/Homicidio en la calle España | Parte 4

Homicidio en la calle España | Parte 4

El vicio volvía en la peor de sus formas, el humo del cigarrillo impregnaba su traje y se alojaba en lo más recóndito de sus pulmones. “Cada calada es un clavo de ataúd”, pensó Joaquín Galarte, estaba impaciente, esperando en el banco de una plaza.

Mientras consumía un cigarrillo tras otro, revisaba las redes sociales que alguna vez uso Johana. “Se ve que la vida hoy se resume en coleccionar amigos y sacar fotos en vez de disfrutar el momento”.

La mente era un torbellino errante, con miles de imágenes que daban vueltas en sus pupilas. Cada vez que parpadeaba, la veía a ella derrotada, indefensa, sin posibilidad de contar lo que pasó. La imagen mutaba para peor. La soga laceraba la piel e hilillos de sangre brotaban de ella.

Le dolía la cabeza, la imagen era cada vez más nítida y perturbadora, Joaquín se tomaba las sienes y las masajeaba intentado encontrar un poco de paz en medio de tanto caos. Pero le era imposible, intentaba distraerse leyendo los comentarios de amigos y compañeros. Vio todos los comentarios, uno a uno. Y sin darse cuenta comenzó a investigar a los posibles sospechosos. Eran las 18:30 faltaba poco para que salieran los compañeros de Johana y el necesitaba reconocer sus caras.

El primer comentario de lamento fue el de una chica llamada Luz Aguilar. Ella expresaba un gran dolor por la terrible tragedia. Joaquín visitó su perfil y vio cerca de cien fotos compartidas con Johana. “Debe ser la mejor amiga” pensó.

Volvió al perfil anterior y por más que buscó no encontró ningún comentario del novio de Johana. Eso lo hacía sospechoso y el único posible hasta el momento. “Después de todo, tuvo sexo antes de morir y ella estaba embarazada, el hijo de puta la mató por eso”.

Mientras divagaba y buscaba más información sobre su círculo íntimo, sonó el timbre y un mar de adolecentes inundó la plaza. Los hombres usaban un uniforme de jean y camisa blanca, mientras que las mujeres llevaban una falda cuadrille hasta las rodillas y una camisa del mismo color que los varones.

Joaquín se levantó y vio que Luz venia caminando directamente hacia él, lo rodeó y siguió de largo. La muchacha era hermosa, tenía un cabello rubio ceniza y unos ojos negros que contrarrestaban perfectamente. A sus 16 años, se podía dilucidar que Luz Aguilar sería una mujer hermosa.

Sin embargo, esa tarde en la penumbra de la naciente noche, se la veía desgastada, destruida, sin nada de maquillaje. “Es como si una parte de ella se hubiese muerto”, pensó Joaquín. Y así era, Luz no podía concebir la idea de que su mejor amiga estuviese muerta.

—¡Luz! — grito Joaquín. La chica se volvió pesadamente sobre sus pasos, cómo si pesara media tonelada.

—¿Si?— respondió al borde del llanto

—¿Cómo estás? — pregunto sintiéndose un estúpido, era obvio que estaba mal. —Soy el fiscal Joaquín Galarte, el encargado del caso de tu amiga Johana. Esto es extraoficial, pero me serviría muchísimo hablar con vos.

La chica sonrió sin ganas— ¿Cómo sabe que yo lo puedo ayudar?

—Tengo entendido que eras la mejor amiga, ¿no?

Luz suspiro y se tragó el llanto todo lo que pudo. Sin embargo, una lágrima se le escapó. —Soy su mejor amiga. ¿Qué quiere saber?

—Antes que nada, esto es extraoficial, no estás obligada a decirme nada. Pero si querés vamos a un café acá a la vuelta y hablamos.

—¿Cómo sé que es usted quién dice ser?

Joaquín sacó su billetera y le enseño la credencial— ¿vamos? — le pregunto amistosamente.

La chica lo siguió hacia el café desanimaday cabizbaja. Una vez en el café, se sentaron lo más alejado posible de la entrada. Joaquín pidió uno para cada uno y comenzó rápidamente el interrogatorio.

—¿La conocías de hace mucho?

—De jardín de infantes.

—Toda la vida— respondió con tristeza— ¿Cuándo te enteraste que falleció?

—Hace dos días.

—¿Faltaste a la escuela?

—No, estar en mi casa es peor. Estoy esperando el velorio, ese día la escuela va a dar asueto dos días para que nos vayamos a despedir. ¿Cuándo la van a entregar?

—Después de la autopsia, calculo que mañana. No tendría por qué decirte esto, pero creían que ella se había suicidado.

—Ella jamás haría una boludez así.

—Lo sé— respondió y una mirada de entendimiento cruzó entre ambos.

—¿Usted también la conocía?

—Sí, la conozco de bebé. Yo soy amigo de su papá. Fuimos a la facultad juntos, pero él tuvo que abandonar porque…

—Porque la mama de Johana quedó embarazada.

—Sí, nunca perdí contacto, nunca tuve una familia después de perder a mis padres y creo que ellos me adoptaron— sonrió— o yo los adopté a ellos. No sé.

La pena inundaba el alma y la razón, Joaquín detectó que la joven estaba a punto de romper en llanto y para evitar la escena le preguntó. —Sospecho que el novio o algún amigo íntimo de ella fue el responsable. ¿Sabes si mantenía alguna relación sentimental?

Luz desvió la mirada, Joaquín detectó que le ocultaba algo. —Necesito que me ayudes, por favor.

—Ella estaba de novia con Darío desde siempre, casi de la primaria. Pero la relación siempre fue con idas y vueltas, Darío es muy celoso, muy posesivo. Creo que hasta le pegaba.

—¿Sabes si estuvieron juntos este último tiempo?

—Creo que sí, siempre estaban a las idas y vueltas, pero sí.

Joaquín creía haber dado en el clavo, apuro el café, ya tenía un sospechoso.

Se despidió de Luz con un apretón de manos y se dirigió a su auto. De pronto si celular sonó, era el juez Santibáñez.

—Joaquín, el otro forense encontró rastros de violencia y Adn desconocido debajo de las uñas de la joven. Aparentemente se defendió.

—Yo tengo un posible sospechoso, en un rato le cuento con más detalles. Pero vamos a necesitar una orden de arresto.

Continuará…