/Ese nostálgico adiós que todo hombre ha padecido

Ese nostálgico adiós que todo hombre ha padecido

Todo comenzó con un acto de celos, visitas diarias, luego peleas y termino con llantos, lagrimas dolidas, y una mirada a través de la ventana, dándole la espalda a él, al que una vez llamo “el amor de su vida”.

Al comienzo era sonrisas, felicidad y ceguera, creer que nunca iba a acabar fue su peor error. La pareja perfecta, mismos gustos, mismo humor, un tiempo dorado, sin ver un mañana disfrutando el presente. Apartando a todos sus amigos, dejando sus actividades, lo único que importaba en esa relación era hacer sonreír al otro. Sorpresas diarias, demostraciones de amor a no dar más. Ambos completamente expuestos entre sí, sus corazones estaban en las manos del otro, pero bajo toda esta felicidad se escondía la realidad, sin darse el tiempo de echarse de menos, sin dar lugar a las penas, esta crecía dentro de cada uno y ellos no la veían venir.

Pasaba el tiempo, cada vez se ahogaban más, pero estaban cegados por el maravilloso sentimiento del amor. Las sorpresas eran cada vez menos frecuentes pero más lujosas y elaboradas, sin importar el dinero ni el esfuerzo, se volvió costumbre. Creían que el sentimiento era cada vez mayor, pero comenzaba a perderse realmente, la relación se había vuelto una rutina con muy pocas salidas, él comenzaba a sentirse vacio, ella cada vez mas ciega. Cuando necesitaban ayuda siempre recurrían el uno al otro, sin otorgarse otro punto de vista.

La relación fue creciendo, comenzaron a vivir juntos, se empezaron a controlar cada vez más, no había acción que pasara desapercibida. No había secretos, no había infidelidad, pero en ese momento entraron las mentiras. Él creía que eran inocentes, se escapaba con sus amigos, porque a ella no le gustaba que se reuniera con ellos, no podía confiar en él aunque quisiera. De ahí todo comenzaba a empeorar, ya no se decían lo que pensaban del otro, cuando una acción no les gustaba no se lo expresaba al otro, se guardaban su opinión y el resentimiento tomaba lugar.

Era cuestión de tiempo, las sonrisas se volvieron falsas, las verdades mentiras, e ignorándolo el sentimiento de amor se tornaba en odio y costumbre. Cuando estaban juntos ambos estaban incómodos, cuando no estaban juntos el control mutuo por saber que hacían empezaba a volverlos vacios por dentro.

La desconfianza gano, ella decidió revisarle todas sus cosas porque sabía que algo andaba mal, su celular, sus mails, sus cajones, hasta que finalmente las encontró, mentiras. Regreso a casa cuando la vio sentada con su cara llena de lágrimas, al principio se asusto hasta que ella hablo:

-Mi desconfianza tenía fundamento, nunca debí creerte, todo esto es una mentira, ¿aunque sea me amas?

Se quedó parado frente a la puerta, mirándola, y bajo la cabeza, una sola lagrima cayo por su mejilla, cuando ella lo vio, entendió… ya no la amaba, simplemente se había acostumbrado a estar con ella. El sentimiento se había ido y la rutina había tomado lugar.

Los insultos entraron, él no emitió un sonido, no la amaba mas y le dolía pero la realidad era que esa felicidad que ella traía a su vida ya no estaba y eso no le permitía ser feliz. Entre el llanto desesperado, una mujer cuyo corazón había sido roto, destruida, dolida, convirtiendo ese amor que sentía por él en odio, le dijo que recogiera sus cosas, que quería que desapareciera de su vida y toda clase de agravios con el objetivo de herirlo comenzaron a surgir, pero eran en vano, porque ya no sentía nada, vacio estaba por dentro.

La lluvia comenzaba a caer, era el inicio de una tormenta. Termino de armar sus bolsos, camino a la sala y allí se encontraba ella, mirando por la ventana, luego de haberle dicho todo lo que le tenía que decir, no había espacio para mas palabras.

Sus mejillas mojadas, sus ojos hinchados de tanto llorar, una mirada vacía a través de la ventana que se humedecía con el vapor de su respiración. Soltó una última lagrima por ella, por los momentos hermosos que vivieron, por las cosas que aprendieron el uno del otro.

En su caminata hacia el auto, el cual estaba estacionado en frente de la puerta, lo único que pasaba por la cabeza de ambos era otro abrazo maravilloso como hubo en un pasado, un beso apasionado y una disculpa sincera. Pero no hubo un sonido que no fuere el de la lluvia. Se subió al auto, arranco, dio una última mirada y ella seguía ahí, dura en frente de esa ventana, pero ocurrió lo inevitable desde un inicio, no hubo sentimiento alguno, ni emoción dentro de su ser.

Lentamente abandono el lugar que una vez pudo orgullosamente llamar hogar, sin dar una mirada atrás, la duda entro a su cabeza.

¿Aprenderé o me volverá a pasar?

Escrito por Gianella para la sección:

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