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Placer

Los placeres sencillos son el último refugio de los hombres complicados.
Oscar Wilde 

No te voy a mentir, no me voy a mentir… Soy un hedonista.

Me gusta rascarme el ombligo.

Me gusta acariciar a las nubes verdes.

Me gusta sacarme espinillas bajo el sol, mientras escucho que los malvones cantan una canción que sólo ellos saben.

Me gusta subir al tobogán de la plaza en la madrugada y quedarme en las alturas, oteando el amanecer que se acerca gateando.

Me gusta hacerle cosquillas a la luna cuando está panza arriba y despertar a los gatos cuando están en otra dimensión, ronroneando de puro gusto.

Me gusta estornudar en el momento justo y preciso y que los mocos estallen contra la pared como un bólido al entrar a la atmósfera.

Me gusta comer un pastelito de membrillo de dos bocados y que el caramelo y el hojaldre hagan islas efímeras en mi saliva.

Me gusta el papel en el que escribo, me gusta el olor a tinta barata y las palabras corriendo sin control entre el blanco y.

Me gusta jugar carreras con una libélula dorada y veloz, obviamente siempre me vence -es adicta a la velocidad y a los chupetines de sabor ananá.

Me gustan los fantasmas que rodean mi cama, antes de dormirme, susurrándome palabras ininteligibles y hermosas.

Me gusta soplarle a las mariposas mientras vuelan, así se desvían de su rumbo y se ponen de mal humor – no hay nada más raro de ver que a una mariposa enojada.

Me gustan las naves extraterrestres escondidas en el cielo, entre las ramas de los árboles voladores. Me gusta escuchar los gritos de las cucarachas en la cocina oscura, al practicar sus danzas secretas.

Me gusta ser casi ciego y poder disfrutar de esos sonidos desconocidos, de los que la visión, extrañamente, no te deja disfrutar.

Me gusta boxear con mi sombra -generalmente ella gana.

Me gustan tus manos en la lejanía, jugando a ser el crepúsculo.

Me gustan los jacarandá de la esquina y su aliento a LSD.

Me gusta desenmascarar falsos gurús y sus manías de querer ser más que el universo.

Me gusta soñar con trenes y poder viajar sin moverme de mi lecho por selvas doradas y laberintos sin paredes, entre el traqueteo y la distancia.

Me gusta el perfume de los naranjos en flor y que primero haya que saber sufrir y después amar, después partir y al fin andar sin pensamientos.

Me gustan la causa  y el efecto que se disfrazan de azar.

Soy una persona  a la que le gustan las sensualidades escondidas en las cosas.

No te voy a mentir, no me voy a mentir: me seducen sobremanera los placeres, mis propios placeres. Me hacen acurrucarme conmigo mismo, me llenan los bolsillos -aunque después de llenos sigan vacíos- y me acarician la espalda mientras duermo.

Es verdad, los placeres sencillos son el último refugio de los hombres complicados.

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