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Paseo Lunático

Es de noche y un nuevo mundo crece por entre los caseríos. Las sombras tejen ese hilo conductor misterioso entre la oscuridad y los pequeños claros que los focos emiten desde las calles y los pórticos de las casas.

Me encuentro caminando por una de las anchas calles de la vacía ciudad. Sé que tengo prisa, pero de vez en cuando me detengo y la observo bailar sobre mí. Ella me ha quitado más de un respiro, lo sabe y juega con eso.

Se nota a la distancia que es vanidosa. Pero qué mujer no lo sería cuando cada poeta enamorado le regaló una que otra prosa. Que mujer no sería presumida cuando el mismísimo Dios se rindió a sus pies aquella noche y le obsequió una vestido azul con innumerables cuentas de brillantes. Ella es así, vana y bella por naturaleza.

Debo llegar a destino, pero me es imposible caminar con naturalidad cuando su mirada está clavada en mí como alfileres. Debó ser yo el observado porque no hay nadie más esta noche en la calle por la que transito. Tal vez un dejo de autoestima se atribuye esas miradas. Es una fuerza más fuerte que yo. Es algo sobrenatural ¡Por favor, esa mirada haría que los mismos océanos crecieran y se levantaran!

Un pie sigue al otro, y mi única estrategia para escapar de sus blancos ojos es mirar el suelo. No levantar la mirada. Pero ella tiene sus trucos y veo su cara reflejada en un charco de agua sobre el suelo ¿Cómo escapar de un ser que emite luz? ¿Cómo desaparecer de su vista para siempre? Es que ella es así… me ha quitado más de un respiro, lo sabe y juega con eso. Ella fue la única testigo de miles de noches que desearía olvidar y es por eso que mirarla a la cara me hace sentirme seducido y hechizado. Un hechizo poco benevolente.

El problema no es la noche, ni las sombras, ni las almas que duermen de día y viven en la oscuridad por entre los crepúsculos encantados de misterios. Las luces de la ciudad no dejan que el anochecer llegue del todo, pero ninguna luz jamás será suficiente para sacar a la luna de sus aposentos. Ninguna luz podrá hacer que ella quite sus juzgantes y hermosos ojos que apuntan sobre mí.

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