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Nómada de la estrellas

Si quieres viajar hacia las estrellas, no busques compañía.
(Heinrich Heine)

Katmandú espacial.

El Big Bang está cerca, a unos pasos-luz hacia atrás, ahí, donde titila débilmente El Ojo Divino, supremo, omnisciente y melancólico.

Camino por el lado oscuro de la Luna. Lo hago a tientas, tropezando con cada cráter, esquivando meteoritos sonámbulos y rayos gamma carnívoros.

Gravedad cero. Intento no flotar pero es imposible. La ausencia del todo me lleva hacia el arriba que también es el abajo.

Los planetas caben en la palma de mi mano. Con un soplido creo nuevas órbitas y destruyo atmósferas; a un sistema solar lo arraso con una gota de saliva.

Un río de nada corre caudaloso e infinito hacia un púlsar convulso. Sumerjo mis pies ampollados en él para refrescarlos y sanarlos. Unos peces amistosos mordisquean un poco mis dedos y luego siguen su curso hacia ninguna parte.

Los rayos del otro sol muerden mi espada, que alguna vez intentó ser alada; de ese ensayo sólo quedaron unos muñones emplumados y la nostalgia de poder volar.

Tengo el privilegio y la tortura de ver el pasado, los hechos transcurridos brillan como luciérnagas electromagnéticas y suicidas, y se repiten una y otra vez en la pantalla del negro eterno.

Una botella con un mensaje en su interior gira ingrávida rebotando en cada cuerpo celeste que encuentra a su paso. De a poco se va convirtiendo en un cometa con una nota en su interior, una esquela que no leerá nadie.

Llego a Ganímides e intento descansar un poco. Sólo quiero cerrar los ojos por un segundo y beber un poco de agua pero es imposible. Los habitantes de ese satélite piensan que soy una especie de dios y mi presencia entra en conflicto con su esencia puramente atea. Entonces, en una especie de aquelarre, intentan prenderme fuego.

Escapo.

Sigo mi derrotero a ciegas.

La sonda Viking se echa a mis pies dócilmente.

Algo en mi interior comienza a quejarse, la sangre corre por mis venas a la velocidad de la luz, mis sienes pulsan como una supernova, mis dientes se quiebran bajo el peso de una estrella azul.

Estallo y me convierto en el Big Yo. La expansión de mis células generan en el vacío interminable infinidad de universos paralelos.

Soy el que tiene un sol en un ojo y un eclipse en el otro.

Soy el que respira, sin hacerlo y sin necesitarlo; astros rellenos con luz .

Soy el que tiene los dedos embadurnados de galaxias.

Soy el único habitante en esta isla, que flota al garete en la Vía Láctea.

Soy el que está atrapado vivo en la tela de araña cósmica.

Soy parte del cielo de todos los mundos.

Soy un amanecer y un crepúsculo en los confines de las cosas.

Soy polvo de estrellas que escupe estrellas.

Soy el Creador que ha creado Nada.

Soy un nómada en las arenas espaciales.

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