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¡Cómo me calentás, Fiore!

Cómo-me-calentás,-Fiore

No tengo favoritismos entre mis contactos de facebook. Con algunos tengo más afinidad que con otros, a algunos (y algunas) los conozco personalmente, a ALGUNAS les he dedicado algunas notitas también (ahí entras vos, Damita de puntos). En fin. Tenía en la antigua cuenta (antes de que me la denunciaran mil veces y Don Facebook se decidiera a borrármela definitivamente) varios contactos, pero había un contacto que me intrigaba y no tenía. No lo iba a agregar, iba a esperar a que esa persona lo hiciera. Y llegó el día. Un buen día, la Fiore me agrega al facebook. A ver, no tengo la menor idea de por qué me intrigaba, quizás por el nombre, o por haberlo leído tanto en la novela “Eterno Atardecer”, de Don Rubén… ¡no sé!

No hablamos por esos días, pero una vez pregunté por un estado “qué cosas le calentaban a las mujeres”, ella se apareció por privado y me empezó a contar cómo y qué cosas la excitaban en la cama. Se refería a un hombre (a pesar de que nunca aclaró), pero, a medida que me contaba, en mi cabeza me imaginaba a mí haciéndole las cosas que me contaba. Comencé a excitarme, pero, al parecer ella también, ya que me lo confirmó en el mismo estado que había puesto.

La verdad es que no me gustan las mujeres, no me atraen, no me excitan, a pesar de que, al momento de ver una porno, las lesbianas son mis favoritas. Pero con la Fiore era distinto. La mina me calentaba, fuera de que sea linda… su cabeza me volvía loca, la manera de hablarme. Quizás porque la sentía bastante como yo, como que ambas teníamos la misma idea sobre el sexo. Todo quedó en nada, risas y más risas.

Llegó el sábado, y, como cada finde religioso, partíamos para Al Sur con mi grupete. Con la Fiore tenemos un amigo en común, y antes le había dicho que, cuando lo vea, le pregunte dónde estaba yo, así nos veíamos. Y así fue. En medio de la gira, me reencuentro con mi amigo y me dice: -“chabona, ¡no sabes! Hay una mina que está loca con vos y te quiere conocer ya”-. Sabía que hablaba de ella. Lo agarré del brazo y le dije: “¡llevame a buscarla!”.

Recorrimos un rato, pero no había rastros de la loca. “¿Dónde estás, Fiore?”, pensaba. De repente, mi amigo me agarra de la mano y me dirige.

-Vení, que ahí está.

Temblaba, como de nervios, emoción, ambas, no sé.

-Mirá a quién te traje – le dice, emocionado, mi amigo a la rubia.

Ella gira, abre los ojos grandes, sonríe en grande también y me abraza. Respondí de igual manera.

-Betty, ¡al fin te conozco! Te estaba buscando.

-Sí, nosotros también – le respondo, tratando de controlar mi alegría.

-Tomate algo con nosotras – dice, mientras me acerca un vaso -. Chicas, ella es Betty, ¡la que escribe los relatos pornos en el Mendo! – me presenta.

-Jajaja cállate, ¡qué tarada! – saludaba, tímidamente (sí, tengo mis momentos de inhibición).

Me quedé un rato más con ellas, bailando y tomando algo, pero después tuve que dejarlas.

-Che, me voy porque es el cumple de mi hermana, así estoy con ella un rato…

-¡No, pucha! Bueno, dale… ¡pero no te vayas sin saludarme!

-Jajajaja no, no, es más, pasame tu celu y te mando un mensaje cuando me esté por ir, así te veo un rato antes.

Intercambiamos números y me fui con mi grupo. La noche siguió su curso normal, entre alcohol, cigarrillos, amigos ebrios, hombres pesados… lo mismo de siempre. Estaba algo out de la situación general. Estaba en la ronda, me reía, pero en realidad no prestaba atención. Estaba concentrada, mirando para todos lados, para ver si la veía de nuevo por ahí. Se me acerca mi amigo.

-¿Y… qué onda con la Fiore?

-Re bien, es una genia… ¡y re linda, la hija de puta! – le respondo.

-Seeee – acota mi amiguito.

-No, pero posta que es muy linda… – insistía.

Tarde, pero temprano, me llega un mensaje. “¡Dónde estás!”. Ella. Le respondo dónde estaba y viene solita.

-¿Y tus amigas? – le pregunto.

-No sé, se quedaron por ahí. Me vine solita jajaja

Dos minutos después, mis amigos atinaban a apurarnos para irnos. No había forma de que se queden un rato más. Mi hermana se puso de novia y se envejeció 73 años, al igual que el noviecito.

