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Los jugadores de la droga

 

Suena el pitido, empiezan a correr cada uno a sus lugares. Él ya sabe qué es lo que tiene que hacer, la mitad de cancha es donde se siente cómodo. Iván desde chiquito siempre supo que su posición era de “8”, sabia cuando subir, cuándo hacer los relevos con el “4”, en qué momento atacar y en cuál defender. Tenía muy buen pie para su edad, con apenas 10 años tenía un gran potencial por delante.

Era un pibe humilde de un barrio ubicado entre las calles San Miguel y Pellegrini de Las Heras y el único lugar dentro de su vida donde podía sentirse como en casa, era dentro de una cancha. Los problemas familiares, económicos, sociales quedaban a un lado cuando veía rodar el balón bajo sus pies. Asistía a una conocida escuela de futbol de la zona y se volvía caminado ya que vivía a un par de cuadras, cosa que le asustaba mucho hacer durante altas horas de la noche, la zona no era muy segura para un pequeño, su madre tenía dos trabajos y apenas la veía, el padre jamás lo vió desde que tuvo uso de razón, su hermano mayor Lucas de 23 era un alma perdida por las drogas, su hermana de 18 ya esperaba a su segundo hijo de diferente padre. Iván tuvo que hacerse dueño y artífice de cada una de sus responsabilidades.

Siempre procuraba volver antes que anocheciera, al llegar a su humilde hogar era normal que no hubiese nadie, su mama Leticia entraba a su turno nocturno, su hermana Yenina de vez en cuando estaba con su hijo y su chico de turno, Lucas siempre brillaba por su ausencia. Comía lo que le dejaban preparado, dejaba listo sus deberes escolares y se preparaba para dormir, se levantaba temprano para ir al colegio. No era un chico muy inteligente, nunca tuvo una educación digna ni medios para un aprendizaje correcto pero era aplicado y prestaba atención aunque no entendiese los temas. Sus compañeros solo se dedicaban a hacerle la vida imposible al profesor pasajero así que no era mucho la enseñanza que tuvo durante su ciclo lectivo, lo único que le interesaba y motivaba a seguir adelante era  la hora de la tarde para ir a entrenar y jugar a lo que amaba, el fútbol.

Volvía a su casa, comía, enrollaba sus vendas, limpiaba sus botines con los tapones y suelas desgastados por la tierra, esas canchas sin algún verde pero con un marrón bien de potrero, los arcos desparejos y las líneas de cal despintadas en algunos lados, lo estaban esperando. Su sueño y ambición eran grandes, única salvación de su mundo, del único mundo que conocía.

Cada vez su talento crecía más y más, sus movimientos más sincronizados, sus pases cada vez más finos, sus condiciones eran notables, un arduo trabajo y dedicación se atribuían a su técnica, siempre que podía se quedaba practicando tiros libres y remates hasta que veía que el sol de a poco iba cayendo, no le gustaba volver a su casa bajo la oscuridad.

Su entrenador sabía que Iván tenía un futuro enrome, ex jugador de Huracán Las Heras que lo llevo al Torneo Nacional en aquel año ’85. Quiso hacer todo lo posible para que el muchacho llegara lo más lejos posible, movió cielo y tierra para darle una chance en algún club grande de Mendoza. Siempre le decía que siguiera así, que todos a la corta o larga iban a tener su oportunidad y aún más su pichón, Iván.

Un jueves, después de la rutina de entrenamiento, le pidió al “Toto”, su técnico, si se podía quedar a patear un rato más. El DT le dijo que se tenía que ir a buscar a su nena al cole pero que le dejaba la pelota con la condición de que no se quedara hasta muy tarde. El chico muy agradecido se quedó practicando un poco más hasta que perdió la noción del tiempo. El sol había bajado más de lo que acostumbraba a ver, la noche no tardo en llegar y el joven preocupado guardo todo, se puso su campera y se dispuso a volver rápido a su casa. Las calles sin pavimentar, oscuras, no se veía un alma pero un silbido se escuchó a pocos metros suyos, agarró con fuerza su botinero y la pelota del Toto.

