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La Lotería Universal

       

    Tampoco es inescrutable el azar, también está regido por un orden

Novalis

Estos son datos certeros y veraces. Fueron recopilados por personas que luego desaparecieron en forma misteriosa, a pesar de que en su momento estos hechos fueron la comidilla de la población en general.

Transcurrían los años cincuenta, glamorosos y peronistas; un hombre llamado Rodolfo N. (se evita nombrar el apellido por temor a posibles represalias a sus herederos) vivía su vida lo más dignamente que se podía permitir; perito mercantil de profesión y maquetista de aviones a escala en sus ratos libres. Una mañana de abril bellamente fría se asomó por la ventana de su casa para oler al invierno y se encontró con que todos sus vecinos se habían juntado en la calle y observaban hacia al cielo con aires de sorpresa. Rodolfo N. levantó la vista y vio algo que le llamó la atención y lo dejó con la boca abierta: entre las nubes azules y lilas había una gran nave en forma de disco que gravitaba sobre la ciudad. La taza con té de manzanilla que Rodolfo N. solía tomar en las mañanas  explotó en el piso.

Antes de que pudiera sacar conclusiones del aparato salieron unas notas musicales con aires de fanfarria y se escuchó una voz metálica que decía: Estimados habitantes de este planeta tan alejado, primitivo y pestilente, hemos llegado hasta acá para hacer entrega del gran premio de la Lotería Universal. En este caso el ganador es el humano Rodolfo N. Este ser debe acercarse para que se le entregue su recompensa.

Al escuchar su nombre Rodolfo N. tuvo un pico de presión y luego un poco de miedo mezclado con alborozo. ¿Cuál sería el premio? ¿Cómo se podría haber ganado algo si jamás jugó a nada? Siempre se jactó de nunca haber ganado algo en su vida. Para satisfacer sus dudas no quedaba más remedio que ir hacia la nave y averiguar qué era todo eso. Se puso su mejores ropas y presto se dirigió hacia el bajel espacial. Al llegar quedó pasmado viendo una gran fila de personas, al interiorizarse se percató de que todos se llamaban Rodolfo N. Un verdadero batallón de homónimos barajados con algunos farsantes. Sin otra opción se dispuso a esperar que le llegara su turno.

Uno a uno los que estaban delante de él se iban acercando a un haz de luz blanca que provenía de la parte inferior de la astronave, se metían debajo de ella, pasaban unos segundos y salían sin mayor novedad que la desilusión. Hasta que le tocó el turno a él. Entonces la luz blanca se irisó en un prisma de Newton mientras que la nave se convirtía en un carrusel de luces. Evidentemente era el premiado él. El resto de los que quedaban en la fila se fueron farfullando su mala suerte.

Rodolfo N. fue trasladado al interior de la nave, hasta un recinto metalizado e impoluto en forma de domo. Se quedó parado en el centro del lugar sudando de los nervios y la ansiedad; se culpó por haberse puesto el saco de paño pesado. La misma voz que había proclamado la entrega del premio se dirigió a él desde ninguna parte y desde todas: Rodolfo N., usted ha sido elegido por el Gran Bolillero como el afortunado ganador de la Lotería Universal. El hombre se quedó un tanto confundido, la voz pareció adivinarlo y continuó explicando: Cada ser del universo tiene en su ADN un número de serie, todas estas cifras son introducidas al Gran Bolillero para luego efectuar el sorteo, mediante este mecanismo usted ha sido el agraciado ganador de 1.000.000 de lecks. Rodolfo N. desorientado preguntó a su vez: ¿Un millón de lecks?, ¿y eso qué es? Con cierto fastidio la voz siguió explicando: Los lecks son la moneda en curso legal usada en el universo, ahora en este sencillo y emotivo acto le hacemos entrega del cheque que le corresponde. En la mano de Rodlofo N. se materializó un papel rectangular que tenía escrito cosas en un idioma que desconocía. Antes de que se diera cuenta se encontró con que estaba parado en el centro de la sala de su casa; se preguntó si todo había sido un sueño aunque se dio cuenta de que tenía el cheque extraterrestre en la mano. Miró por la ventana y la gran nave había desaparecido; le preguntó a todo el mundo qué ocurrió con ella y la gente lo miraba incrédula, nadie recordaba haber visto una nave surcando los cielos.

Con felicidad se dirigió a todas las casas de cambio de moneda que existían en el planeta pero en ninguna le fue posible canjear los lecks. Tuvo el cheque en su poder hasta fallecer de viejo a mediados de los años noventa. Antes de hacerlo les contó a su familia del cheque y de la fortuna de la cual eran poseedores; sólo era cuestión de esperar un poco para poder hacerlo efectivo. Cuando una civilización del espacio exterior llegara a la Tierra. Sus allegados consideraron este acto como una evidencia de delirio senil y el cheque quedó guardado en un cajón.

Mientras en el Universo la cotización de los lecks va en disminución, acuciados por una devaluación interestelar. El millón que Rodolfo N. ganó sólo alcanza para comprar una estrella enana sobrante de algún circo y un cometa usado, flojo de papeles y chapería. La Lotería Universal dejó de funcionar hace eones producto de algunos sorteos que generaron suspicacias.

 

FIN

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