-¡Puta madre! Me tengo que ir… ni modo.

-¡No! ¿Por qué?

-Porque sí, estos se quieren ir, y no tengo en qué volverme si me quedo jajaja

-Volvete con nosotras. Nos vamos a hacer un after a lo de una de las chicas, ¿te va? – me pregunta.

No lo pensé. Me iba con ella. Le avise a mi hermana, mi amigo se quedó con carita de póker, mirando. Se fueron y nosotras a buscar a sus amigas. Reunimos la tropa y enfilamos para la casa de una de ellas.

-¿Te quedas a dormir con nosotras? – me pregunta la Fiore.

-¿A dormir? – le repregunto

-¡Sí! – responde como algo obvio – y dormís conmigo – sonríe. Mi cabeza estalla.

-Jajajaja ¿estás ebria, nena?

-Un poco… pero ¿qué tiene que ver? Si lo decís por lo que te acabo de decir, para eso estoy bastante sobria – sonríe, nuevamente, y acelera mi pulso.

Llegamos al departamento de una de las chicas. Vivía con otra compañera, pero no estaba esa noche. Nosotras éramos cinco. Había restos de lo que parecía ser una previa, y los atacaron. A mí, como los “after” mucho no me agradan (no, no me agradan, directamente), no tomé más que un vaso de fernet.

-¿Y si jugamos a algo? – propone una de las chicas.

-No, yo me voy a dormir – responde otra, mientras se levantaba y la seguía una morocha.

-¡Qué mala onda!

-Juguemos nosotras – dice Fiore – ¿te pinta, Betty?

-Jaja ¿jugar a qué? – pregunto.

-No sé, a cualquier cosa, quedamos las tres nomas – responde la amiga – pero que sea algo con prendas, porque, si no, es aburrido y me duermo.

La verdad que ni me acuerdo como se llamaba el juego, y no voy a gastarme en explicarlo porque no es relevante. En la primera vez, pierde Agustina. La prenda: bailarnos de manera “sexy” a la Fiore y a mí. Nos cagamos de risa. Por supuesto que lejos de seducirnos. En la segunda ronda, me tocó perder. Rogaba que no me hicieran hacer lo mismo que Agustina porque tengo menos swin que nada.

Cométela a la Fiore, Betty, pero con un besazo groso, onda con lengua y todo.

La Fiore me miraba y sonreía.

-¡No, cómo! No, no, olvidate.

-Dale, Betty, si es un beso nomas – me alienta Fiore.

-Soy tímida, boluda, posta.

-Jajajaja ¡qué vas a ser tímida vos! Bueno, yo te ayudo.

Se arrastró por el piso, se acercó a mí, me tomó de la cara con ambas manos, estiró su lengua y, con ella, abrió mis labios. Mi respuesta fue inmediata. Nuestros ojos estaban cerrados. Sus manos seguían en mi cara, una de las mías la sostenían de la cintura. Un beso largo, muy húmedo. No me importaba nada. No nos importaba nada. Nuestros cuerpos se arrastraban cada vez más por el piso para separar la distancia. Las cabezas hacían movimientos circulares grandes y bruscos. De repente, y de la nada, sigue besándome por las mejillas, aproximándose a mi cuello. Yo entreabro los ojos y no veo a la amiga. Estábamos solas en el mini comedor. Miré el sillón con deseos, mientras la sentía humedecerme el cuello, el interior y exterior de mi oreja y dar pequeños soplos que enfriaban la saliva derramada y me erizaban el cuerpo.

Podía sentir claramente una corriente invadir mi vagina, y sabía que estaría completamente mojada. Imaginé que ella también estaría igual y eso me excitaba más.

Los besos cesaron un momento, y me ofreció sentarnos en el sillón así estábamos más cómodas. Lo hicimos, yo me encendí un cigarrillo como para calmarme. La situación se había salido de lugar. Permanecimos en silencio un rato. Yo fumaba mi cigarrillo y miraba a la nada. La Fiore tenía su vista clavada en mí.

-Me calentás, Betty – me dice algo bajo, con la cabeza sobre el apoya brazos y su cuerpo desparramado por el sillón. La miro y sonrío.

-Mmmmm… vos me re calentaste el otro día, cuando me contabas de…

-No, no entendés – interrumpe – me calentabas con tus notas, pero ahora me calentás vos – se endereza, poniéndose más cerca de mí – y, ¿sabes qué?