Caminó más deprisa pero los silbidos se acercaron a él, dos personas de la nada aparecieron y no tardaron en querer adueñarse de sus pertenencias. Trató de correr pero era en vano, lo tenían rodeado, en eso escuchó a viva voz

-Eeeh ameeo dejen al pibe, o se la vamo’ a aplica’ al toke

Quienes intentaron robarle a Iván, antes de poder quitarle algo, salieron corriendo al escucharlos. Iván tardó unos segundos en reponerse del susto y los pibes que lo ayudaron le dijeron que no eran horas para andar solo y más si era un pibito. Le preguntaron su nombre y no tardaron en reconocer su apellido, era el hermanito del Lucas. Le dijeron que fuera con ellos, lo invitaron a tomar una gaseosa mientras le advertían que no era seguro seguir solo hasta su casa.  Estaba asustado y no supo qué hacer, por el miedo aceptó ir con ellos. En esa esquina había 5 amigos suyos, tenían una Coca en la orilla junto a un fernet, le sirvieron un vaso con gaseosa y hablaron un poco. No tardaron en agarrarle cariño y hasta jugaron un picado de 8. Se sorprendieron de la habilidad del pibito. Al pasar un par de horas, Iván les pidió si lo podían llevar hasta su casa. La muchachada pronto lo acercó y le dijeron que era un pibe piola, que era uno más de ellos, que al otro día lo iban a ir a buscar para que no le pasara nada.

Al pasar las semanas todo este suceso quedó en el olvido, se hizo de “amigos” nuevos que lo cuidaban en ese barrio de mierda.

Un día después de entrenar,el Toto se le acercó y tuvo una pequeña charla.

–Pichón…- como le gustaba llamarlo,-… estuve hablando con unos amigos, le conté que uno de mis chiquitos tenía un futuro bárbaro, le dije que un “8” de la categoría ’06 tenía nivel de primera. Un conocido que jugó conmigo me consiguió un cupo para probarte en las inferiores del Tomba. Este domingo me dijo que fuera con vos ¿Estás preparado, Iván?

Con una felicidad y algarabía enorme le dijo que si y lo abrazó. Le prometió que no lo iba a defraudar e iba a dar todo para quedar seleccionado. Después de ese abrazo, el entrenador le hizo una advertencia, se enteró que después de las prácticas se juntaba con los pibes de la esquina, imperiosamente le pidió que no se volviera a ver con ellos, eran pibes que conoció en su momento y no eran buena gente.

Pasaron unos días y faltaba poco para que la gran prueba llegara, los nervios le carcomían la cabeza, era la oportunidad que estaba esperando. El Toto le dijo que lo esperaría en las canchas a las 7.30hs ese mismo domingo para llevarlo hasta allá.

Ese viernes se quedó practicando como de costumbre, eran las 22hs y seguía ahí. Entrada la noche los pibes de la esquina preocupados lo fueron a buscar. Sorprendidos al verlo patear se quedaron mirándolo un rato hasta que después de unos minutos se pusieron a jugar un picado. Lo adoptaron como uno más, hasta le dijeron que ese sábado fuera con ellos a tomar una coca y escuchar música. No quería hacerlo, sabía que ese domingo se jugaba lo más importante para él pero no podía decirles que no, el temor se adueñó y sintió que no tuvo otra alternativa.

Esa noche trato de ir sólo unas horas y volverse temprano pero se fueron en auto así que no podía volverse caminando como pretendía. Las horas corrieron e Iván estaba cada vez más preocupado por volver. Los muchachos le sirvieron una gaseosa mientras ellos hacían negocios con su “mercadería”, le dijeron que se quedara en la esquina mirando que no llegara la gorra. No podía pensar en otra cosa que no fuera regresar acsu casa pero el tiempo pasaba.

Eran las 3:46, le dijeron que se iban a volver al barrio pero que iban a hacer una parada en frente de la canchas a dejar un “pedido” y lo dejaban de paso. Su alma volvió a su cuerpo, no podía esperar hasta que acabara pronto esa fatídica noche y descansar para el otro día. Llegaron al lugar a hablar con un muchacho, él se quedó en la esquina haciendo de “campana”, pasaron unos minutos y la conversación se puso tensa. Sin mediar muchas palabras, escuchó unos disparos, su corazón se aceleró, las pulsaciones explotaban, sentía un pavor como nunca sintió. Los pibes empezaron a subir al coche y antes que Iván llegara al auto arrancaron sin él. Vió a un chico un poco más grande que él tirado en el piso, ver tanta sangre lo paralizó, lo quiso ayudar pero su cuerpo no respondía. Al cabo de unos minutos llegaron los amigos del herido, furiosos le preguntaron al nene pero estaba helado, vieron como su amigo falleció frente a sus ojos, desbordados de ira decidieron desquitársela con el único que estaba ahí, sacaron su 9mm y abrieron fuego al único que creyeron culpable de la muerte. Iván cayó desplomado al primer disparo en la cabeza…

***

7:25hs, “Toto” estacionó el auto en la esquina, camino hasta la cancha, vio un charco de sangre a la orilla y al llegar al lugar quedó paralizado ante la escena, sus bolsos cayeron, sus rodillas tocaron la tierra y la cal, fue el primero en ver a su pichón caído…

 

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