/Lucía | Parte 4 de 4

Lucía | Parte 4 de 4

Entramos con Lucas a mi casa. Mientras caminábamos, me abrazaba con un brazo y yo temblaba del miedo que tenía. Abrió la puerta y me ayudó a sentarme, me sirvió un vaso con agua y se sentó enfrente mío, agarrándome las manos.

— ¿Qué pasó Luchi? ¿En serio estás bien?

Sin querer me desarmé en un mar de lágrimas y llanto. No pude evitar contarle las cosas. Le conté de la noche en la montaña, de su desaparición. Le conté de los policías y la primera llamada. Le conté lo del auto y la radio, los mensajes en whatsapp y todo lo demás. Él me escuchó atento y serio, en ningún momento me mostró incredulidad o burla lo que me reconfortó un poco.

— Mirá, hagamos así. Te preparo un té y te acostás un rato. Descansá un poco y yo me quedo acá, les aviso a Flor que estoy acá y listo.

— No, Lucas. No hay problema, en serio.

— Insisto. De última, le digo al Titi que venga con la play y mientras vos dormís nos jugamos unos partidos. ¿Te parece?

Por primera vez desde que desapareció Martín sonreí. Lucas es mi mejor amigo, y siempre estuvo para cuidarme, es como si fuera mi hermano mayor. Le agradecí, le dejé un poco de dinero y le dije que se pidiera algo para cenar ya que no había comprado nada estos días y me fui a la cama, me recosté y ya se me había hecho costumbre dormirme con la campera de Martín. Era lo único que me quedaba de él, y lo único que me hacía sentir cerca suyo.

Una vibración. Nuevamente el celular, pero no había iluminación en la habitación. Lo agarro aún dormida y veo que es un mensaje. “1 mensaje. Martín”. Inmediatamente me espabilo y lo abro. Una sola oración “ANDATE YA”. El sonido de algo que se rompe en la cocina llama mi atención y me asusta, hasta que me acordé que Lucas está en casa. Y si el Titi está con él, seguro un vaso me rompieron.

Me levanto de la cama, me pongo la campera y me acerco a la puerta de la pieza. La entreabro un poco, del otro lado sólo se veía la poca iluminación que algunas luces de la calle o los edificios de al lado alcanzan a iluminar en mi casa.

— Lucas, ¿qué rompieron?

Silencio. Mi corazón se empezó a acelerar.

— ¿Lucas? ¿Te dormiste?

Nada. Mi celular comienza a vibrar en el bolsillo. Lo saco, me está llamando Martín. Contesto y cuando quiero hablar, su voz, como con una estática permanente, me corta.

— ¡ANDATE LUC…! ¡ESTÁ ……! ¡LUCIA CORRÉ! — y se corta la llamada.

Mi respiración es lo único que se escucha en la habitación. Estoy pálida, con los ojos llorosos y mi corazón late tan rápido que no me sorprendería que me saltara del pecho en este mismo instante. Agarro el picaporte de la puerta y cuando comienzo a tirar, siento que del otro lado también lo sujetan. Levanto un poco la vista y veo a Lucas a través de la pequeña abertura que quedó de la puerta. Me mira serio, su semblante sombrío y sus ojos negros como la noche.

Grito y trato de cerrar la puerta, pero él siempre fue mucho más fuerte que yo y me empuja sin problema tirándome hacia atrás. Me levanto con un poco de dificultad y él se me abalanza encima. Trato de hablar, pero me ignora. Obviamente, sea lo que sea, esto no es Lucas… Y no sé si Lucas siga ahí.

Lo pateo en el pecho y logro empujarlo hacia atrás, sacándomelo de encima. Gateo lo más rápido que puedo para salir, pero me agarra del pelo y tira hacia atrás. Gimo de dolor, cuando siento que me vuelve a tironear y hace caer de espaldas. Me agarra del cuello y me arroja sobre mi cama. Me intento correr, pero con una fuerza increíble me sujeta de los brazos y se me pone encima. “Me va a violar”, fue lo primero que se me ocurrió, por lo que lo pateé lo más fuerte que pude en la entrepierna para ver cómo se retorcía de dolor. Me lo saco de encima y salgo corriendo hacia el living, escucho que se levanta por el crujir de la cama y en un segundo lo tengo al lado mío nuevamente, apretándome el brazo tan fuerte que me hace gritar de dolor.

