/Ojo por ojo, diente por medio

Ojo por ojo, diente por medio

Como todos sabemos, tragedia + tiempo = comedia, pero en mi historia la fórmula es mucho más simple… no hizo falta tiempo. Y en mi historia no voy a cambiar los nombres porque es mía, y es una historia que empezó aproximadamente las 11 de la noche de un caluroso miércoles de Enero del año pasado (o por ahí… capaz que eran las 9 de la mañana de un frió viernes de Julio del 2010, tampoco me puedo acordar de tooodo), yo me encontraba absolutamente idiota, cansado y desganado cuando de repente recibo un llamado a mi poco utilizado celular. Era mi compañerísimo de varias aventuras y desventuras el Mini Agustín, que en este caso se comunicaba con intenciones de convencerme para que vayamos al famosísimo local bailable de Arístides y Paso de los Andes, el “Poracá”.

Argumentó que estaba con dos amigas en su casa haciendo la previa y que ellas querían que él me presente. Al estar absolutamente convencido de que era mentira lo reté a pasarme con ellas, y fue algo así:

Mini: bla bla bla no seas maricón vamos al poracá que estoy con dos amigas que te quieren conocer, estamos tomando algo dale no seas cagón bla bla.

Campari: bla callate mentiroso si vos no tenés amigas, a ver… pasame con ellas bla.

Campari: ¿¿Hola??¿Bla?

Minita: ¿¿heeey Campari?? ¿Bla bla bla? Nene estamos de vacaciones dale vamos bla bla.

Mini: Dale choto venite pa’ mi casa que bla bla.

Campari: bueno en 15 minutos estoy bla bla bla bla blaaaaa bla bla, llueve sobre mojado.

Convencido ya de que tal vez lo mejor era salir, empecé con todo el circo previo: mojar pelo, echar desodorante, manejar auto. Y como era de esperarse, 15 minutos después de hablar con el Mini, le toqué el timbre dela casa. Ahíestaba el culiado… sólo, en cuero, y con olor a bolas. El forro me había hecho hablar con la hermana y bué… ya estaba ahí, así que esperé mientras se bañaba y arrancamos pa’ larístide’ los dos. El auto lo estacioné no sé por qué en Tiburcio Benegas, frente a Don Claudio, del lado izquierdo.

Caminamos por larístide’ viendo algunos culos hasta llegar a nuestro destino: “El Por Acá”. Adentro del boliche ya nos entramos a escabiar, con el Mini nos reímos un par de veces de “He-Man”, una gringa petiza que tenía el mismo corte de María Elena Fuseneco pero era rubia.

Una vez puestos en pedo, obviamente que arremetimos contra He-Man y sus amigas. Para el Mini no sé, pero para mí fue facilísimo conquistar a la enana… obvio… soy irresistible. En menos de medio tema estábamos anudados en el medio del boliche, una muestra de pasión y amor desenfrenado que nadie pasó desapercibida. Siete minutos más tarde, gracias a mi fantástico inglés, convencí a He-Man para que vayamos al albergue transitorio más cercano, sí… a ese que están imaginando. Aparentemente las gringas venían con un Tour Leader traído desde porteñolandia. ¿Cómo lo supe? Porque la rubia se acerco a un pelado y le dijo algo al oído, él le respondió, ella le retrucó y el pelado se me acerco al grito de “¡¡viejita todo bien con la minusa!! ¡shevatela pero tenemos una excursión a las 8 boló! ¡Por favor que no le pase nada y que esté en el hotel a las 7 boló!”. Yo le grite “ajjjjjjesestestosmelore dame tu pangalaaaaaaqueeee”, y lo juimo’ (para este entonces yo ya me había olvidado de la existencia del Mini hacía rato).

Caminamos entonces por toda la vereda derecha de la famosa calle de los bares. Por Barlatina me encuentro a mi hermano con sus amigos y le grito algo en inglés como “eeeh looseeerrrrr”, sólo se rieron. Cuadras más, cuadras menos, nos escondimos atrás de una esquina entre unos árboles poco iluminados porque los dos teníamos infinitas ganas de mear, creo que por Rodríguez. Algunos metros más abajo entonces llegamos hasta el auto, inmaculado ahí, parecía una reliquia mi Doyer 1500.

