/Caleidoscopio: “Un continente de género”

Caleidoscopio: “Un continente de género”

Vero volvió a la cama con la cabeza revuelta. Pranna le había metido tantas cosas… ¿Robles estaba actuando de la manera en que lo hacía para desaparecer? ¿Qué es lo que haría Pranna para desaparecer sin dejar rastro, como dijo refiriéndose a Miguel? ¿Robles era un par de Pranna? Para Vero Pranna era un lobo viejo, bastante más bicho que ella, y lo respetaba mucho. Le costaba creer que el niñote sonriente que acompañaba a Cami en infames muestras de arte sea un tipo “categoría P”, categoría Pranna. Llegó hasta la cama, se quitó la toalla y se metió en la cama. ¿Y Cami? ¿Qué pito tocaba en todo esto, además del de Robles? ¿Tocaría el pito de Robles…? ¿Quién es Vittoria…?

Giró la cabeza y lo vio a Fran desarmado e inconsciente en la cama, igual que cuando estaba despierto. Esta vez no pudo hacer su trabajo de volver al pasado, de buscar al Fran que lo sedujo hacía muchos años. Tomó el teléfono y la llamó a Cami. Estaba en Brewster. “¿Camila Llorente? Soy Verónica Kawalsky. Tenemos que hablar por el traspaso del departamento”. Cami intentó hacer las mil preguntas que se dispararon en su cabeza, pero Vero cortó con un “estoy yendo para allá, nos vemos en una hora”.

Menos de ese tiempo necesitaba para ponerse la armadura de Mujer Irresistible. No iba a seducir a Cami, sino que iba a mostrarle quién era la que se estaba metiendo en su vida y pensaba dejarle tallado en la mente el nombre de “Vero” con el sonido de sus tacos. ¿Cami andará con Robles, o será una pantalla?

—No tiene nada que ver con tu eficiencia, Camila. De hecho has demostrado ser muy eficiente, solo que decidimos tomar más en serio tu proyecto y redistribuimos las tareas. Estaba convencida de que te iba a encantar la idea de trasladarte a Roma. Igual será por un tiempo. Y si aceptás, claro.

—Pero si no acepto no puedo seguir en la empresa.

—Mirá, Camila. Hiciste un trabajo excelente y nos interesás en la empresa. Quiero que lo sepas. Lo que pasa es que justamente te necesitamos en Roma. Allá necesitamos a alguien con tu cintura, no me refiero a la delgadísima silueta que llevás sino a la ejecutiva.

Vero esbozó una sonrisa, Cami no.

—¿Lo puedo pensar?

—No —contestó de inmediato Vero, y Cami abrió los ojos descreída—. Perdoname pero no tengo tiempo, estoy saliendo de viaje en minutos y me tengo que ir a hacer una cosa o la otra, depende de lo que me contestes ahora.

—Bueno, pero me parece que…

Vero al verla la primera vez supo que Camila era de esas personas que por su inseguridad no pueden decidir algo en el momento ni cuestionarse las condiciones, y por su poca valorización tampoco negociaría desde ella, sino desde Vero.

—…no podés dejarme tan poco tiempo para pensarlo.

—Camila, vos sabés que no es elegir entre ir o venir, estás eligiendo irte o quedarte en Brewster. La decisión es mucho más sencilla, aunque desde ya que es importantísima.

Vero se levantó.

—Camila, ¿qué hacemos…? Estoy saliendo para Madrid.

—Creí que te ibas a Roma…

—Te alquilo un departamento en Roma, o me voy a relaciones institucionales para que arreglen tu despido?

La crudeza y frialdad de Vero paralizaban a Cami. Y la veía tan elegante, tan sensual, tan segura que sentía ganas de irse corriendo a un bar para encontrar alguna mujer que sea más fea que ella. La belleza es un polo magnético, algunos son siempre imán, otros nunca, y otros, como Vero, son como electroimanes que activan su magnetismo cuando se les da la gana enchufarse a la corriente. Sintió miedo de que Vero se vaya, no solo por la decisión que debía tomar, sino también por no querer ver la decepción en esa expresión tan atractiva que tenía Vero.

—Sí, me voy a instalar en Roma —dijo, y se puso de pie.

Tenía ganas de irse a Roma, no tenía ganas de tomar decisiones, eso era algo que últimamente lo hacía Miguel, y con éxito probado. Vero sonrió ampliamente.

—Casi te traicionan los nervios, Camila. Es evidente la mejor opción —dijo Vero, y volvió a confirmarse adentro suyo como la mujer poderosa que alguna vez se propuso ser.

