/El usurpador de nuestra casa

El usurpador de nuestra casa

Mi esposa es una mujer muy coqueta, por lo que para nuestro aniversario le obsequie un  enorme espejo del mercado de pulgas. Lo instale en la habitación principal para sorprenderla antes de que volviera de dar clases.

En la noche mientras me arreglaba para salir a cenar me pare frente al espejo. No solía vestir elegante, pero la ocasión lo ameritaba. Me arregle la camisa, me emprolije el peinado y de la nada me dio la impresión de que mi reflejo me guiñaba el ojo. Tal vez fue una mera impresión, tal vez lo hice involuntariamente, pero me sorprendió.

Debo decir que nuestras vidas eran plenas, atrás habían quedado los años de penurias financieras y nuestro pequeño Santiago crecia fuerte y sano, simplemente no podia pedir más, eramos la pareja ideal, cada dia que pasaba me enamoraba mas y mas de mi mujer, era simplemente el lugar y el momento donde quería estar.

Hace solo un mes Santiago dio sus primeros pasos, tambaleándose torpemente llego hasta nuestro cuarto, para darnos su mejor sonrisa, mientras su madre lo sostenía yo tome la fotografía.
Cuando lo acostamos ella reviso la cámara.

– Gordo veni, mira la foto.
– ¿A ver, como sale Santi? – mire la fotografía, la mire a ella y mire el espejo.

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– ¿Que raro no?

Me pare mientras le contaba lo que me había pasado la primer noche en que traje el espejo.

Acerque mi rostro al espejo y senti un murmullo.
Era mi voz, pero se sentía lejana. Tal vez fuera un eco, después de todo la casa era antigua y las habitaciones enormes. No vi nada extraño, tal vez era un extraño efecto del flash.

– ¡Que cosa barbara! Mañana me tengo que afeitar bebe.
– Gordo te afeitaste a la mañana.
– Pero mira la barba que tengo- le dije mientras acariciaba mi barbilla – suave como piel de bebe.

Voltee hacia espejo, me acerqué despacio, con ambas manos sobre el cristal, en mi reflejo se esbozó una sonrisa, alguien tomo mis manos…

– No gorda, me voy a tener que volver a afeitar, mira como estoy.
– ¿Gorda? ¿Desde cuando me decis gorda?

Golpee con todas mis fuerzas el cristal pero ni siquiera se movió del marco.

-¿Sabes que? Este espejo me da mala espina, mañana lo tiro al contenedor – dijo mientras sonreía maliciosamente y apagaba la luz.

El usurpador se acostó en mi cama.

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