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Los cuentos del Testigo: La novia de un amigo

Me hablaste de libertad en el momento en que hacíamos el amor y no entendí hasta que clavaste tus uñas en mi espalda, dejando un rastro, una marca, algo que recordar entre tanta vida cotidiana. No asimilé la realidad en ese instante, estaba sumergido en el sudor de nuestros vientres y pueden jurar la noche y la montaña, que fuiste mía, como estas letras que escribo.

Nunca pensé que acabaríamos así, enredados y violentos, entre exclamaciones y preguntas filosóficas sin cigarrillos consuetudinarios. Porque si algo recuerdo, es que nos hablamos el mismo día en que iniciaste tu vida en otros lares, pero siempre supe que esa mirada me buscaba, escondida, entre risas de amigos y comentarios ilustres. Era nuestro secreto, porque alrededor nos acusaban de ser parecidos, tener algo en común, ser raros, porque nos gustaba la literatura, escribir, leer. Vos escribías tu ciencia ficción y yo buscaba en la prosa poética algo más que las calles mojadas por la lluvia. Nos buscábamos a nosotros, inconscientes.

Le debo al alcohol haberte hablado nuevamente, siendo novia de un amigo. Porque las sustancias deshiniben y si fuera por vos eso no hubiera pasado, aunque pasan los días y creo que tenías todo planeado. La primera vez fue como conocernos de vuelta, yo respetuoso y me recriminaste hablar mucho en lugar de morderte los labios y despedazar tu ropa oscura, para dejarte blanca y eterna, en la cama.

Nos encontramos un mes después, en un motel en Ciudad. Me planteaste cuál era mi objetivo y te fui sincero: era solo una expresión de pasión, no pidas más. Lo hicimos y me gustaron tus medias a rayas y reíste cuando te conté que me gustaba que te las dejaras.

La última vez que nos vimos llevabas una boina negra fiel a tu estilo y tus medias a rayas. Nos matamos el uno al otro, en posiciones que no conocíamos, olvidando los compromisos que nos esperaban afuera. Me dejaste entender que querías algo más y me negué. Nos encontraron, nos vieron y diste excusas, que fueron creíbles para él porque el amor aniquila la razón. Todo siguió igual: vos en tu condenado mundo, esperando encontrarme y ser libre; yo en las penumbras, jugando con quimeras.

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