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Los invencibles

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Súper Etendard

Esa mañana de mayo caía la lluvia por la ventana del cuartel, los cielos tormentosos se elevaban sobre Río Grande y yo debía prestarme en una de las misiones más insólitas de la historia. Sobre la plataforma, mi águila era preparada para la batalla… me prestaba para entrar en combate.

A la salida del cuartel se encontraba una formación de seis águilas brillantes; cuatro hermosos A-4C de la Fuerza Aérea con sus bombas y dos azules e imponentes Súper Etendard de la Armada esperaban impacientes. Subí por la escalinata de mi nave azul y cerré la cabina, coloqué la foto de mi amada en el tablero, observe el ala sobre la que colgaba el último misil AM-39 exocet que teníamos. Era una de las últimas esperanzas, los nervios me carcomían, corría sudor por mi frente, la lluvia caía sobre mi cabina, miré a mi escolta y sonreí un minuto, vi a mis otros compatriotas en sus A-4 y los saludé… no sabía si iba a volver a verlos.

Encendí el poderoso motor de mi Súper Etendard y escuché su rugido. Me dirigí a la pista y accioné el acelerador, sentía como mi espalda se presionaba contra el asiento, rápidamente me eleve por los aires y me perdí en las nubes.

Ella miraba sobre la plataforma, las lágrimas corrían por sus ojos, sabía bien que era posible que no lo volviera a ver, sabía que podía ser alcanzado y morir en el acto, sabía que no había margen de error. Miró despegar una a una a esas águilas guerreras y perderse en el aire, “Suerte” susurraron sus labios mientras se secaba las lágrimas.

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A-4C

Observé su foto sobre el tablero, accioné mi acelerador y me dirigí a mi primer objetivo a reabastecer combustible. Entramos en una tormenta y comenzamos a surcarla, mi nave era sacudida por las turbulencias, corría sudor por mi frente, la adrenalina elevaba mis sentidos. Ella amaría estar ahí conmigo, volando en la tormenta a mi lado, un leve viento de cola me empujó hacia abajo, solo buscaba mantener el control, no caer al abismo sin fondo.

Llegamos al primer punto y me enganché a reabastecer combustible, estaba unido a la manguera y ví a las otras cinco águilas resplandecientes “ojalá no pase nada, ojalá podamos volver a vernos” me dije a mí mismo. Nos alejamos del tanquero y empezamos a descender hasta acariciar las olas del mar.

Pensaba en ella mientras aceleraba mi halcón, me elevé y mi radar marcó un gran puto que se encontraba a lo lejos, bajé y me preparé, volví a subir y tiré del gatillo, ví cómo se alejaba el misil dejando una estela de humo que debían seguir los A-4, ellos serían los que se tendrían que acercar a librar una de las batallas más importantes de la historia. “Suerte muchachos, nos vemos a la vuelta” dije con mis labios temblorosos y aguantando las lágrimas, ¡si fue ayer cuando nos comimos un asado y nos tomamos unos mates!

Nos ordenaron apagar los radios y volver con el tanquero, yo miré como cuatro águilas pegadas al mar se alejaban por el horizonte. Volvimos con el tanquero y rompimos silencio, le preguntamos si sabia algo, nos dijo que no, había que esperar, solo eso quedaba, yo miraba su foto y pensaba que estaba haciendo, deseaba llegar a tierra y besarla, abrazar a mis compañeros y decir que todo eso fue un mal sueño, pero la realidad era otra.

Observé dos destellos acercarse por atrás, esperaba cuatro, pero solo venían dos. Dijeron que si, le habíamos pegado, ellos también y el “invencible” se alejaba humeando, pero habíamos perdido a Vázquez y Castillo, estallamos en lágrimas las cuatro águilas, no hubo festejos ni aplausos, lloraba haber perdido a esos dos seres que había conocido en la base, lloraba como un niño, no sabía qué hacer.

Llegué a la base y solo agradecí poder volver a verla, pero sabía que alguien estaría esperando a otros dos héroes que jamás volverían a ver. Bajé la escalinata y corrí a abrazarla, mis lágrimas caían sobre sobre la plataforma y se fundían con la lluvia, caí de rodillas y maldije a los cielos por esa desgracia, a mi alrededor nadie festejaba, todos lloraban a esos dos feroces halcones. Yo solo agradecía poder verla de nuevo, poder besar sus labios, poder abrazarla y llorar con ella bajo la lluvia.

Después de eso pedí la baja, me dediqué a volar en paz, a surcar los cielos libre y sin guerras, pero nunca más borraré esa mancha en mi corazón… Malvinas quedará marcado por siempre en mi alma.

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