando Lozano le había dicho que terminarían con el programa de exportación de arte nacional. Sus manos bailaban en el aire con un entusiasmo que a Lozano empezaba a caerle cada vez peor.

-La cuestión es que ya hablamos con la embajada de Italia para hacer una presentación en Roma…

-¿Hablamos? –preguntó Lozano.

-Sí, Robles y yo –dijo Cami señalándolo a Miguel que ya lo había presentado al entrar en al oficina-. Miguel Robles es escultor.

Lozano lo miró a Robles como si acabase de llegar.

-Estoy muy comprometido con el proyecto de exportación de arte nacional, Lozano.

-Bueno, Cami –Lozano volvió a mirar a Cami como recordándole que era ella la responsable del programa-, es complicado esto porque yo te expliqué que estamos cerrando el programa.

-Sí, Javier, pero es una buena oportunidad para Brewster, porque el programa ya prendió y si no lo hacemos nosotros lo va a hacer otra empresa, y yo procuré en todo momento que se sepa que el programa es una iniciativa nuestra. Nuestra, de Brewster, claro.

-Voy a tener que hablarlo con Pranna, Cami.

Cuando Lozano terminó de hablar Pranna se recostó sobre el respaldo de la silla y se frotó las manos.

-Oíme, Lozano, yo te expliqué que íbamos a cerrar el programa de exportación de arte nacional.

-Pero no sé qué hacer, Pranna, ya tienen hablado este arreglo en la embajada de Italia, y si no lo hacemos nosotros lo van a hacer con otra empresa. Acordate que Cami se queda sin trabajo…

-¿Lo “van” a hacer?

-Sí, Cami y este tipo Robles.

-Y ¿quién es Robles?

-Robles es un escultor que está involucrado en el proyecto de exportación.

-Me parece que este Robles está involucrado más íntimamente con Cami. Fran y Cami terminaron anteayer.

-¿Terminaron definitivamente? ¿No se estaban por casar?

-No, parece que no. Pero lo que me empieza a quedar claro es que este Robles está tomando la manija en asuntos de Brewster, y eso no me gusta.

-Bueno, podemos analizar eso, pero la decisión sobre Cami la tenemos que tomar ahora porque la reunión con la embajada de Italia para exponer en Roma es esta semana.

Pranna volvió a frotarse las manos.

-Mantengamos el programa.

-¿Vamos a mantener el programa? ¿Eso no es como ceder a la extorsión?

-No, no vamos a ceder a ninguna extorsión, sino que vamos a usar a los que nos piden ser usados. Y los vamos a usar según nos convenga. En la reunión de directorio vamos a orquestar el traspaso de Camila Llorente a Brewster Europa, en Roma, y va a quedar clarísimo la aceptación del programa de parte de la empresa, y al mismo tiempo la sacamos de su territorio y la llevamos al nuestro.

-Pero ella tiene que vincularse con el arte nacional, va a tener que viajar para acá…

-Ella tiene que ocuparse de lo que nosotros le digamos. Camila va a organizar la logística de las presentaciones en Roma, y los artistas los vamos a elegir nosotros. Y a ese Robles…

-¿Lo dejamos afuera?

-Al contrario, le vamos a organizar una exposición para él solo, y le vamos a comprar todas sus obras. Y así vamos a tener Visa para meternos en su vida. Vamos a publicar por todos los medios quién es este tal Miguel Robles.

-Pero ¿no será eso lo que está buscando?

-No sé. No importa qué es lo que él esté buscando. Lo que importa es saber quién es, qué quiere, y controlarlo.

Apenas salió Lozano de la oficina, Pranna marcó el teléfono de Vero.

-Vero, ¿conseguiste el departamento para Fran?

-Tengo tres en vista.

-Muy bien. Vos me habías dicho que te gustaba Fran, ¿no?

-No voy a hablar de mis cosas personales con vos, Pranna.

-Está bien, solo que me rectifico. Metete todo lo que quieras con Fran, bah, hacé lo que tengas ganas, pero necesito que me averigües de un tipo que anda cerca de Camila Llorente.

-¿Miguel Robles?

-¡Sí! ¿Cómo lo sabés?

-Ayer los vi entrar juntos en la oficina de Lozano, y me despertó la misma curiosidad que a vos.

-Y ¿qué sabés de él?

-Por ahora, que el tipo es muy simpático, atractivo, y que no parece ser un jugador casual en los pasillos de Brewster.

-Sos genial, Vero. Opino lo mismo que vos. Averiguame lo que puedas de este tipo, está a punto de exponer en Roma de parte de Brewster.

