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Manifiesto de las palabras

Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma.
Julio Cortázar

Teniendo en consideración lo siguiente:

Que…

La palabras son santas y putas, como corresponde.

Son sumergibles (hasta treinta metros), fosforescentes y escuálidas; necias, buscapleitos, contumaces y coso.

Las palabras te secuestran.

Están enjauladas en un chat.

Tienen vida interior y gustan de los helechos de plástico.

Las palabras son un satélite orbitando a otras palabras.

Son un poquito de amanecer.

Las palabras soy yo, el hambre y el amor.

Son nerviosas sin un motivo aparente y a la vez yacen plácidamente bajo alguna sombra.

Son un enjambre que se refugia en el laberinto sin paredes de nuestra mente.

Recorren un lago con su lomo asomando levemente en la superficie del agua, como un animal antediluviano, solitario y feroz.

Son puntos y rayas de un código morse incomunicado.

Cada palabra es un universo chiquitito.

Son un cristal empañado por dentro y congelado por fuera, por el frío. Desde adentro se ve un jardín helado y desde afuera a un hombre mirando por la ventana, con las pupilas llenas de palabras.

Palabra arbalap.

Coso.

Son luces de neón, amarillas, violetas y rojas titilando sobre el asfalto mojado de una calle desierta.

Las palabras son las funciones vitales.

Son un virus del espacio exterior.

Es una mujer usando saco y corbata y yo usando tacos altos.

Son un beso bajo la luz de mercurio y de Mercurio.

Por lo tanto, en vistas de lo expuesto, declaro a la palabra como un engendro pervertido y manipulador pero absolutamente necesario para que podamos entender qué nos pasa y así poder vernos reflejados en el otro para curarnos recíprocamente.

También deducimos que son el médium entre la sinrazón y el bello entendimiento de las cosas, por ende, no podemos menospreciar su poder sobre las mareas.

Debemos apropiarnos de esa energía que emana y hacer de ella una revolución, para que los adjetivos, los verbos y los pluscuamperfectos tomen las calles y nos hagan un poco más felices con sus bombas molotov llenas de letras. Sólo un poco, para así poder despertar y gritarle un conciliador buenos días al mundo; también para saber que decir te amo en el momento preciso sanará a la maldad y la convertirá en un beso húmedo entre amantes.

Ése es el vigor de las palabras, el de tener la virtud de hacernos mejores.

Entonces que las palabras descarnadas hagan la revolución de la evolución y coso.

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