/El muro que me separa del infierno

El muro que me separa del infierno

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LO QUE RASCA LAS  PAREDES DE MI CUARTO.

Desde que me cambié a la pieza del fondo comencé a escuchar un extraño sonido, como si mis vecinos movieran muebles permanentemente. Al principio no le daba bola, la casa era vieja y las cañerías estaban arruinadas, trate de buscarle explicación a los sonidos.

Todo continuó con normalidad hasta que una noche, harto de los ruidos golpee la pared con fuerza, moví mi cama, encendí el equipo. Mi vieja se calentó.

-¡¡Nene, baja la música, deja de joder a los vecinos que son dos viejos!!

Bajé la música, me recoste. De nuevo el mismo sonido.

¿o no? Era diferente “Toc toc Toc”. Golpee la pared. Me respondió.” Toc Toc”
La noche siguiente esperé atento a escuchar los golpes y nada. Tal vez era solo mi imaginación.

Golpee de nuevo…Toc, Toc.

Era evidente, había alguien ahí. Pero ¿Quién? Había ido antes a la casa de mis vecinos. Su habitación estaba delante y al lado mío la pieza de los cachivaches.

En la mañana del domingo, mientras mis viejos y los vecinos estaban en misa puse la escalera y me descolgué hasta su patio. Y ahí estaba la enorme habitación.  De ella salía un olor nauseabundo. Intente abrir la puerta pero era demasiado pesada. Sentí los golpes de nuevo, pero esta vez eran más fuertes.  Busqué entre las herramientas una palanca y force la cerradura.

Nunca hubiera imaginado lo que había dentro. Una oscura, fétida y lúgubre habitación. Un colchón roñoso y con manchas de sangre sobre una vieja cama desarmada.

Busqué la fuente de los golpes. Revise debajo de la cama. Palomas muertas, ratas y lagartos.
Aterrado Escuché como desde el patio se acercaba alguien. Me escondí bajo la cama y esperé.

-Mirta vos dejaste abierta la puerta?
-No mi amor.
Lla puta que los pario.
-Trae a Miguelito.
-Papiii. Quedo ver dibujitos.
-Si hijo, después vamos a ver dibujitos.

El viejo traía encadenado a un monstruoso hombre de 2 metros, con cara de idiota y jorobado.
Tape mi boca para no gritar cuando vi la horripilante escena. Apenas cerró la puerta el enorme mastodonte se sentó sobre la cama, solo alcance a sacar mi brazo, el inmenso peso de hundió el colchón y la putrefacta gomaespuma tapo mi boca, quise gritar pero cada vez que abría la boca perdía un poco más  de aire, un poco más de vida.

Hubo unos instantes de silencio y de repente, antes de que el padre cerrara la puerta, se hoyó…

-¡Pajadito! Un pajadito grande

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