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Eternidad

Había empezado a estudiar solo unos días antes. El frío arrancó de golpe, y las montañas se veían todas nevadas desde su departamento en el tercer piso. Parecía una postal.

Estaba sola porque él se había ido, y sabía que no iba a volver. La gente sigue viviendo, eso se sabe. Pero ya no le servían los estúpidos consejos repetitivos de sus amigos y familiares diciéndole que todo iba a estar bien. ¡Déjenme sola, la puta madre! ¡Déjenme que me hunda en la depresión por unos días! ¡Déjenme en paz! Les había dicho. Cada uno procesa las separaciones de formas distintas.

Hizo una pausa para oxigenar mejor las neuronas. Lo único que conservaba de su ex era el tocadiscos que él le había regalado para un cumpleaños. Agarró de un estante un long play y lo puso. Soda Stereo siempre la llevaba a otro lugar. Cuando empezó a sonar cerró los ojos y se fue hasta el balcón. Había empezado a nevar.

En medio de los acordes tan conocidos cerró los ojos, y cuando los volvió a abrir descubrió los restos de sus lágrimas en su ropa y nieve en toda la habitación. Era un paisaje de su imaginación que había invadido su realidad. Pero no se asustó. Ya hacía mucho que había dejado de ver cosas que no estaban ahí, pero estaba segura que en cualquier momento volverían. La mente es un lugar extraño.

Se sentó en su sillón con la puerta que da al balcón abierta y la nieve seguía entrando. Empezó a sonar «Corazón delator» y de pronto sintió como si toda la tristeza del mundo se hubiese ido y quedara un vacío. Todo estaba lleno de nieve, y sin embargo ella no tenía frío. Se sacó las zapatillas y quedó descalza. Sintió la nieve con sus manos, sintió la nieve con sus pies. Y ya todo lo demás en ese momento no importaba. Cerati seguía sonando. Siempre seguía sonando.

Nada más importaba en ese momento y sintió que ya no valía la pena seguir llorando por él. La cordillera seguía blanca. Su mente por primera vez en mucho tiempo, estaba en calma. No le importaba que todo fuese irreal, nunca había estado tan en contacto consigo misma. Todo estaba nevado. Su alma estaba nevada. Su sangre seguía caliente por sus venas pero no sentía frío. Cerati seguía sonando.

Cerró los ojos y se durmió. Y cuando los abrió ya no estaba en su departamento. Ahora era la que se miraba a sí misma. Ya no era quien había sido y Soda ya no sonaba. El estudio ya no importaba, el título ya no importaba, él ya no importaba. Ya no era quien había sido. Ya no era humana, y ahora podría ser eterna, podía ser ella misma para siempre. Ahora ella estaba nevada. Ella era la montaña.

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