Una vez paradito sobre el cordón, a punto de abrir la puerta para subirme al auto, me doy cuenta de que tengo pegadita al lado mío a la “cabeza de pelela” (como decidí llamarla en vez de He-man) como esperando para subir… Lo primero que se me vino a la mente fue que, acostumbrada a Londres, donde se maneja del lado derecho, ella pensó que le estaba abriendo la puerta para que se suba creyendo que MI lado era SU lado. Pensándolo en frió, me di cuenta de que por otras mil causas pudo venirse para este otro lado pero bue…, ¡¡eso no importa!! La cosa es que le indiqué que tenía que dar la vuelta alrededor del auto para subirse por el lado derecho y acá se viene la parte grosssssa de la historia, la que le da el título, el súmmum de la noche: la gringa giró y, calculo que producto de su borrachera, ¡se cayó de jeta a la acequia! Sí señores… ¡de jeta! No alcanzó a apoyar las manos ni nada; el primer contacto que existió fue el de su cara con el fondo dela acequia. Fíjensesi quieren, la acequia de Tiburcio Benegas y Arístides es de esas profundas, de piedras redondas con cemento entre medio, bien ancha también, lo suficientemente ancha como para que entre He-Man (o la “cabeza de pelela”) boca abajo.

Yo no lo podía creer, me quedé helado… ¡¡¡era el mejor latigazo cervical que había visto en mi vida!!! Salté adentro de la acequia y traté de ayudarla a levantarse; cuando lo logramos, no había forma de hacer que deje de gritar, mi pantalón estaba manchado con sangre y su remera directamente teñida. El primero en acercarse fue el trapito más cercano al accidente, un vago piola de unos 30 años, de los que sí se quedan hasta que se va el último auto; me dijo que llame a una ambulancia pero como yo no tenía crédito y además no sabía cómo hacerlo porque nunca había llamado a una, lo dejé en sus manos, y lo hizo como un campeón. Pero esto no es todo, además tuvo la amabilidad de cruzarse hasta el restaurante para pedir unas cuantas servilletas.

La gente empieza a acercarse. “¿Para qué lado salgo corriendo?”

Mientras gritaba yo le decía que no se preocupe, que iba a estar todo bien y que era solo un poco de dolor -acá me había olvidado por completo que existían otros idiomas además del español-, ella solo gritaba y se agarrabala boca. Comono paraba de gritar sin darme bola, me acordé que sí existía el inglés, y que en mi estado de borrachera lo podía manejar al 100% y le dije: “Show me your tits”. Ella dejó de gritar por un segundo y me miró frunciendo el ceño como diciendo “¿nnnque?” entonces ahí repetí señalándome los dientes: “¡¡¡Show me your teeths!!!”; se limpió un poco la sangre con las servilletas que trajo el amigo y se sacó la mano de la boca como sonriendo… Una imagen que nunca voy a poder borrar de mi capocha. Se le había salido un diente de arriba, y otros tres los tenía como colgando digamos, unos3 milímetrosmás abajo que el resto. Creo que en ese momento se me desfiguró la cara del cagaso y evidentemente debo habérselo transmitido porque empezó a llorar mucho más fuerte que antes.

La ambulancia no llegaría después de los próximos 15 minutos. Mientras tanto, éramos unos 4 o 5 boludos adentro de una acequia llena de hojas escuchando gritos mientras buscábamos un diente. Entre llanto y llanto, señalaba una tarjeta que sacó de su bolsillo: Hotel “San Remo”, con un nombre que a pesar de esforzarme no puedo recordarlo, así que vamos a suponer que era Jhonson (siempre quise llamarme Jhonson), y su número de celular -con prefijo 011- anotado en lapicera. No podía ser otro que el pelado porteño, pensé, el mismo que me había pedido que no le pase nada y que la deje en el hotel a las 7.

Arriba la ambulancia momentos después para que sus ocupantes me comenten que era necesario llevarla al hospital para suturar. Cual paquete, agarrándola de los hombros, dije “no habla NADA de español, ¡no la puedo acompañar porque me tengo que ir urgente!”. Así me escabullí entre las 4 personas que quedaban y enfilé para el Poracá. Moría por contar a alguien lo insólita que era mi noche hasta ahí, pero no encontré a mi hermano con sus amigos en la puerta de Barlatina, así que continué hacia mi destino. Como tenía el sello y nuevamente muchas ganas de mear, entré erecto hacia el baño esquivando gente en toda esa multitud ¿y adentro del tocador qué veo? Un muchacho alto y flaco de espaldas, meando, con corte de Cristóbal Colón. Le sacudo las caderas para que se moje los pantalones al grito de “eeeeeeeeeeeeehhh francés culiaaaaa” y se da vuelta más borracho que nunca contestando con tono francés “¡¡¡oyeeee mi Campari ven amigó que estoy con tres lesbianas y el Miniii!!!”. Lo seguí y cuando encontramos al grupito intenté contarle algo al Mini pero entre la música y su nivel de escabio (yo le pondría un 9 en una escala del 8 al 10), no creo que haya entendido algo.

