Y bueno… Llegamos al lugar del cual nunca salimos y nunca nos fuimos, pero increíblemente llegamos.
Uno sabe que debe actuar de algún modo necesario para lograr cierta clase de objetivos, pero no siempre hace las cosas bien, entonces llego a la conclusión de que no hay fórmula para hacer las cosas “bien” ¿Qué está bien y qué está mal?
Y sale a flote, reflota, aflora esta reflexión que en una de esas les sirve (o no y perdieron tres minutos de su vida leyéndome). La cuestión es que no sirve estar esperando, no sirve buscar señales del universo, no sirve confiar en un destino irreal, irracional. Lo único que nos queda es la convicción de vernos a nosotros mismos realizados en ese sueño de papel que puede ser usado para limpiar la ventana de nuestros sentimientos, a través de la cual aparece esa persona que uno cree que es lo que cree que es, y justamente lo es.
A completar blocks enteros buscando la palabra para describir un sentimiento, cantidad de letras borradas en teclados infinitos, cantidad de llantos ajenos en casas ajenas, en barrios diferentes, en personas distintas y, al fin y al cabo, nos queda ese gusto a metal litografiado en la boca con ganas de sacarlo con un poquito de rimmel prestado.
Creo que estoy alienado al sentimiento de ser otra vez mi yo del futuro, mi proyecto de vida, mi incertidumbre movilizadora. Esto parece una catarsis de la re putísima madre (y en realidad lo es, gracias) pero seguramente tampoco van a poder encontrar palabras, frases, cuando estén así.
¿Es necesario ser tan nostálgico? Capaz es solamente una hoja más de otoño, una caricia de viento, un susurro dorado, un velo enjuagado, empapado. Y me cuesta resolver cuestiones, y a la vez estoy muy feliz por muchísimas cosas positivas. Me columpio, si, me columpio en el patio de mi abuela, busco respuestas en una vaquita de San Antonio posada en mi hombro “¿Me decís la hora? ¿Me decís quién soy? ¿Me decís quien es ella?” y bueno, las respuestas aparecen instantáneamente salidas de una conversación telepática mía y de ella, la mariquita, la vaquita, la representación insecticida de mi posición.
Habiendo tantos problemas y vos preocupándote por estas pelotudeces, que al final no son importantes, en una de esas definen tu personalidad, o tu forma de ser, pero no pasa nada, no seas boludo no le des bola. Bueno. Es así como seguimos (no sé porque meto a todos en la misma bolsa) viviendo, seguimos disfrutando aspectos sencillos de la vida, y enroscándonos en problemas insignificantes.
No me estoy haciendo entender mucho, tampoco espero que me entiendan, por ahí es para que lo piensen un poco y, nada, solamente eso. Imagínense que no sé ni que título ponerle, ustedes pónganle el título que se les ocurra.
Las no señales aparecen envueltas, enmascaradas, como encandiladas en reflejos de un ojo que ya no está preparado, esta cegado, llora.
Y Ramiro, Mercedes, esos dos deben estar suspendidos en el tiempo, todos los viernes del mundo, esperando ser vividos, ser contados, ser sentidos nuevamente. Encontrarle un sentido a su pasar por las cabezas de los lectores. Por mi cabeza. Esta (my head) es la que no puede concluir, la que no se encuentra ubicada para ellos, porque ellos, Ramiro con su incertidumbre y Mercedes con su calidez capaz están mucho mejor que la cabeza del que los escribe. La tercera persona en prosa por ahí te salva, viste… Hace un poco mas impersonal eso tan personal que querés describir.
Y ese sentimiento amarillo, naranja, rojo que recae como las hojas de este otoño que todavía se siente. Empezó el frio y escribo con los dedos entumecidos y recaídos como ideas sin resolver… los atardeceres alargados, las sombras habitantes de un planeta de gigantes y los pies helados. Las zapatillas medias húmedas y las medias zapatillas húmedas.
Que ganas de encontrarme en otro lugar inexistente donde solo pueda recostarme a pensar en las mañanas, para despertarme calentito con tu mano en mi pecho, diciéndome que todo va a estar bien, que no pasa nada, te amo (un poquito) yo no (mentira) yo sí, yo tal vez, no sé. Y queda la borra del café negra y bastardeada por el intento fallido de continuar con la historia miserable de esta crisis sin sentido, de este sinsentido.
Una vez hablé acerca de que fluir no era dejarse llevar, o lo escuché, no sé. A veces hay que dejarse llevar un poquito. Algunos me comprenderán mejor.
Hoy te escribo como la mano de la pluma, ya sin historia en el papel, sino más bien con los labios mojados del ayer. Fluir fue sencillo, las palabras caían pidiendo tener un refugio. Después vino el otoño y caían sin retorno. Dejarse llevar es dejarse ir, dejarse morir para nacer en otro.
Mercedes hoy se despide, no sé si es un adiós, quizás sólo un letargo. A los lectores, les pido disculpas por no saber vivir con la distancia, y porque cada palabra mía nunca pudo ser prosa y andaba esperando ser vivida. Ser y no ser un personaje, sentir y escribir en boca de otro es un arma de doble filo, porque en algún momento, con un leve soplido del viento el personaje y la pluma se alejan y ya las hojas caídas no vuelven al mismo árbol.
Yo sé que esta historia nos espera para ser contada, allá en la esquina del tiempo. Los viernes son tuyos. Adiós. Mercedes
A los dos los felicito, a Ramiro y a Mercedes. Ojalá que lleguen las otras cartas, las cartas de la soledad, tal vez las cartas de dos vidas que se separaron y siguen contando sus vidas. «Todos los viernes…» está muy bueno, ojalá que no muera acá.
Otra vez, gracias Ramiro y Mercedes…
Exelente prosa ,cala hasta lo mas profundo de los huesos.