Tulio se acercó a la mesa.
— Acá está su café.
— Yo no pedí café —dijo el más alto de los de la mesa—. ¿Vos pediste?
— No —dijo el más petiso—, debe haber un error.
— Perdón, pero ustedes hicieron así con los dedos —dijo Tulio mostrando con su pulgar y su dedo índice una medida clásica en el lenguaje tácito de todos los bares de Argentina para referirse a la distancia a un café.
— ¡Ah, sí, pero yo hablaba del tamaño de…! Bueno, no importa. Dejalo ahí si querés.
— No. No es así.
— ¿No es qué cosa?
— No es: “dejalo ahí si se te canta el culo”. Acá hay un café, un café muy especial además. Esto que vos pediste accidentalmente mientras hacías una burda señal con los dedos no es un café, es una oportunidad…
— ¿Una oport…?
— Una oportunidad para ser mejores personas, para compartir, para que los silencios no sean tan íntimos…
— ¿Cómo es eso?
— Un silencio sin café es mirarse a la cara, lo que implica besarse, lo que es muy inconveniente cuando se está con un amigo, sin embargo con un café ese silencio es la pausa para saborear y comentar sobre lo bueno o malo del café. Este café es un café de silencio, un café que invita a tomarlo y nada más. Miles de parejas han tenido relaciones, incluso ¡han sido padres! por este café.
— ¿En serio?
— Me voy a retirar —dijo Tulio cerrando los ojos y levantando la naríz—, cuando es en vano, es en vano…
— No espere…
— ¿Qué espere qué? —preguntó Tulio volviendo a la conversación de la mesa—. ¿Qué espere a que te des cuenta de qué es lo que te traje? ¿Eso querés que espere?
— Bueno, disculpá… No sé, es que…
— Es que nada, el problema es que vos entraste a un bar, y esto no es un bar…
— ¿No es un…?
— …vos entraste a un sucucho para hablar de tamaños de penes, pero esto no es un sucucho…
— ¿Tamaños de penes? Yo hice el gesto de un lapso de tiempo…
— …vos creíste que entrabas a un boliche pedorro, pero esto no es un boliche pedorro…
— ¿Y qué es?
— Esto es un santuario, un santuario urbano. Y ustedes entraron con zapatos.
— Perdón —dijeron los dos hombres y miraron alrededor—… ¡Pero todo el mundo está con zapatos!
— Sí, pero ustedes ni preguntaron si se podía entrar calzado.
— ¿Ellos sí?
— Ellos… ellos están tomando el café. No mires la paja en el ojo ajeno, ¡mirá la viga en el tuyo!
— Oigamé, le pedimos disculpas. Nos interesa esto del café…
— Ya le dije, esto no es un café, esto es una oportunidad.
— Sí, eso, nos interesa esta oportunidad.
— Yo también querría otra oportunidad —dijo el otro.
— Otra oportunidad… ¿Acaso ustedes dan otras oportunidades a los que se las piden?
— Upa… ¡Qué profundo viene esto! —dijo el alto.
— Este café nos va a salir una fortuna…
— El café sale nada, se los regalo. Lo que cuesta mucho es entender lo que tienen en la mesa.
— Sí, le pedimos disculpas, señor.
— ¡Mentira! ¡Me pidieron otro café!
— ¡Otra oportunidad! ¡Otra oportunidad!
— ¡Solo hay una oportunidad!—dijo Tulio levantando la voz—. Y si se las doy, ¿qué van a hacer con ella? —Tulio estaba agachado con el abundante abdomen sobre la tacita y la cajita con los sobrecitos de azúcar como una tormenta de granizo sobre débiles viñedos tempranos.
— Yo… —dijo el más petiso—, yo pienso ser mejor persona.
— Yo voy a ser mejor esposo.
— Mentira, no querés ser mejor esposo… —dijo Tulio ahora con sus ojos achicados por el entrecejo apretado y sus dientes a la vista.
— ¡Mejor amigo! ¡Quiero ser mejor amigo!
