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Porque la docencia no es la culpable de todo

Muchos de los que me conocen lo saben, mi madre es profesora. Es, mejor dicho, una gran profesora, de las pocas que quedan con la vocación de serlo. Tiene un instinto maternal que traspasa las paredes de su casa, trascendiendo a cada aula a la que se ha puesto en frente para enseñar.

No lo puede evitar, está en su personalidad corregir y molestar por cada palabra mal dicha, cada oración mal formulada, cada hecho equívoco… siempre sintió que el gobierno no le pagaba su esfuerzo, y aún así, sigue trabajando por la mera voluntad de enseñar. En estas circunstancias es lógico que la sociedad de hoy la frustre, y cuando me cuenta los pormenores de su actividad laboral, es lógico que a mí también me frustre.

Pongan el canal 9 o el 7 y escuchen alguna noticia sobre la DGE. ¿En alguno de estos casos se menciona al alumno responsable de su aprendizaje? ¿Y a los padres? Menos que menos ¿no es cierto? Sale la señora directora de la DGE a decir que los chicos no aprueban porque los docentes les exigen demasiado, que los chicos no pueden aprender cuando se los castiga con amonestaciones, que la sociedad los reprime, que hay que “dejarlos ser”. Yo les voy a contar ese lado B que nadie muestra, ese que escucho cada día en mis almuerzos y por el que creo que cada educación en este país se hunde más profundo que el Titanic.

Para comenzar y dejando algunos puntos claros me gustaría decir que no todos los profesores son tan buenos y con tanta vocación como lo es mi mamá. No todos persiguen como objetivo enseñar, muchos de ellos solo calientan sillas y soy plenamente consciente de que de esos los hay de a puñados. Por ello, mi nota tiene un enorme abanico de excepciones que también son factores de que la educación decaiga, no TODA la culpa la tiene el docente ni tampoco toda la culpa la tiene el estado.

Por otro lado pienso que la importancia de la educación en un país está justito después de la alimentación y la salud. Un pueblo sano y bien alimentado sin educación es un caos, un desastre y una manada de sujetos guiados puramente por el instinto. La escuela no enseña solo matemáticas o lengua, va más allá de eso. La escuela es la verdadera cuna de la inclusión social, cuando se maneja adecuadamente.

Mi forma de ver a la educación es como una mesa, formada por distintas patas que la hacen funcionar y mantienen su estabilidad. Cuando una de estas patas es más corta que las demás, chau, se va todo a la mierda. Según esta visión muy mía, las cuatro patas serían: el estado, los docentes, la casa/los padres y, obviamente, los alumnos. Cada parte es igual de importante que las otras, ninguna puede fallar.

Comienzo mi explicación del fracaso estudiantil por lo que menos bola se le da: la casa. El chico hoy en día va a estudiar y los padres solo aparecen en los actos para verlos disfrazados, para firmar el libro de las inasistencias o retirarlo cuando sale temprano. Nada más. Se deja de pedir la libreta, no se charla más con los profesores para ofrecer disciplina desde otro punto de vista y menos aún se sanciona al niñito por los mocos que se manda. Una anécdota que me contó mi mamá es la de una madre que ella citó para charlar sobre el problemático de su hijo. La señora lo único que supo responder a las quejas de la profesora era que “no lo puedo controlar, si me vive haciendo llorar cuando me insulta” y en otros casos “es que no consigo sacarlo del facebook” o “y es que esas palabras se las debe escuchar al padre y repite todo”. Los cachetones en la escuela están prohibidos, sólo se ponen amonestaciones (incluso ahora también las van a sacar), pero un tate quieto desde la casa a veces es más efectivo que 50 amonestaciones.

La primera contención, la primera inclusión del chico/niño/adolescente tiene que venir de la casa, la buena crianza no se sustituye ni con profesores ni con la cárcel. Para contarles algunas anécdotas más de lo que los profesores a veces tienen que pasar mientras enseñan, les dejo una que me contó también mi madre de una escuela en la que se tuvo que ver obligada a renunciar porque la directora no tenía autoridad frente a los chicos. Los felicitaba por sus actitudes cuando muchos de ellos llegaban con armas, celulares que decían ser robados e incluso algún que otro masturbándose en el curso. Ante las quejas de la profesora, la directora respondía: “¡pero si son unos angelitos!”

El Estado vendría a ser uno de los mayores responsables de las falencias del sistema educativo. Para que tengan una idea, a los docentes se les paga casi la mitad del sueldo en negro…y si es que les pagan lo que debe ser. A cada mes se gana algo más o algo menos, trabajando exactamente lo mismo. Para reclamar errores de liquidación hay que hacer muchos, pero muchos trámites, y los que trabajan en la DGE no son del todo eficientes o al menos simpáticos en la atención al público. Un día me tocó a mí hacer el reclamo en el lugar de mi mamá y me bloqueaban el trámite por no tener un papel porque uno de los empleados me lo había tirado a la basura apenas se lo entregué, y el que después me lo exigía era ese mismo empleado. Una vergüenza.

Por otro lado, el Estado no proporciona las condiciones de estudio adecuadas para aprender. Está bien, todos tienen netbooks y debiera ser esto una herramienta más para el aprendizaje, pero la verdad es que los chicos están en escuelas con aulas carentes de techo, con estufas de pantalla prendidas y la lana de vidrio del techo colgando (incendio inminente). Los ventiladores no andan y los chicos no tienen bebederos como la gente, incluso en las escuelas del este mendocino tampoco tienen agua potable y usan agua de pozo. Pero los chicos tienen netbooks.

El COSE ya no tiene las instalaciones para contener a los chicos problemáticos, para ello los mandan de nuevo a la calle solicitándoles únicamente que cumplan asistencia. Sí, no les piden promedio o aprobación, sólo asistencia. Quieren incluso sacar las amonestaciones. Perfecto, pongan ese tipo de “carnet por puntos” que quieren poner, pero que al quedarse sin los puntos pase algo, o el chico se quede libre en todas las materias y tenga que rendirlas o que se lo suspenda de la escuela, como pasa en miles de millones de escuelas de todo el mundo. Ahora un chico puede tener 25 amonestaciones y no pasa absolutamente nada.

Ahora imagínense ustedes a un profesor que intenta dar una clase, que los alumnos no dejan de molestar y no hay amonestaciones para castigar el mal comportamiento. Imagínense al profesor llamando a los padres del chico, y los padres enojándose con el profesor por no haberlo aprobado a fin de año. Una vuelta de tortilla increíble, una situación irremediable. Como presenciando la caída del imperio educativo.

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