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Los cuentos que Diem Carpé cuenta: Nuevas Huellas

Nos sentábamos en la vereda a pasar las horas. Nos quedábamos reposando, creyendo que el factor tiempo no se acordaba de nosotros. Creíamos inocentemente que el futuro era para los “grandes”, algo que no llegaba nunca. Nos importaba el presente y nada más.

Esperábamos la noche para hacer fechorías de honestos. Éramos dueños de nuestros relojes y nada ni nadie, podía arrebatarnos esos sentimientos.

Éramos al principio dos, terminamos siendo un grupo. Todos juntos por un mismo objetivo: mirar al futuro con un catalejo.  Gritar a los vientos de la libertad, la verdad del adolescente. Esa verdad que parece nunca tener error. Esa verdad que no se equivoca, porque lo que digo es cierto y nada más.

Nos sentábamos en la vereda a pasar las horas. Hasta que finalmente, las horas pasaron.

No las vimos venir, ni siquiera escuchamos sus pasos…pero ahí estaban. Solo pudimos ver sus espaldas, pues cuando pasaron frente a nosotros, ni siquiera nos dimos cuenta. Y cambiamos. De repente la vereda se transformó en un escritorio, el grupo volvió a ser una dualidad y los objetivos de vida, esos que casi eran una premisa, se enumeraban ahora en millones de archivos. Ya no queríamos mirar al presente, porque el presente nos lastimaba. Porque en ese paramo de presencia, el pasado nos reclamaba el presente, y en el presente un futuro nos demandaba el pasado. Entonces sí, el presente lastimaba.

Ya no pudimos gritar las verdades de la libertad, porque el cansancio nos ponía una venda en la boca. Ya no pudimos reír con idioteces, porque la risa cotizaba en baja en la bolsa de valores de nuestro ser. Nos transformamos en “grandes”. Crecimos.

Pero no estoy triste. Estoy convencido de que el tiempo es cíclico. Créanme que me interné en los anales de mi vida para responder esa pregunta, y todo es irrefutablemente positivo.

Hoy, nosotros somos el pasado de los chicos que se sentaban en la vereda. Pero el presente ya preparó nuevas voces para gritarle al viento. El presente zarpa todos los días, y le da a ese grupo de nuevos navegantes, el placer de mirar por ese catalejo hacia el futuro.

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