-No, ¿qué? – temiendo la respuesta.

-Nunca estuve con una mina, pero, desde que te leo, y más después de haberte conocido, pienso que sí estaría con una… pero sería con vos…

No es que no me la banque con una mina, ni sea tan pollita. Generalmente, las situaciones las controlo yo, y me inhibo bastante cuando es la otra parte la que toma las riendas. Sumado a que, como dije al principio, no me gustan las minas, pero ahora me estaba calentando, y bastante, con una de ellas.

Me enderecé, respiré hondo, me dejé ser y estar, me dejé llevar, terminé mi cigarrillo y encaré a la Fiore, que me miraba, como esperando una reacción o respuesta de mi parte. “Soy Betty, no puedo estar haciendo éste papelón”, pensé.

No respondí con palabras, simplemente la miré y la besé de nuevo, pero ahora con más fuerza. Ahora mi lengua tomaba protagonismo. Mientras la besaba, la recostaba nuevamente sobre el sillón. Tenía una camisa color salmón, que desprendía de a poco, mientras besaba su garganta y parte de su pecho. Separé ambas telas y me encontré con un corpiño rojo de encaje, que dejaba notar dos pezones pequeños y erectos, sobre dos prominentes tetas. Las agarré con ambas manos, como quien encuentra algo increíble y las masajeaba suave. Ella suspiraba finito y suave. Volví a besarla, mientras corría ese encaje. Se me hacía agua la boca con esos pezones, quería sentirlos en mi boca. 

Continué bajando por su vientre y me detuve a la altura de su pelvis, la miré y me miró, y asintió con la cabeza, mordiéndose el labio inferior. Volví la vista, separé sus muslos, subí la falda negra, y corrí la minúscula tela que recubría su vulva, pequeñita y rosada, lubricada en su totalidad. Comencé a contornear con la punta de mi lengua su clítoris, que estaba muy duro. Con mis dedos índice y del medio, contorneaba los labios menores de su vulva, mientras que con el pulgar la sentía por dentro. Sus gemidos eran tan suaves que me excitaban más de lo que ya estaba.

-Pará, pará… – dijo, temblorosa, corriéndome de mi trabajo – yo también quiero probarte, quiero saber a qué sabe una mujer.

Me paré frente a ella, me sacó el pantalón, la bombacha, y comenzó a acariciarme la entrepierna. Mis piernas temblaban, y se humectaban con los fluidos que despedía de mi interior. Volví al sillón, para adoptar la posición en la que ella había estado, pero me pidió que me pusiera de espaldas, sobre mis rodillas, porque quería besarme más de lo que la había besado yo. Hice caso y me entregué al placer.

Me acariciaba muy despacio, de arriba a abajo, de abajo a arriba. Su lengua aún no participaba. Esparcía mis líquidos por mi culo, hasta untarlo por demás. De repente, sentía algo más que sólo dedos. Algo me hacía presión y lograba entrar. Sentía sus manos en ambos cachetes, que los separaban entre sí. Nuevamente la corriente me invadía la vagina, y sentía cómo se me iba mojando la panza. Cada vez estaba más y más mojada.

Cortó con el placer, cuando veía que me retorcía por demás, me hizo recostarme sobre mi espalda. Estiré mi brazo para llegar a mi vulva, mientras que ella se sentaba sobre mi antebrazo. Corrió mi escote, y se ensañó con mis tetas, mientras se frotaba contra mi brazo y yo me masturbaba con mi mano. Sus gemidos, los míos, los besos, sentir su concha frotándose contra mí, me hicieron volar y estrangular un orgasmo en mi garganta, para no despertar a nadie. Ella, más suavecita, pero no menos loba, se acostó sobre mí y comenzó a moverse con furia, mientras sonaba su garganta. No me resistí y un nuevo orgasmo se apoderaba de mi cuerpo, pero con más fuerza. La apreté más a mi cuerpo.

-Voy a acabar de nuevo… ¡acabame, dale, dale, mojame toda, Fiore! – le susurraba al oído.

La Fiore aceleró los movimientos y se estremeció. Tiritaba, estiraba las piernas y sostenía un quejido en su garganta.

Nos quedamos un rato ahí, exhaustas. Después ella fue al baño, mientras yo me arreglaba un poco y encendía otro cigarrillo. Reaparece del baño sólo con la camisa, sin el corpiño y con la tanga, atándose el pelo con una cola.

-Che… tengo alguien para que salgamos, pero las dos, jajaja – me comenta.

-¿Ah, sí… quién es?

-Omar se llama… 

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