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La última curda

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Simón,  para sus amigos EL RUSO, despertaba antes de que despuntara el alba para ir hasta la panadería del gallego Antoniño, el viejo era exigente, no perdonaba la tardanza, la falta era razón para deberle toda la vida, pero cualquier conchabo era mejor que el puerto, vivir entre ratas, malevos y fiolos no era vida, mas con la cana encima todo el día, por ser un pobre estibador simplemente.

Día Viernes, como cualquier otro, el gallego estaba enputecido con todo mundo, los canas habían pasado temprano a cobrar su parte y poco le habían dejado para comprar el trigo.

–       Cálmese Don Antoniño, cambie la facha que va a asustar a la clientela.

Para colmo de males tenían que preparan un encargo para los estibadores, bizcochos, panes y  todo el laburo para el solo, los demás se habían escapado temprano y el Gallego estaba que echaba humo.

Recién a las 9 lo soltó el viejo carcamán, afuera garuaba y soplaba un viento helado, saco del bolsillo del saco el último faso del paquete, en vano intento prenderlo, el agua lo mojo y tuvo que tirarlo.

Estaba fusilado, no quería más que echarse a en el catre, pero el vicio lo pudo y se mando por la diagonal, en la puerta del Firulo siempre había una chica con algunas cajetillas para vender, conto la paga, distraído choco de frente con el viejo Ramón, el comisario.

–       Ruso fíjese por donde anda. Es raro verte por estos lados, ¿te soltó el gallego?

–       No Don Ramón, me quede sin fasos nomas, mañana toca laburar desde temprano.

El gordo Ramón era el peor de todos los canas, estaba metido en cuanto negocio turbio existiera, ya no se mostraba cobrando, ahora era uno que gustaba de florearse con ropa cara y codearse con gente de alta alcurnia, lo aceptaban porque lo necesitaban, era hombre duro y los fleites en su rostro lo demostraban, más de uno lo quiso encajonar pero no habían podido. Era por esto que su padre, le había aconsejado alejarse de estas juntas.

Apenas entro encaro para la caja, compro la cajetilla, prendió el faso y encaro para la puerta, pero en eso comenzó a sonar el fuelle del bandoneonista más talentoso del lugar, Argentino

Chiarri, el Tano, pero no fue el fuelle lo que lo detuvo, fue la compañera, una muchacha blanca como el papel que se deslizo entre el telon de fondo, recién cuando salió a la luz pudo ver en cuerpo completo el magnífico espectáculo y reconoció en sus ojos a Zhenya, LA RUSA para el pueblo.

Zhenya vivía a dos cuadras de su casa, su padre huyo apenas hizo pie en Buenos Aires y su madre se tuvo que hacer cargo de 6 niños; y no hay mucha más posibilidad que la de la prostituirse para una mujer que ni siquiera hablaba el idioma. Fue mujer codiciada por muchos.

Cuando Zhenya creció heredo de su madre la belleza que cautivaba a ricos y pobres, al cana y al ratero; pero de su padre heredo una voz privilegiada, ronca y poderosa capaz de conmover hasta el mismo Obelisco,  que en cada verso lloraba  todas sus penas.

Y comenzó:

Lástima, bandoneón, 
Mi corazón…
 
Tú ronca maldición maleva.
 
Tu lágrima de ron me lleva
 
Hasta el hondo, bajo fondo,
 
Donde el barro se subleva…
 
Ya se… no me digas… Tenes razón
 
La vida es una herida absurda,
 
Y es todo, todo, tan fugaz,
 
Que es una curda
 
Nada más, mi confesión
 

Simón perdió toda voluntad, esa ronca voz, esa mujer de ensueño  parecía decir todo lo que su boca no podía,  llorar todas sus lágrimas, amar sus amores y gritar a los cuatro vientos todas sus broncas.

–Un golpe en la espalda lo espabilo de su sueño—

-Vení pibe, no molestes ahí parado, sentate con nosotros a jugar un truco mientras disfrutamos de LA RUSA- espeto el comisario-

Ramón era capaz de tener todo lo que quisiera, era hombre de tomar de la mesa lo que necesitara, mujer, vino, dinero, vidas. Pero no era capaz de saber lo que estaba tomando, sus ojos se clavaban en las piernas de Zhenya como si un perro estuviera mirando un pedazo de carne,

¡No era capaz de sentir lo que decía!, ¡ de degustar su aroma ¡

Vio con desprecio como el puerco se disponía  a tragar la margarita, y de odio se llenaron sus pupilas.