Tulio se incorporó y quedó en evidencia lo monumental de la escena de esa panza sobre la mesa sin destruirlo todo.
— Acá tienen una oportunidad… Espero que la sepan aprovechar —dijo Tulio empujando la tacita hacia el centro de la mesa—.
— ¿Yo puedo pedirle otra oportunidad con crema y edulcorante?
— ¿Edulcorante…?
— Bueno, no sé, como usted quiera que lo tome…
— El edulcorante está ahí, con el azúcar. Tome lo que quiera. Paguen ahora.
Los hombres pagaron, Tulio dio media vuelta y se fue. Al rato volvió a la mesa con el otro café. “Muchas gracias, señor” repetían los dos ahora oportunistas mientras Tulio se alejaba en silencio.
Las horas pasaron mudas, cada minuto parecía descolgarse del reloj como una hoja seca y el silencio de la mesa de los dos hombres parecía ser un lugar de oración y piedad. En un momento determinado, quebrando la parsimonia espesa de aquella pesada tarde, los dos hombres saltaron de sus sillas y corriendo escaparon por la puerta. Cuando Tulio volvió al mostrador Castillo desde la caja le preguntó:
— ¿Por qué salieron así esos dos?
— No sé. Yo le llevaba los churros con crema al de la mesa de la ventana y cuando pasé al lado de su mesa saltaron como demonios.
— La gente está loca, Tulio.
— La gente necesita una oportunidad, Castillo. Eso es lo que necesita… Una oportunidad.
Mientras tomaba mi último sorbo de cortado, me sorprendió el final… no lo entendí…me lo podrás explicar?
No lo puedo explicar, Melu, porque el Café Isaac Estrella es algo así como escritos experimentales. Acá realmente está la borra de algunos de los que escribimos en el Mendo. Esto es lo que queda en el fondo del cuenco de la cabeza. Creo que por eso nos gusta tanto. Pero si querés dale un sentido al final y contámelo por privado, y yo te digo por qué sí puede ser o por qué no. Gracias, Melu!!
jajaja,
Tulio tiene la posta!!
un abrazo Marcos, que retorcido que podés ser!!! jajja
Jajajaja, lo interesante de estos diálogos es que no se los puede elaborar mucho porque pierden espontaneidad, Uquina. Entonces yo mismo puedo verme al final de cada nota pensando: esto tenía en la cabeza??
(No sé a quién se le puede ocurrir pedirle a Tulio churros con crema…)
Tal vez era un soñador optimista, o un mal llamado loco… o alguien sin miedos y libre!!
Un abrazo Marcos!!
Un capo el Tulio…tiene la posta de la vida misma y conoce a cada persona con solo mirarlos, el Isaac Estrella es un agujero de gusano…ahí han desaparecido hasta barcos, gran relato Marcos , un abrazo
Jajaja, sí, es un agujero de gusano pero por su energía oscura. Muchos creen que más que agujero de gusano es una cueva de ratas… Tulio es una especie de gurú ciudadano, un precursor del psicólogo moderno. Un visionario…
Tulio debe de haber sido testigo de incontables historias en ese santuario del café Isaac, un hombre de lo más avezado canta la justa.
Los dos que saltaron de sus sillas, seguro que vieron pasar a la oportunidad y esta vez no querían dejarla ir.
Sí, Lore, Tulio vio pasar por sus mesas a más de la mitad de la guía telefónica. Ha visto llorar a gente que se escondía en sus mesas para que nadie la viera. Ha sido testigo privilegiado de encuentros clandestinos, transacciones dudosas, charlas fraternas, comas alcohólicos y adictos lectores de diarios…
Tulio si sabe como vender un café. Creo que me podría quedar horas charlando con ese tipo en la barra del Isaac.
Y… A quien se le ocurre ponerle edulcorante al café?!!
Beso, Marcos
Gracias, querida! Tulio es capaz de vender cafés usados, mirá lo que te digo…
un geniooo
Gracias, Antonela!
la vida es una herida absurda….
Ya sé, no me digás! Tenés razón!