Vero cortó y llamó a la inmobiliaria que ofrecía el departamento que más le había gustado a Vero. “A las seis. Perfecto”. En veinte minutos Vero ya se había decidido y señado el departamento. Una terraza en ese piso quince le había convencido de que quería estar ahí mil noches con Fran. El trámite duró siete días y el octavo Vero apareció con un flete en el hotel donde agonizaba Fran para pasar por lo de Cami a buscar lo que le había quedado en aquella casa. Cami no sabía que decir mientras miraba parados en el umbral de la puerta de su casa a Fran, Vero y los tres tipos de la mudadora.

Llegaron al acuerdo de que el lavarropa, la tele y una biblioteca con sus libros era de Fran, el resto se lo dejaba. Pasaron con el camioncito por una tienda y compraron la heladera, el microondas y todos los demás artículos que le faltaban a Fran para estar cómodo, incluyendo una cama king size, dos equipos de aire acondicionado, y otras cosas más. La mudadora descargó todo rápidamente y un técnico de la misma empresa se dedicó a dejar todos los equipos electrónicos funcionando. Un plomero que esperaba revisó todas las instalaciones sanitarias, reparó los detalles y conectó el lavarropas. Por último un electricista mejoró el tablero de luz y reacondicionó las lámparas y enchufes. Cuando se fue, por primera vez ganó el silencio.

Vero cerró la puerta de entrada, se dio vuelta y lo vio a Fran de pie frente al ventanal del living, el que daba a esa amplia terraza luminosa. Un hombre y una mujer solos en un departamento, pensó Vero que se fue acercando a él por detrás muy lentamente. Se sacó un taco, luego el otro, tiró los zapatos en un rincón avanzando como un gato. Fran parecía una cariátide de vidrio que daba la espalda al living desde aquel ventanal.

-Fran, vení, acóstate en la cama. Yo te voy a preparar un baño así te relajás un poco.

Fran caminó abatido hacia el colchón sin sábanas y se recostó. Vero preparó el agua, puso unas toallas, abrió la valija, sacó sus neceseres, puso jabones, el cepillo de dientes, el peine, el desodorante, acomodó una cortina de baño nueva, cerró la canilla de la bañadera y se acercó hasta la cama.

-¿Querés que te saque la ropa? –le susurró en el oído, sabiendo que su respuesta sería una fría negativa.

-No, gracias, Vero. Ahora me meto en el baño. Gracias.

-Vuelvo en un rato para ver cómo estás, Fran. Me tomé el atrevimiento de hacerme un juego de llaves solo para tener hasta que te encuentres bien.

Fran no tuvo ni una mínima expresión en su cara dormida, pero Vero sonrió. Ella sabía que uno de estos días el muro se iba a empezar a quebrar, y ella lo iba a demoler a besos y caricias. Además Vero no sentía ninguna atracción por ese Fran demolido. Y menos demolido por otra mujer. Y menos aún por la imbécil de Camila Llorente. Ella iba a apostar a que Fran recuperase su antigua esencia para poder enredarlo en sus deseos y comérselo noche tras noches como soñó tantas veces. Si algún día podía llegar enamorarse de un hombre, esta era la oportunidad más cercana que tendría en toda su vida.

Salió de la casa de Fran y llegó hasta la embajada de Italia. “Vengo de Brewster, es por la exportación de obras de arte a Roma”, dijo, y la contactaron con una tal Vittoria que se estaba ocupando del asunto.

-Lo que vamos a hacer desde la embajada es contratar un local cerca del Castelo Sant´Angelo donde expondrán sus obras varios artistas.

-¡Qué raro que la señorita Llorente haya propuesto ese lugar para la exposición, a ella siempre le convenció más la zona del Coliseo!

-No, la idea fue de Miguel Robles.

-Ah, de Miguel… el novio de la señorita Llorente.

-No –dijo Vittoria-, Miguel no es el novio, solo están juntos en el proyecto.

Vero sintió una gran satisfacción de que su trampita hubiese dado algún efecto.

-Ah, ¿sí? Estoy mal informada entonces. A usted se lo habrán dicho ellos…

-Bueno, en realidad no, yo lo sé porque lo conozco a Miguel.

-Qué raro, me confunde usted, Vittoria. Yo tengo entendido de que ellos son novios.

-No, no. Sé que no lo son.

-Bueno, mejor no pregunto el por qué usted sabe tanto, ¿no Vittoria?

Vittoria sonrió y la miró a Vero.

-No es problema –dijo Vittoria-, yo lo sé porque vivo con Miguel Robles.

 (Continuará…)

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