—Juan, si vos tuvieras la receta para ser feliz, ¿qué harías?
—Sería feliz, sin duda.
—Sí, pero la receta la seguirías teniendo en tu poder. ¿Qué harías? ¿La donás a la humanidad o la vendés?
—Ah, por ahí viene tu pregunta…
—Sí.
—Bueno, creo que la donaría… bueno… No sé, es fácil decirlo ahora, pero si yo tuviera la receta de la…
—Oíme, ¡pensá lo que tendrías en tus manos! ¡Todo el mundo busca eso! Los millonarios ¿cuánto pagarían? ¿Cuánto? Si con esa receta fueran felices…
—Claro, porque la receta es de la felicidad absoluta…
—¡Real! ¡La felicidad real! No hay absolutismos en la felicidad, ¡o sos feliz o no lo sos!
— No, pará, Estanislao, hay matices…
—No, oíme… No hay matices. Ser feliz se es con todo mal o todo bien.
—Bueno, pero hay veces que uno está así, como que nada…
—Pero la felicidad no tiene que ver con el ánimo, ¡la felicidad tiene que ver con la plenitud! Vos podés ser pobre y no querer cambiar tu vida por nadie porque tu vida te hace feliz.
—Pero te podés encontrar con un problema de salud…
—Bueno, pero mientras tanto sos feliz. Además también se puede ser feliz con problemas de salud.
—Mmm… no sé…
—No lo sabés porque no sos feliz. Estás cómodo, estás bien, pero no sos feliz.
—Yo creo que soy feliz.
—No, no sos feliz.
—¿Y vos? ¿Sos feliz?
—No, tampoco.
—Para mí vos también sos feliz. Complicás siempre un poco las cosas, pero porque no te bancás mucho estar bien…
—Pero ¡qué boludeces decís! Si yo te digo que no soy feliz, ¡qué carajo podés saber vos si lo soy o no lo soy!
—Bueno, vos me preguntaste si era feliz y me decís que no lo soy. No sé cómo podés vos saber…
—Porque lo sé, porque se te nota en cada gesto, en lo aburrida de tu vida, en esa cara somnolienta, en tus manos pesadas, en el tiempo que perdés buscando el puto gato de tu mamá, en esa charla que le das al portero de tu casa…
—Es gracioso el portero…
—¡Terminala, Juan!
—…
—…
—…
—Oíme…
—¿Qué, Estanislao?
—Tenés la receta para ser feliz en tus manos. ¿La vendés o la donás?
—La dono.
—Y ¿por qué la donarías, Juan?
—Porque sí, porque soy así. No sabría sacarle plata a una receta para ser feliz.
—Pero vos podés hacer que la gente te pague y que igual sea feliz, ¿por qué no cobrar algo? No digo hacerte rico, sino cobrar algo, un veinte, un quince, no sé…
—¿Un quince…? ¿Un quince de qué? ¿De cuánto?
—No sé. Quince. Quince mil dólares.
—Naahhh… No, Estanislao. Sos un pelotudo.
—¿Eh?
—Si cobro quince mil dólares hay un montón de gente que no va a poder ser feliz.
—Pero, Juan… ¿¡por qué te importa tanto todo el mundo!? ¿Te sentís más bueno? Te cuento que no sos bueno.
—¿No soy bueno?
—No. No sos bueno.
—Y ¿por qué decís que no soy bueno?
—Por esto, no sé. Porque no cobrás esa receta de la felicidad. Me parece que hay una manipulación en esa actitud. Me parece que querés decirles a los ahora felices que vos se las regalaste, que sos el bueno, que nadie la merece porque es un regalo, y que el planeta va a estar de por vida en deuda con vos.
—…
—Es como que ahora todo el mundo te debe su felicidad, su bienestar. Los gobiernos deberían darte una impunidad judicial de por vida…
—Bueno, no lo había pensado a eso, Estanislao.
—¡Claro! Es como que se las regalás y la deuda es impagable. Ahora, ¿qué pasa si les cobrás diez dólares?
—¿Diez?
—Sí, diez. Todo el mundo puede pagar diez dólares, y vos…
—¿Por qué dólares?
—Bueno, pesos. Cien pesos.
—¡Ah…! ¡No era un número al azar, lo cambiaste al valor de plaza!