*         *         *

Fran se despertó pero no levantó la cabeza. Miró las sábanas como un paisaje serrano en un continente de género. Le pesaban los brazos, las piernas, todo. No quería pensar, pero de pronto aparecieron otra vez imágenes del pasado con Cami, frases desafortunadas suyas, errores, miedos, sospechas, inseguridades. La tarde se iba apagando y el departamento parecía una sala mortuoria. Le dio rabia sentirse tan mal, pero era un hecho ineludible, se sentía pésimo. No tenía ganas de ser nadie mejor que eso. No tenía aspiraciones más que a transformarse en sábana, ser un pliegue más de una cama infame.

Con trabajo giró y tomó el control remoto de su mesita de luz. Puso cualquier serie y se dejó bañar por las luces celestes de la pantalla. Al ratito se fue la tarde. No pudo discernir sus pensamientos, pero sí el ardor de su pecho. Un enojo lo estaba perturbando. Las mil caras de Cami no lo estaban anestesiando como él quería. No podía evitarlas, no podía evitar nada de lo que le pasase. De sus ojos rodaron lágrimas, no las secó. Era parte del patético espectáculo que se quería regalar. La molestia iba creciendo, se le venían a la mente otras caras, otras escenas, intentaba eliminarlas pero su mente estaba a la deriva en un correntoso imparable de imágenes que lo perturbaban. Se levantó. Caminó unos pasos y se quedó mirando la tele desde otro ángulo y de pie. No llegaba a percibirlo del todo, pero ya no era angustia lo que sentía.

Sin darse cuenta estaba tomando un vaso de cerveza en la cocina, mirando las alacenas. Sin darse cuenta estaba afuera, en el balcón, mirando los departamentos vecinos. Sin darse cuenta estaba en el baño, y tal vez recién tomó conciencia de que se estaba moviendo cuando se vio vestido en el living sin saber a dónde ir, sin darse cuenta.

Una hora tal vez, o dos estuvo sentado y parándose hasta que se decidió y salió a la calle a caminar. El aire fresco le hizo sentirse mejor, respiró profundo, sonrió. Las caras de Cami seguían, nunca habían cesado, pero ahora eran planas, como fotos, y las otras caras eran las de amigos, la de gente del trabajo… No se sentía mal, al revés, se sentía bastante bien. Caminó así un buen rato hasta que descubrió un cansancio pesado en todo su cuerpo. No era la debilidad del desánimo, era la fuerza agotada de su alma inmovilizada por la estúpida idea de que ya no valía la pena hacer nada, que sin Cami no sabía cómo seguir. Su cuerpo, otra vez moviéndose, necesitaba reponer fuerzas. Mañana tenía que volver a Brewster y rogaba que no lo hubiesen despedido. Tenía muchas ganas de andar y despejarse la cabeza con el viento.

*         *         *

En Ezeiza había mucha gente, y las colas eran largas. Vero pensaba en la pregunta dePranna sobre Robles “¿Se pagará el pasaje?”, pero no alcanzaba a encontrarle sentido. ¿Era por el ticket? ¿Era por el gasto? A pesar de que ya estaban pisando la primavera, ese martes hacía frío, y llovía. Mucho. Todavía no sabía si viajaba para organizar su nueva labor en la exportación de arte, o si buscaba alejarse de la momia disecada por una herida amorosa. No quería perder a Fran tan rápidamente, sentía que él era el único que podía hacerle sentir algo, y necesitaba preservar al hombre del pelotudo. Mientras tanto no iba a esperar, no sabía hacerlo, Roma la esperaba y marcó un número.

— ¿Hola?

—¿Chango? Habla Vero, Verónica Kawalsky.

—¡Verónica! ¡Qué gusto escucharte! No me digas que estás viniendo a Italia…

—Voy a Roma aunque… alguna vez me gustaría tener más suerte y poder conocer Pescara.

—¡Tengo una casa en Pescara!

Chango ya se había olvidado de que él mismo se lo contó.

— Mirá, tengo que averiguar de un tipo en Roma y después me encantaría conocer Pescara de tu mano, Chango.

—¡Pero descontálo! ¿A qué tipo?

—Un tal Robles, es de acá. No tengo idea quién es y… bueno, después nos vamos a Pescara, a lo mejor puedo quedarme en tu casa, ¿tenés problema con eso?

Pero Chango no contestó.

—Chango, ¿estás ahí?

A Vero le pareció escuchar como una tos, un carraspeo, voces… ¿hablaba con otra persona?

—¿Chango?

—Sí, Vero. Oíme, tengo que cortar. Avisame cuando llegues que te voy a buscar al aeropuerto.

—Chango…

Pero Chango cortó.

(Continuará…)

Fuente de la imagen
cici-muniz.com

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