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El rompe cabezas de 10.000 piezas de París

Para Pablito
El que aún no ha abierto la caja
Mamá

Contexte

Viernes 5 de mayo de 2017. Ciabatta y cerveza.

Castigada con indiferencia una vez más por ser demasiado emocional, honesta, transparente y expresiva; reflexiono sola en mi café favorito de Villa Morra.

Mi soledad no está mal. Es el precio que pago por sentir en mis vísceras las emociones buenas y malas sin saber fingir para encajar.

Hoy se cumplieron 8 sesiones de estimulación transcraneal. Un tratamiento médico diario, consistente en una descarga eléctrica controlada en el cerebro durante una hora.

Toda una semana de intensos dolores de cabeza que desbordaron en extraños calambres en mis piernas y pies, náuseas, mareos, vómitos, zumbido en los oídos. Infernal malestar.

Tengo una tremenda tolerancia al sufrimiento físico, pero cualquier ser humano se doblega luego de tantos días seguidos.

Hace un par de meses estoy inmersa en una hermosa historia de amor y está en pleno desarrollo de las reglas del juego. Pero hoy sentí el primer golpe de distancia cuando leí un rotundo «basta» en la pantalla de mi celular.

No me asusta, ni me apena. Suelo tener ese efecto en la gente que trata de navegar por primera vez en los cauces de mi inquietísima cabeza.

Esta semana me ilusionó muchísimo la idea de construir un contexto mágico para que nuestros hijos se conocieran: Bariloche. Pero para el padre de mi hijo soy una persona incapaz de llevar a un niño de 8 años de vacaciones al extranjero. Para él simplemente soy una discapacitada mental.

Eso fue un golpe emocional muy bajo, y lastimosamente cavó muy profundamente en mi autoestima por unos días.

Soy resiliente, pero no funciona de manera inmediata. Me toma unos días recuperarme de las cosas dolorosas que vivo.

¿Qué pasa si justo estás ahí en ese interín?

Ves una versión anormal de mí. Triste, vulnerable, negativa, apesadumbrada, insegura, sensible.

No es una buena versión, pero es la que surge cuando debo sanar y enfrentar situaciones difíciles y complicadas.

Le casse-tête

Imagínate un rompecabezas de 10.000 piezas con una bella postal de París.

La gente que no me conoce me ve como la caja del rompecabezas en el aparador de la tienda.

Observan las fotos en el exterior de la caja. Todos coinciden en que es un hermoso paisaje europeo. Un sueño romántico, lleno de magia, único.

El 99% mira el precio que hay que pagar y piensa en el esfuerzo de organizar con paciencia de monje las 10.000 pequeñas piezas, que al inicio parecen no tener sentido. Piensan incluso que es un excelente desafío para los fines de semana. Un experimento para mejorar su destreza.

Entretenimiento de alto nivel.

L’historie

Sólo se han vendido 4 cajas del fascinante rompecabezas en 36 años.

Mi familia discute en comité donde van las piezas. Nunca lo han armado del todo. Aún no han visto el paisaje completo. Ellos han visto espectaculares porciones con sentido. Siempre han celebrado esos pequeños logros. Pero vuelven a discutir y normalmente deciden empezar todo de nuevo.

La segunda caja fue vendida en 1995, a un humilde muchacho de Fernando de la Mora llamado Pablo. Durante 8 años se ocupó, día tras día, de ubicar cada pieza con una paciencia incomparable. Pero en el año 2003 ocurrió una tragedia y falleció inesperadamente. Fue la única persona que pudo ver las 10.000 piezas en su lugar y pudo decir: esta postal es mía.

Unos 7 meses después de que muriera Pablo, un alemán compró la tercera caja. Como buen ingeniero que es, se tomó 1 año para leer las instrucciones y escribir un protocolo. Cuando por fin estuvo listo comenzó a armar el rompecabezas de forma fría y estructurada. Usó una base sólida donde incluso pegaba cada pieza con pegamento para que no se moviera. Todo en perfecto orden, por muchos años.

Andreas, así se llama el alemán, estaba tan seguro de su método que dejó de esforzarse y sólo se ocupaba del rompecabezas de vez en cuando. Cada vez menos. Hasta que una noche, un argentino impetuoso se metió en su propia casa y le robó el tablero, con todo su progreso de 4 años.

Manuel: porteño, artista y adorable. Trató de continuar el esmerado trabajo del alemán, pero a veces se desesperaba tanto en su propia ansiedad que forzaba las piezas en lugares donde no correspondían. En 5 años rompió el tablero que contenía las partes prolijamente ya ensambladas, perdió algunas piezas y a otras le prendió fuego con intolerancia a mi condición de mente inquieta, especial.

La cuarta caja la tiene mi hijo Pablito desde el 4 de julio del 2008. Aún no la ha abierto. Mi trabajo como madre es forjar en él el amor por los rompecabezas. Éste de 10.000 piezas con el paisaje de París va ser sólo una práctica, para que cuando vaya a la tienda a elegir el suyo no le tema al precio que debe pagar o al esfuerzo de armar el que elija para su vida.

Aujourd’hui

Entre el 2012 y los tiempos actuales, varios caballeros de brillante armadura han solicitado llevarse la caja del rompecabezas para intentar armarlo.

Diferentes factores han hecho que el producto haya vuelto a la tienda casi intacto. Se les ha devuelto el dinero a los clientes en cada ocasión.

El año pasado el alemán compró una nueva caja del rompecabezas. Intentó por meses recuperar el tiempo perdido. Pero esta vez puso una condición: se utilizaría una lujosa mesa de mármol para esparcir las piezas, en un lujoso salón de juegos de su mansión y se prohibiría la venta del producto para siempre. Su propuesta era que si finalmente lograba armar el rompecabezas, nadie que él mismo no autorizara podría siquiera contemplar el paisaje parisino. Las políticas comerciales de la tienda no lo permitieron.

Actualmente queda 1 caja del rompecabezas de 10.000 piezas de París en la tienda. Hay problemas de mal marketing en el mercado, pero el producto es fantástico.

Aunque el producto se está poniendo viejo, aún la gente lo admira en el aparador y habla de las fantásticas fotografías de la caja.

Escrito por Melisa Martínez para la sección:

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