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El arte de despertar

Estuvo esperando este momento por tanto, tanto tiempo. Lo deseó tanto que se volvió real. Tomó fuerzas de donde no había y encaró a la vida desde su lugar.

Durante todos los días de su vida le dijeron que hacer, todos los momentos que escribía en su existir estaban marcados por rigurosos modelos a seguir. El qué y cómo ser en el futuro. Todos y cada uno esperaron que Ella siguiera los pasos de miles y miles de jóvenes que tarde o temprano se transformarían en entes.

Pero nunca se percataron que las noches eran de Ella, porque de niña había aprendido a brillar entre las luces de la resplandeciente oscuridad. En sus noches abría los ojos y se imaginaba lo paralelo. Se dejaba escapar entre paletas de colores y maravillosas pinceladas de pasión, cantaba a coro con los estruendosos acordes de independencia y bohemia, volaba con las manos y sonreía con pasión. Su alrededor cambiaba de color y un arcoíris brotaba por entre esa literatura escondida con cautela por entre los pesados libros de leyes que la abarrotaban en los despertares. Su identidad era otra en la noche. Estaba feliz, conforme y libre.

No recuerdo bien cuanto tiempo vivió escondiéndose en las noches, acompañada solo por las artes. Realmente no recuerdo cuantos días vivió corriendo con preocupación de seguir un futuro incierto e impuesto a voluntad de los más grandes. Realmente no lo recuerdo.

Pero si recuerdo su repentina revelación.

Se levantó una mañana como cualquier otra y en un espontaneo momento de frescura, se despidió de todo. Fue como si el día fuese noche para Ella. Estaba aterrada. Transpiraba del miedo. Nunca se imaginó estar peleando por su futuro, pero sabía que si ella no actuaba, tal vez nadie más lo haría por Ella. Juntó coraje, apretó los puños de su mano, respiró hondo y con un estridente grito que casi hizo crujir el cielo, se liberó. Quemó en mil pedazos los estereotipos impuestos por generaciones y generaciones. Dejó de lado el que dirán y renunció a los días donde se le decía que hacer.

Hoy, se la puede ver en la calle, es Ella la que tiene la sonrisa marcada entre sus mejillas, es Ella la que puso a dormir en un rincón de su habitación los pesados libros de leyes que la agobiaron tanto, es Ella la que ahora vive, es Ella la que camina con soltura y sin preocupación siempre de la mano de las artes, esas artes que son ahora su futuro, el futuro que Ella eligió.

Ella. La que transformó el día en noche y la noche en día.

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