/Homicidio en la calle España | Parte 3

Homicidio en la calle España | Parte 3

El café, el cigarrillo y el insomnio se convirtieron en algo natural el Joaquín desde la muerte de Johana. Cada vez que cerraba los ojos la veía a ella, siendo violada y asesinada por un hombre al que no le podía ver el rostro. Carlos dormía en su casa, el padre de la adolescente estaba devastado, ya habían pasado tres días y aún no habían podido realizar el funeral.

Joaquín durmió por segunda noche seguida en el estudio, su escritorio de encontraba lleno de papeles, expedientes y fotos de casos similares, se pasó desde las ocho de la noche hasta las cinco de mañana leyendo y estudiando, lo que lo llevó a una conclusión.

Su aspecto era impresentable, el pelo se le veía enredado y largo, su traje estaba sucio y quemado por la ceniza del cigarrillo y su barba daba la impresión de un hombre que está esperando, tirado en una zanja, morir de inanición.

El juez, Daniel Santibáñez, llego temprano esa mañana, alrededor de las siete y media, traía con él un café grande y un té de tilo, además de una docena de facturas. Ingresó a su despacho sin hacer ruido y se dirigió al escritorio de Joaquín, acomodo los papeles en orden en un extremo y lo despertó.

—Joaquín— le toco el brazo cariñosamente— Joaquín ¿me escuchas?

El fiscal se despertó desconcertado y confundido, creía que era las tres de la mañana.

—¿Qué hace acá tan temprano?

—Son casi las ocho Joaquín, es la segunda noche que dormís acá. ¿Por qué no te vas a tu casa, te bañas y dormís una buena siesta? Creo que me las puedo arreglar solo por un día.

Joaquín suspiró e intentó manotear el café, el juez lo movió con gracia mientras sonreía. —Si seguís tomando café, te va a salir una úlcera— le dijo.

El fiscal lo miró con un gesto de comprensión y simpatía. —No puedo volver a mi casa señor, el padre de la chica está ahí ahora; y no me da la cara para ir y decirle que todavía no se quien fue.

—Sí, encima después de tres días si no pudiste determinar algo que compruebe que no fue un asesinato, van a archivar la causa como suicidio y ahí va a ser muy difícil investigar.

Joaquín sonrió— anoche cuando investigando encontré algo—. Buscó entre las fotos de Johana, seleccionó la del cuello, abrió el cuaderno forense y por último tomó cinco fotos de suicidios similares. Las colocó todas sobre la mesa y se las demostró al juez.

—Mire— le dijo señalando la foto— la marca que Johana tiene en el cuello, no fue por el nudo de la soga, fue algo más pequeño. El Juez observó todas las fotos y su corazón se aceleró.

—¿Cómo te diste cuenta?

—Leyendo el libro de medicina forense, la soga por lo general, deja una marca uniformé en el cuello y siempre deja un hematoma más grande donde oprime el nudo, acá apenas se alcanza a ver. Ella murió antes, después la ataron a la soga y la levantaron, estoy seguro de que, si voy a la casa de Carlos, voy a encontrar una marca de la soga sobre la solera. El tipo la usó como polea para subirla.

Entonces dedujo dos o tres o cosas, primero el tipo sabia como cubrir el asesinato, quizás lo haya hecho antes, o investigó como hacerlo, segundo no hace falta que sea un tipo muy fuerte, la polea te ayuda a hacer diez veces más fuerza y tercero, Johana era derecha, si se hubiese suicidado la marca del nudo estaría del lado derecho, en este caso está en el izquierdo.

Mi teoría es que alguien la estranguló y fingió un suicidio por ahorcamiento, sabía que la soga cubriría parcialmente las heridas y que las lesiones despistarían al forense.

Daniel estaba maravillado. —Joaquín, en verdad sos increíble. ¿Qué vas a hacer ahora?

—¿Usted no conoce otro forense?

—Conozco uno que me debe un favor, ya me comunico con él, le doy esta información, pero falta evidencia, algo que no sea tan circunstancial para poder hacer el pedido formal.

—Vamos a la casa de Carlos con algún perito y vemos la solera, la soga fue cortada, es imposible que la hubiesen marcado cuando bajaron el cadáver.

—Espérame diez minutos, voy a hacer unas llamadas.

Joaquín se sentó en el escritorio, devoro diez facturas y estaba quedándose dormido, cuando el juez volvió.

—Vamos a la escena del crimen, ya hay peritos en el lugar, si está la marca sobre la solera, podremos constatar una hipótesis y con eso pedir una segunda autopsia cuanto antes.

Los hombres llegaron a la casa y ahí estaban esperándolos el perito forense que coimeo a Joaquín y el oficial Menéndez, esta vez en servicio. Le explicaron la situación e ingresaron a la vivienda.

El perito forense subió a una pequeña escalera y constató lo que decía Joaquín, una pequeña caladura, como un surco se extendía por la solera. El perito sacó la medida.

—La chica se suicidó— dijo Menéndez.

—No, la mataron— respondió Joaquín.

—Una marca en la madera no le da credibilidad a la nada.

—¿A no? — respondió Joaquín— esperá. Fue hasta su auto, sacó una soga similar a la que Johana usó para su supuesto suicidio. Ingresó nuevamente a la vivienda y tiró la soga sobre la solera, como si se tratara de un lazo. Le pidió al perito que la sostuviera con firmeza con ambas manos.

—¿Estás listo? — le preguntó al perito.

—Si.

Joaquín tiro de la soga, hasta que el cuerpo del perito quedo más o menos a la misma altura que el de Johana. —Aguante lo más que pueda así. La cara del oficial Menéndez era de odio y enojo, no le gustaba que lo hicieran quedar en ridículo.

El perito no soportó más y se lanzó al suelo, removieron la soga y comprobaron que la marca que dejó el perito era muy similar a la que dejó Johana.

—Bueno, señor juez— dijo el perito. Esto sobra para pedir una segunda autopsia, la chica no se suicidó, la mataron.

El corazón del juez Santibáñez latía como el de un niño en navidad, miró de reojo la frustración de Menéndez y la tristeza de Joaquín.

Salió de la casa y después de cinco minutos volvió. —Joaquín, en media hora empieza la autopsia, para esta tarde esta lista. Yo me encargo de los papales, eso es simple burocracia.

Los cuatro hombres salieron y se despidieron en la fría mañana del suelo mendocino. Joaquín se sentó en el asiento del acompañante y el juez en el asiento del conductor.

—¿Ahora qué vas a hacer?

—Déjame en la escuela, quiero ver el círculo social en el que se movía. Tuvo sexo antes de morir y estaba embarazada.

—¿Un crimen pasional?

Joaquín suspiró asintiendo.

Continuará…