Contame tu condena, 
Decime tu fracaso,
 
No ves la pena
 
Que me ha herido..
 

Y hablame simplemente 
De aquel amor ausente
 
Tras un retazo
 
Del olvido
 
Ya se que me haces daño
 
Yo se que te lastimo
 
Llorando mi sermón de vino
 
Pero es el viejo amor
 
Que tiembla, bandoneón,
 
Y busca en un licor que aturda
 
La curda que al final
 
Termine la función
 
Corriéndole un telón
 
Al corazón
  

–               Dale pibe corta que se nos pasa la noche,¡ dale papi mueva los garfios!

Ramón lleno su vaso con vino y le ofreció fuego.

–               ¿ Te han cortado la lengua pibe?

–               Que le van a cortar la lengua, lo dejo sin aliento la Rusa, a todos nos paso lo mismo la primera vez que la vimos- interrumpió uno de los que estaban en la mesa-

–                Zhenyya, su nombre es  Zhenyya.

Cuando el Tano estiraba el fuelle haciéndolo chillar se rompió una de las patas del banco sobre el que se apoyaba, cayendo duro al suelo, se hizo un silencio sepulcral mientras  Zhenyya lo ayudaba a pararse.

Ramón, fanfarrón como siempre, se levanto de su asiento gritando.

-¡Tano déjate de joder y deja que la piba haga lo suyo!!

—- Bruto como un arado, no sabría reconocer el talento ni aunque se lo presentaran con nombre y apellido—

Ramón subió al pequeño escenario y tomo de la cintura a  Zhenyya, la arrastro hasta la mesa y la sentó en su rodilla, le dio de tomar y ella con cara de asco acepto, sabia como terminaba esto, sabía que no servía de nada resistirse.

Simón estaba consumido en la vista de la Rusa, no podía pensar ni hablar de otra cosa.

Cuando le toco repartir subió la vista y cruzo su mirada con la de ella, no conocía la profundidad del alma, pero ella si, en sus ojos vio todo, conoció su pesar y supo cuanto le dolía estar ahí, cuanto deseaba huir de ese lugar para siempre.

Ramón franeleaba la dulce figura de la muchacha y ella empinaba el vaso para alivianar la pena.

–       Vamos Rusa- dijo Ramón arrastrando a la chica hasta el bulín.
La empujo a la chica hasta el cuarto que estaba en el fondo, sucio, un simple catre con colchas sucias que nunca harían honor a tanta mujer.

Encaro para el baño y la puerta entreabierta le dejo ver como el cerdo de Ramón arremetía contra la frágil figura de  Zhenyya, sobre la mesa de luz su arma desenfundada.

Entro al baño para lavarse la cara y frente al espejo intento disipar de su mente ideas que iban a terminar con el bajo tierra, pero no pudo, tal vez  tenía otra opción, encarar para la calle y volver al otro dia a hablar con la muchacha, pero no pudo hacer otra cosa.

Abrió despacio la puerta del cuarto del fondo, tanteo la mesita de luz y apoyo sobre la cien del cana el cañón de su propia arma.

–       Soltala cerdo hijo de puta.

–       ¿pero qué mierda es lo que te pasa pibe? ¿ Sabés a quien le estas apuntando?

–       Sé muy bien a quien le estoy apuntando.

De la nada se abrió la puerta tras de si tirándolo al suelo, la muchacha intento ayudarlo pero Ramón la golpeo arrojándola contra la pared. Apoyo su rodilla sobre el pecho de Simón lo levantaron de los hombros y a golpes de puño lo desmayaron.

Amaneció un día gris, mientras Antoniño llegaba a abrir la panadería se encontró con un una jauría de perros hambrientos revolviendo el montón de basura que había dejado la noche anterior,  mientras acomodaba el montón de mugre vio la manga de un saco viejo, dentro lo que quedaba de Simón, molido a palos, con la cara machucada, y un cartel

“HASTA MUERTO LLEGO A HORARIO”

Un poco de recuerdo 
Y sinsabor
 
Gotea tu rezongo lerdo.
 
Marea tu licor y arrea
 
La tropilla de la zurda
 
Al volcar la ultima curda
 
Cerrame el ventanal,
 
Que quema el sol
 
Su lento caracol de sueño…
 
No ves que vengo de un país
 
Que esta de olvido, siempre gris, tras el alcohol
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