—El dólar está más caro, Juan.
—El paralelo, el oficial no.
—Bueno, por eso dije cien.
—No, Estanislao, cien es mucho.
—¡Cien no es nada! ¡Qué carajo comprás con cien mangos!
—No sé, Estanislao, pero hay gente que no tiene ni cien mangos.
—Bueno, pará. Si son cien mangos por persona el gobierno los puede poner. ¿Sabés cuánto sale cada preso para el país? ¡Y viven como la mierda!
—Bueno, eso es verdad…
—Cien mangos la receta, Juan. ¿La vendés?
—Pero cien mangos en otros países es un dineral…
—¿En otros…? ¿Vos me estás jodiendo? El peso argentino se usa para secar milanesas en todo el mundo, y vos querés cobrar cien papelitos pedorros…
—No, Estanislao, no es así…
—Sí, Juan, es así…
—No, Estanislao, me estás mintiendo, eso no es verdad.
—Juan, te digo que el peso argentino no vale nad…
—Oíme, en Cuba viven con diez dólares al mes, o algo así, ¡en África…! ¡Pero la puta madre, y casi te creo lo de los papelitos de colores!
—Bueno, pero, Juan, ¡que alguien ponga la plata! ¡La ONU, UNICEF, no sé…!
—Veinte.
—¿Veinte qué?
—Veinte pesos.
—¿Veinte? Juan, ¿vos te estás escuchando? Entre unos pocos multimillonarios podrían comprarte esa receta y donarla a todo el mundo…
—Sí, y a veinte pesos, siete mil millones de personas… siete mil y pico ya… emmm… ciento cuarenta mil millones de pesos, ¿no? ¿O hice mal la cuenta?
—Eeeh… No, está bien. Serían unos doce mil millones de dólares creo. No sabría bien…
—¡Bueh! ¿Y los papelitos de colores?
—Bueno, sí, está bien, pero hasta que te paguen doce mil millones… Yo pediría más con la condición de que te den un adelanto suculento de entrada. Y el resto lo cobran tus hijos y nietos.
—No, al revés. Yo voy a pedir un dólar. Un dólar por la receta para cada persona. No, menos, medio dólar. ¿Qué mierda voy a hacer yo con miles de millones de dólares? Pienso la cifra y me incomoda…
—Pará, Juan. Pará un segundo. No respondas ahora, pensalo mejor, tranquilo, pensá en todas las cosas buenas que podrías hacer con doce mil millones de dólares…
—Siete mil, Estanislao. Estoy entre cobrarla un dólar o medio dólar.
—Está bien. Un dólar. Pensá en las poblaciones más pobres del país… Con siete mil millones, bueno, seis mil millones los sacás de la pobreza, los renacés, pero con doce, once mil millones… el país crece, se educa, come… ¡Juan, come! ¡El país comiendo, educándose, creciendo, disfrutando de un buen ingreso! Las poblaciones más pobres de vacaciones en Pinamar… ¿Sabés todo lo que podés hacer con doce mil millones?
—Siete, Estanislao. Siete mil millones.
—Pero ¿no entendés que…?
—Siete, Estanislao. De ahí no me muevo.
—¿Y si cobrás un dólar y diez céntimos…?
—¿Y diez cént…?
—Para mí, Juan.
—Pero ¿no ves que estás cegado por la guita? ¡Te puedo dar millones y vos querés…!
—La gente cambia, Juan. La guita te cambia, y no sé cómo vas a ser vos cuando tengas ¡sie-te-mil-mi-llo-nes-de-dólares!
—¡Yo voy a ser el mismo de siempre!
—¡Juan, no lo sabemos!
—…
—…
—Noventa centavos para mí, y diez son tuyos.
—¿En serio?
—Sí.
—Pero ¿y si después te olvidás?
—¡Yo tengo palabra, Estanislao! ¡Y eso sí que no lo voy a perder nunca!
—…
—Pero además agradecé, porque ¿por qué carajo tengo que darte diez centavos a vos?
—Porque lo estamos hablando…
—Cinco.
—¿Eh…?
—Cinco centavos, Estanislao. Los otros cinco se los voy a dar a otro amigo.
—…
—…
—Bueno. Cinco va a estar bien.
