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Hace un tiempo

Te sentís tan chiquito al lado de las enormes manecillas de ese reloj, que te corre  cada segundo más rápido. Y hay enormes riesgos en cada milímetro que esas agujas viajan. Porque hoy estas así, abandonado a la deriva de las horas, tratando de acortar los días y buscando la fortaleza en donde no se halla. Una manecilla y otra más, y vos corriendo entre ellas, tratando de que no te golpeen. Pero no podes y una de ellas sacude directamente tu cabeza y te hace caer.

Silencio ensordecedor.

Salís a la calle esperando encontrar un rostro amable que te muestre el camino indicado de vuelta a eso que alguna vez amaste. El uso de la palabra “amor” en una seguidilla de textos suena muchas veces trillado y otras veces hasta inesperado. Pero lo bueno de usar una palabra tan fuerte es que cada individuo, dentro de su mente, viaja a los rincones más recónditos de su propia memoria y divaga sobre el momento en que empezó a amar, sobre el momento de plenitud de amor…y muchas otras veces sobre el momento en que perdió el amor.

Amar algo más allá de todo. Podemos amar más allá de los parámetros normales, podemos amar distancias (como también odiarlas) podemos amar lugares y personas en general. Es solo una palabra, pero para cada uno individualmente, significa lo más recóndito de su ser expuesto a la vista de todos.

Y entonces despabilas.

Estas tirado en el suelo de un reloj que sigue moviéndose a una velocidad inusitada. Todo fue un delirio de un golpe del tiempo. Un recuerdo vago y repentino de las memorias que, muchas veces, necesitamos volver a vivir para tener un ápice de esperanza en esta carrera contra las agujas del reloj. Esta carrera que nadie nos invitó a correr… pero que sin querer ya estamos corriendo.

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