Me da vuelta con brusquedad y estampa mi espalda contra la pared. Ahora puedo ver un poco mejor a Lucas. Sus ojos están completamente negros y las venas del rostro se le marcan en una tonalidad oscura. Acerca su cara a mi cuello e inspira con profundidad, cerrando sus ojos, produciéndome un asco terrible. Las lágrimas de impotencia comienzan a rodar por mis mejillas. Con un dedo acaricia el surco de mis lágrimas y siento como si me acariciara, bajando hasta la comisura de mis labios y luego hasta el cuello. Veo que su mirada baja un poco más hasta la abertura de la campera. Abajo no tengo nada más que el corpiño. Lucas mira y vuelve a levantar la vista, su rostro es una roca, no muestra emoción alguna.

Intento zafarme una vez más, cuando siento que en el bolsillo vuelve a vibrar el celular. Las luces llaman su atención y saca el teléfono. Corre con el dedo y atiende. Desde la poca distancia que hay entre nosotros, puedo escuchar la voz de Fabricio.

— Hola Luchi, perdón que te joda a esta hora. ¿Pudiste ubicar a Martín?

— Sí— dice Lucas con mi voz—. Lo vi anoche, le dije que te hablara.

— Ah, porque no me llamó. Voy a tratar de ubicarlo.

— Debe estar cansado. Me dijo que quería volver a Buenos Aires— Intenté gritar, pero me tapó la boca con la mano. Mordí tan fuerte como pude para que me soltara, pero empecé a sentir el metálico sabor de la sangre en mi boca.

— Uh, no me dijo nada. Bueno, no te jodo más, buenas noches.

— Buenas noches, Colo. Que descanses— y cortó la línea.

Comencé a llorar, Lucas me miró y rompió el celular contra el suelo. Sus ojos despedían un vaho raro, oscuro, que me asustaba mucho. Me miró una vez más y abrió su boca. Escuché un ruido sordo y luego todo se hizo oscuridad.

Desperté temblando de frío, sentía la espalda, el cuerpo adolorido, pesado. Recordé lo que pasó y traté de levantarme, pero el dolor me lo impidió. Miré asustada a mi alrededor y pude notar que estaba otra vez en la montaña. No sé cómo llegué hasta allá, pero era cerca del lugar donde Martín desapareció aquella noche. Me levanté poco a poco, ignorando el dolor del cuerpo y empecé a caminar. Escucho que alguien me llama.

— ¡Lucía! ¡Lu!

Volteo y lo veo, ahí, parado. Está Martín, llamándome. Con lágrimas en los ojos, comienzo a correr hacía donde está él, gritando su nombre.

Pero no me escucha.

Me acerco lo más rápido que mi cuerpo me permite, él me sigue llamando, yo respondo su llamado. Las lágrimas me ciegan la vista.

Cuando llego a su lado, noto que no me mira. Me acerco un poco más a él, y lo noto preocupado. También llora, los dos lloramos. Intento acariciarlo, pero no puedo. Algo me lo impide. Atrás de él está su auto, con las luces altas prendidas, iluminando donde estoy yo, pero no me ilumina a mí. No me ilumina a mí.

Disculpame, ¿la han visto? Se llama Lucía, metro sesenta, rubia, ojos celestes, estudia Turismo, aplicada, simpática… Por favor, si la han visto avísenme. Se los voy a agradecer.

Lucía es mi amiga… Bah, mi novia en realidad. Es una chica tranquila. No fuma, no toma, no jode a nadie. Si la ves, por favor, llamame.

Escrito por Dieguitus Chia para la sección:

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