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Chusmas

Que las mujeres hablamos más que los hombres, y que hablamos más sobre personas cercanas que sobre temas lejanos (como autos, modelos, deportes) es sabido, podríamos generalizar sin problemas. Pero ahora, que dejen en manos femeninas el tema de los chismes, y sobre todo, de los chismes malintencionados, de pintarle la reputación a una persona con dos datos… no señores, ahora mismo vienen y se hacen cargo de la parte que les toca.

Gente malvada hay en todos lados, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, pobres y ricos.

Todos alguna vez le sacamos el cuero a alguien, le dijimos boludo, tonto, pelotudo, cornudo, puta, puto, gordo/a, y mil cosas más a algún otro. Todos, cuando sentimos bronca por alguien, agarramos una oreja cómplice y culpamos al agraviador de ser choto, mal cogido, ladrón, inútil y hasta de tener granos. Es comprensible. Pero algunas personas hacen de la difamación su hobby. Sin el más mínimo empacho definen como ladrón al tipo que hipotecó un riñón porque quiso darse el lujo de irse de vacaciones al Caribe siendo portero de un edificio, de puta a la señora soltera que llega a casa en un auto que ellos no habían visto nunca (¡y manejado por un hombre!), de cornudo al tipo cuya mujer debe viajar por negocios, de rapidita a la hija que se queda en la puerta de casa con su noviecito comiéndose la boca, de drogón al chico que usa rastas y no visita el baño muy seguido.

Estas personas no se dan cuenta la profundidad del daño que hacen, o lo que es peor, no les interesa. Por unas horas de conversación jugosa hacen que alguien pierda un posible empleo, un posible amor, una oportunidad de ascenso. Muchas veces un simple comentario nos hace desistir de gente a la que no conocemos, y ese primer comentario es el decisivo. ¡Malvados! Y los otros, los nabos que escuchamos, le hacemos la cruz a gente que no hizo nada peor que tener un vecino o compañero de trabajo tan pajero que su único deporte es cagar al prójimo.

Me acuerdo cuando era chica, había una vecina en el barrio que era “la puta” de la cuadra. Que nunca estaba en su casa, que volvía siempre de noche, que no cuidaba a sus hijos. La realidad era que el marido se fue con una pendeja, dejándola embarazada de su cuarto hijo. Y no le pasaba dinero suficiente para alimentarlos siquiera. La pobre mujer salió a trabajar a los 37 años por primera vez, y consiguió laburo en una rotisería y en consecuencia llegaba a casa tarde por la noche. Nadie la ayudaba, no podía pagar a nadie que le cuidara los niños. Pero los vecinos, en lugar de ayudarla, en lugar de tenerla como ejemplo de madre abnegada, simplemente la acusaban de puta. Y punto. Y el que se acercaba para ayudar era o amante de la puta o amiga de la puta.

Esos mismos vecinos (que se encargaban de desparramar mierda, la mierda que ellos tenían en la cabeza) años después, cuando mi hermana más grande tenía 17 años y su primer noviecito (con el cual no podía ni salir a bailar sola, tenía que llevar amigos sí o sí y dejar a mi hermana primero antes que a los otros amigos), notaron a mi hermana más gordita y decidieron que ella estaba embarazada. Lo comenzaron a regar por todos lados, y como Mendoza es muy chica, rápidamente llegó al colegio católico donde mi hermana cursaba quinto año. Mientras en el colegio los curas se agarraban la cabeza pensando si sacaban la manzana podrida de la canasta, mi hermana debía darle explicaciones a sus amigos que no tenía por qué dar, pasó un momento horrible, se sentía una casquivana sin haber hecho nada, se sentía con obligación de explicar que era inocente de algo que ni se le había pasado por la cabeza (valga la aclaración que los 17 de ella no fueron mis 17 y menos los de ahora). Todo gracias a la lengua venenosa de una  pareja de vecinos pelotudos que no tenían qué mierda hacer. La hija menor de ellos que era mi amiga,  fue expulsada del grupo y nunca más volvió. Se comió el garrón de tener padres chusmas y malvados.

Uno puede pensar que son personas resentidas, envidiosas, que están enojados por algo que uno hizo, que lo hacen por competencia desleal. En algunos casos puede que sea así. Pero en la mayoría de los casos, lo hacen por diversión, por pasar el rato, y es lo que da más bronca. Mi mamá me decía: “no sólo hay que ser, también hay que parecer”. Y parece sensato, pero la verdad es que nadie se salva de las malas lenguas. Además, no es sano vivir pendiente de lo que opina el resto.

Y con respecto a la división por sexos, quiero dar mi opinión con simples ejemplos:

-Grupo de amigas a las 2 de la mañana ( o dos de la tarde): “¿Che, vieron la hermana de la Dora? ¡Qué linda es! Además estudia Psicología y trabaja en la Municipalidad de Guaymallén, es secretaria del Subsecretario.” “¡Mirá qué bien!” “¡Qué va a ser linda! ¿Le has visto los pozos que tiene en la cara?” “Sí, además anda siempre con esos pantalones floreados hediondos parece que los hizo con una cortina” “Encima se cree linda, y es porque se pone un escote hasta el ombligo para que se le vean las tetas” “Uh sí, tiene unas tetas gigantes” “Sí, pero nada de culo” (Risas).

-Grupo de amigos a las 2 de la mañana ( o dos de la tarde): “¿Che, vieron la hermana de la Dora? ¡Qué buena está! Además estudia Psicología y trabaja en la Municipalidad de Guaymallén, es secretaria del Subsecretario.” “¡Mirá qué bien!” “Sí, está buena, pero es media rapidona… ¿Te acordás el cumple de quince de la Sofía? “Sí, que la llevó a su casa el padre de la Gladys… dicen que llegaron mucho después de lo que deberían… parece que se quedaron por ahí” “Seguro el viejo ese debe haber parado en la ruta y le pidió una rusa… ¿no le has visto las tetas?” “Uh sí, tiene unas tetas gigantes” “Sí, y también le hizo el culo…¿viste cómo le queda el pantalón? Hasta adentro… esa seguro entregó el culo” (Risas).

¿Cuál es el más dañino? Se las dejo picando…

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