/Los Ricos

Los Ricos

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—Ahora que soy rico, Paula, voy a comprar una lanza alta que se pueda clavar en la arena y que en el otro extremo tenga un equipo de música, con una sombrilla para que no le pegue mal el sol, y voy a comprar una lona blanca y amplia, y con cuatro tubos fuertes voy a hacer una carpa cerca del mar…
—¿Y vamos a bailar?
—Vamos a bailar todas esas canciones que escuchás siempre a la tarde cuando tomamos mate en el patio.
—Y ¿a qué playa vamos a ir?
—Vamos a ir a Pinamar.
—Hay mucha gente en Pinamar…
—¡Entonces vamos a Mar del Sur! E imaginemos que estamos en una playita de Le Lavandou…
—¿Por qué en vez de ir a una playa en Francia que no sabemos el idioma, no vamos a España?
—¿Tarragona?
—Lloret del Mar.
—¡Lloret del Mar! ¡Sí! Y vamos a bailar en la terraza del castillo…
—Y desde las almenas vamos a ver el atardecer…
—Lleno de chiquitos corriendo al lado nuestro…
—Sí, tenés razón. Van todas familias con sus hijitos. Bueno, podemos…
—Mejor vayamos a Cala Llevadó, que hay unas playas muy lindas entre las rocas y la vegetación. Hay una, Cala Moltó, muy linda y que hay poca gente. Muy poca gente.
—Listo, Cala Moltó.
—Y a la carpa la ponemos cerca del mar.
—¡En la carpa podemos poner la heladerita!
—Sí, ahí ponemos la heladerita. Y vamos a bailar…
—¿A bailar pegados?
—Jaja, sí, abrazados. Aunque pasen tus canciones raras vamos a bailar lentos.
—Mis canciones raras son tarantelas que escuchaban mis abuelos, y que me encantan.
—Entonces las vamos a poner dos veces seguidas cada vuelta.
—Y mientras bailemos voy a hacer trampa y te voy a tocar el culo.
—Jajaja, ¿el culo? Y yo me voy a sorprender.
—¡Qué te vas a sorprender vos…!
—¿Y si bailamos sin trajes de baño?
—Bailando en bolas en Pinamar decís?
—En Mar del Sur.
—No. No me voy a animar.
—¡Pero soy rico, Paula!
—Sí, pero sin el anillo yo sigo siendo pobre.
—¡Nos casamos en el hotel! Hay un hotel muy grande abandonado en Mar del Sur, nos casamos ahí.
—¿Y los invitados?
—Los ricos ahí van a estar, los demás que se jodan, ¡por pobres!
—Sí, tal cual. Entonces nos casamos en el hotel…
—Sí, yo voy a esperarte nervioso en la recepción del hotel con un saco blanco con rallas azules, corbata y traje de baño. Y alpargatas de yute.
—¿Sin camisa?
—No se usa. En Mar del Sur nadie se casa con camisa.
—¿Alguien se casó en Mar del Sur?
—No. A nadie le va eso de casarse sin camisa.
—¿A vos?
—Me encanta, Paula.
—Listo, nos casamos en el hotel. Además los invitados pueden quedarse a dormir ahí mismo.
—¡Claro! Si son ricos no va a haber problema. Y los que tienen plata se buscarán algún hotel de la zona.
—No invitemos gente con plata.
—¿Por?
—Porque voy a estar bailando sin traje de baño, ¿te acordás?
—Ah, claro… Sí, solo ricos.
—Y ¿qué hay en Cala Moltó?
—Hay unos pájaros muy coloridos que cantan lindísimo.
—¿Cómo cantan?
—Lindísimo.
—¿Y qué más hay?
—Hay tortugas, pero en el bosque, nadie las ve nunca, también hay árboles, miles de árboles en el bosque. Hay caballos salvajes que galopan y relinchan a lo lejos, y algunas noches, cuando solo susurran las chispas de las fogatas, se los escucha trotar por las orillas del otro lado de las piedras, donde da de lleno la luna.
—¡Yo quiero ir ahí, a donde da de lleno la luna!
—Vamos a ir. Cuando no estén los caballos vamos a ir.
—Y ¿por qué cuando no estén los caballos?
—Porque no me pediste que sea cuando estén.
—Ah, sí. Está bien, cuando no estén los caballos…
—Voy a cantarte canciones viejitas con la guitarra. Voy a cantarte despacito en castellano y en francés.
—Si vos no sabés francés.
—Sí sé, todos los ricos sabemos francés.
—Y ¿por qué yo no sé…?
—Porque no nos casamos todavía.
—Ah, claro… ¡Casémonos ahora!
—No podemos ahora, Paula.
—¿Por qué no podemos?
—Porque no puedo llevarte ahora a Mar del Sur.
—¡Pero somos ricos! ¡Claro que podemos!
—No…, no soy tan rico, Paula.
—¿No…?
—No.
—…
—Bueno, pero si vos tenés algo y hacemos una vaquita tal vez podamos. Fijate si tenés algo…
—¡Claro que tengo! No soy rica, pero soy poderosa.
—¿Sos poderosa?
—Sí, tengo el poder de tenerte acá conmigo, y también tengo el poder de que me lleves a pasear, de que me hagas soñar todo lo que quiero…
—Me vas a fundir. Dale, sentate.
—¡Estoy sentada!
—Cerrá los ojos, voy a prender esta vieja avioneta. Hace años que no vuela…
—Se parece a la que volaba Gardel cuando cayó.
—Sí. ¿Oís la hélice, el motor?
—Sí…
—¿Sentís cómo vibra el asiento?
—Sí…
—¿Sentís cómo se mueve? Estamos moviéndonos.
—¿Nos estamos moviendo?
—Sí. Ya estamos carreteando.
—¡Ay! ¡Siento que se mueve!
—Sí.
—¡Qué lindo que es ser rico! ¡Nos vamos en avioneta a casarnos en una playa de Buenos Aires!
—En una playa de España, lo que pasa es que no soy tan rico para volar hasta allá.
—¿Por qué no se mueve más?
—Porque el avión ya no toca el suelo. Ya despegamos.
—…
—…
—Hace frío.
—Sí, hace frío. Cuando terminemos de elevarnos te paso la campera que tengo atrás.
—No…
—¿No qué?
—No…, abrazame.
—Pero estamos subiendo…
—Abrazame, dejá caer la avioneta y abrazame. Quiero morirme con vos, ser la única que pueda vivir este sueño de tus labios…
—¡Pero, Paula, es una locura! ¡Nos vamos a matar!
—No. No nos vamos a matar, vamos a soñar para siempre.
—¿Para siempre?
—Sí, para siempre, como sueñan los ricos.
—Sí. Sí, tenés razón. Vení, acercate más que te abrazo.
—Ay… Cómo se movió el avión, me dio miedo…
—No te asustes. El avión va a caer, pero no va a pasar nada. Soy muy rico.
—Me asusta esta sensación, tengo el estómago en el cuello, pero qué lindo que me abraces así.
—…
—¿Sabés qué? Aterrizalo.
—¿Lo aterrizo?
—Sí, aterrízalo que, mientras, yo voy a buscar un suéter al auto y cogemos acá.
—Pero, ¿no íbamos a coger en casa?
—No, cojamos acá. En casa todavía deben estar con los desfiles del carnaval de ayer.
—Ah, sí… Bueno, si cuando busques el suéter el auto se convirtió en bici quiere decir que los desfiles en casa terminaron también. Mirá que hace frío acá, Paula…
—Sí, tenés razón. Cojamos adentro del avión.
—Dale.

AvionGardel3

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