Decidí salir eyectado en búsqueda de Jhonson y el resto de gringos para contarles lo sucedido y a la vuelta, pasar por la barra para comprar algo, y así fue. Apenas los ubiqué me dirigí al pelado, quien me confirmó que su nombre era Jhonson, y le relaté los hechos, a lo que reaccionó muy agradecido por haberla contenido con muchos abrazos y preocupación mientras esperábamos la ambulancia que YO había llamado y a la cual no pude subir porque no me dejaron los malditos médicos (quienes tampoco me dijeron a dónde la llevarían). Le indiqué que pregunte en los cuatro hospitales públicos más conocidos de la ciudad y, agradeciendo nuevamente, retiró al contingente a su cargo del local.

De lo que debería escribir en esta parte me acuerdo muy poco, así que seré breve. Sólo voy a mencionar que ya volviendo a mi casa no sé por qué motivo el Doyer se paró entrando al corredor y no arrancaba, bajé por la calle del Monumental (telo más cercano al Poracá) para aprovechar el envión y arrancarlo en segunda pero nada… Por lo que me vi, después de varios intentos con la llave, obligado a dormir en el auto estacionado en la esquina dela calle Méjico, donde todos comprábamos escabio después de las 23 para ir al parque hasta el año 2010 más o menos.

Aproximadamente a las 9 me desperté para intentar de nuevo sin obtener buenos resultados, por lo que decidí caminar hasta mi casa, total no vivo muy lejos. Veinte minutos después estaba ahí explicando todo lo que me había pasado no solamente a mis viejos y hermanos, sino también a mis padrinos que habían venido de San Juan el día anterior (gracias Víctor y Papá por ir a buscar el Doyer). ¿Y saben qué pienso? Que mis oídos no habían escuchado demasiados gritos esa noche, ya que ahora, como era de esperarse, tenía que aguantar a Mamá diciendo “¡¡Pero pobre chica!!!, ¿¿¿Cómo que no la acompañaste??? ¿¿¿Estas loco??? ¡¡¡Averigua donde está!!! ¡¡¡Llama al hotel!!!” (Léase con voz de señorita de primaria histérica).

Hice caso omiso a los reproches y decidí descansar cómodo así que me acosté a dormir, para levantarme cerca de las 4 de la tarde hecho un violín recién afinado. Otra vez las amonestaciones de mi madre pero ahora sin aturdirme. Me tocó el corazón así que busqué el número del Hotel San Remo en la guía y llamé preguntando por Jhonson, “el muchacho que está alojado con la chica que tuvo un accidente en la boca”. Él me atendió agradeciendo nuevamente por preocuparme, pero indicándome que He-Man se encontraba con una terrible depresión; esa mañana no solamente no quiso participar de la excursión que tenía reservada con sus amiguitos, sino que además, mientras ellos no estaban, decidió dejar de compartir el cuarto con su compañera para empezar a utilizar uno ella sola, sin darle importancia al gasto que esto implicaba. Me comentó que la habían encontrado en el segundo hospital donde buscaron, y que le habían puesto cerca de 15 puntos en el labio por el lado de adentro. Además argumentó: “la minita no sale del cuarto ni para comer boló, no quiere que nadie la vea, tiene mucha vergüenza ¿vistes? Así que ni siquiera trato de pasarte a su interno porque no atiende ni cuando shola shamo. Sólosé que vive porque le golpeo la puerta preguntando si esta todo OK y me contesta que sí.”

Ese fue el último contacto que tuve con algún integrante del grupo, ya que dos o tres días después llamé de nuevo al hotel preguntando por el pelado y me respondieron que ese grupo había viajado de Mendoza a Neuquén para empezar a recorrerla Patagonia. Hoyen día estoy a pocos hoteles de terminar el más completo relevamiento de albergues dela Provincia Neuquinapara empezar a llamarlos uno por uno preguntando si hace poco más de un año recibieron a una petisita corte María Enema Fuseneco cuya dentadura carecía de al menos una pieza. ¿El objetivo de mi búsqueda? ¡¡¡Hace 2 días se me cayó una moneda a la acequia frente a Don Claudio y encontré el diente, y hasta no devolverlo no paro!!!

Un saludo para mi mamá que me está mirando.

Escrito por Campari Ledesma para la sección:

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