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El enfermo

Estar muy enfermo y muy débil es algo muy extraño…
Fragmento de «Enfermo»-Charles Bukowski

Tosió y tosió por dos años seguidos, durante ese tiempo vivió con la nariz llena de mucosidades y el cuerpo contraído de calambres dolorosos y rancios. Gastó kilómetros de pañuelos de papel y tomó kilos de antibióticos; su familia se alejó de él y sus amigos lo abandonaron, temerosos como un homínido frente a un eclipse.

El gobierno lo consideró un peligro para la Salud Pública y lo confinó en un domo de acrílico transparente con todas las comodidades y en la soledad más ascética.

En ese lugar le hicieron los más espeluznantes análisis, dignos de las abducciones más horrendas o del Menguele más desquiciado; todo en nombre de la ciencia y de la salubridad del pueblo.

Era urgente, bajo cualquier costo y de cualquier manera descubrir el por qué de la contumacia de esa gripe en apariencia tropical y de hecho purulenta.

Pero todo fue en vano.

Los estudios misteriosamente indicaron una salud casi perfecta, entonces sólo fueron posibles dos cosas: o era un virus inteligente y extraterrestre que podía camuflarse y así poder evitar ser detectado por la tecnología médica, o si no, se estaba frente al mayor hipocondríaco en la historia de la Humanidad y sus alrededores.

Mientras, él seguía expectorando y padeciendo.

De a poco las autoridades fueron olvidándolo, y lo dejaron en su cúpula. Cayó en el olvido total. La prensa encontró otras cosas más jugosas para confundir a la opinión pública.

La civilización siguió con su andar.

Entonces, un día, de la nada, se escuchó en todo el mundo un sonido imposible, que no provenía de ningún lado y estaba en todas partes. Era un estornudo colosal cuya onda sonora rompió tímpanos y cristales en todos los idiomas. Ahí se acordaron del hombre abandonado y fueron en su búsqueda. Lo encontraron hecho un anciano de barbas blancas hasta los tobillos y arrugas de papiro; estaba sonriente y se sonaba la nariz con mucosidades ulteriores.

Estaba aliviado.

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