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Los Cuentos que Diem Carpé cuenta: Ella habla

 Las luces son suaves, como si alguien hubiese cubierto las lámparas con un velo. La música suena baja, casi como soplada; y perece que tenes que esforzarte un poco para poder ver a la persona que se asoma frente a tus ojos. Pero todas esas nimiedades son sin dudas partes del encanto del lugar.

Y es que no soy habitué de este bar. Conocí aquel curioso lugar hace apenas unas noches, cuando por casualidad fue lo único que encontré abierto. Me encontraba escapándome de la fría madrugada y lasluces de la marquesina exterior, me brindaron una cálida bienvenida.

Hoy además de la frecuente cerveza, le pedí al mozo un lápiz y un papel. Sin ninguna idea fija, sin ninguna historia interesante que contar, solamente otra vez estoy tratando de pintar con letras las imágenes que mi ser emite sin forma alguna.

Empecé rayando los márgenes con dibujos bastante naif, como siempre hago mientras aguardo las musas que muevan el lápiz. Pero el tiempo empezó a pasar, y los dibujos salieron del margen y empezaron a poblar la hoja. Casi en su totalidad.

Ahh…una noche más y una historia menos.

O al menos eso pensaba.

A lo lejos, y destacando entre todas las charlas de lugar, escucho la voz de una mujer que me distrae y me hace levantar la mirada. Y lo curioso surge: es que es una persona que parece que conociera de toda la vida, aunque jamás he visto ¿Es qué ella habla y yo alucino?

Saluda a un grupo grande de gente. Aprieto la vista para que la suave luz se haga potente en mis ojos. Pero mientras más distingo, más me asusto. La conozco y reconozco, pero sé que jamás la he visto en mi vida. Vuelve a emitir palabras, y mi corazón se agita como un estúpido ¿Es que ella habla y yo me enciendo?

Se quita su abrigo y su figura se confunde con las suaves notas de un piano que suena en el lugar. La encuentro así: perfecta y extraña como una sinfonía que escuche toda mi vida. Le dice algo al oído a una amiga y su pelo juega con su cuello ¿Es que ella habla y yo me inspiro?

Camina con su grupo de amigos en dirección a donde estoy. Pasa a mi derecha y me mira con ojos profundos. Ojos que parecen saberlo todo pero no enterarse de nada. Y entonces sonríe; y es esa sonrisa que uno no olvida jamás. Se aleja de mí, y una estela de perfume queda flotando en el ambiente. Y en aquel momento la música, la fragancia, las luces, la cerveza que transpira, el lápiz en mi mano y la mujer que sonríe, explotan en un perfecto instante. Esos instantes que uno desearía que duren para siempre.

Giro y la observo alejarse de mí. Vuelvo a escucharla hablar y sonrió. Y es que cada palabra que pronuncia es un perfecto déjà vu. Como si ya hubiese vivido un momento de infinita felicidad alguna vez, pero que ahora parece tan desconocido y extraño. Como si todo hubiese pasado tanto tiempo atrás ¿Es que ella habla y yo… recuerdo?

Pongo el punto final sobre la hoja que el mozo me trajo hace ya algún tiempo atrás. Sonrió nuevamente, pues la noche termina sin historias pero concluye con idilios. Acomodo mis cosas, termino la cerveza de un sorbo y me dispongo a salir. Antes de marcharme la busco con la mirada y no la encuentro. La música y los ruidos funden las voces del bar en un solo sonido inentendible, y comprendo que ella ya no está. Es que si ella hablase, todo lo demás sería silencio.

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