—…
—…
—…
—Pero ¿viste que no sos bueno…?
jaja no le buscan la 5ta pata al gato los vagos ahhhh!!jaja…ta guenaaa la notaa.
Los tipos ya están peleándose por las regalías de la receta que no tienen!! Gracias, Cualca!
jaja…que flasheross jajaja…de nada mister.
Jajajajaja… entonces la felicidad la trae el dinero, no? jajaja muy bueno!!!
SBA!!!
Juan que pensaba donar la receta termina regateando diez centavos por cada dólar de siete mil millones que no existen!!! Jajaa
No puedo estar más en desacuerdo con Estanislao, cuando dice que «la felicidad no tiene que ver con el ánimo, que tiene que ver con la plenitud». Para mí la felicidad es ese estado fugaz, que sí se relaciona con los estados de ánimo. A veces nos sentimos felices y otras no tanto debido a las cosas que nos pasan. No podemos sentirnos felices siempre. En cambio la plenitud es otra cosa, tiene más que ver con nosotros, con lo que somos, con lo que queremos ser y hacer, con nuestra satisfacción personal. La plenitud no es tan fugaz, sino que es más profunda y persiste por más tiempo cuando se alcanza. Puede estar todo mal y por ello no sentirnos tan felices, pero sí sentirnos plenos.
Bueno, tal que vez el cuento no apunta a esto, pero me quedé pensando en la frase.
¡Muy bueno!
Qué buen tema es este de la felicidad, Lola. A mí me encanta. Hablando por mí (no por Estanislao) creo que el ánimo no es algo que nos pasa, algo ingobernable. Creo que el ánimo responde a la decisión de estar emprendiendo algo emocionante o triste, para exagerar dos extremos. Entonces, si durante un mes estás haciendo un viaje sensacional y emocionante, incluso aún con el dolor físico o cualquier malestar, el ánimo es bueno. Si esto es así se trata de mirar cómo estamos viviendo la vida, con cuánta emoción. Si realmente tenemos ganas de encontrar esas emociones o de esperar que nos pasen cosas emocionantes. Si estamos esperando que nos pasen cosas emocionantes, el ánimo es ingobernable, y con ello la emoción. Pero yo creo que sí, que la plenitud tiene que ver con la felicidad, también la paz, y no solo la emoción. La plenitud es lo que uno puede sentir una mañana preparando el desayuno sin malos o buenos ánimos, mirar por la ventana y suspirar sereno, tranquilo, en paz, y sentirse feliz. Sentir que quiere vivir así como está viviendo. Yo creo que el ánimo es a la felicidad lo que el sexo al amor. Algo muy importante, pero cuando se ama no se evalúa si es bueno o malo el sexo, sino que es sexo con esa persona lo que uno quiere. Y no me enamora el sexo, sino que en el sexo dialogo en una intimidad única con la persona que me enamora por su manera de ser, no por su calidad o capacidad sexual.
Es mi punto de vista, Lola. Pero es un tema fascinante el de la felicidad.
Gracias, Lola!!
Diferencié felicidad de plenitud, porque para mí la plenitud va mucho más allá que la felicidad. Podemos sentirnos felices disfrutando un buen momento con amigos, pero cuando se termina la reunión, volver a ese estado no tan emocionante, como que la felicidad se da por momentos. Pero la plenitud tiene que ver con nuestro interior, con sentirnos plenos con nosotros mismos, no depende de circunstancias externas. Podemos sentirnos felices teniendo sexo con alguien que nos gusta y nos hace sentir bien, y podemos sentirnos plenos teniéndolo con otra persona. No siempre que seamos felices vamos a sentirnos plenos. Esa es la diferencia para mí.
A mí también me encanta este tema.
Lola, te iba a contestar y antes busqué las definiciones en la RAE. No solo tenés razón sino que lo que yo digo, en la definición, está equivocado.
Lo que me hace ruido de la RAE, con la que disiento en muchas cosas, es que si la felicidad es un estado de ánimo («Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.» RAE) no aclara que sea bueno o malo, o sea un ánimo derrotado sería la felicidad. Y segundo, la búsqueda de la felicidad estaría resuelta en una droga que la provea, algo absurdo. Así que voy a estudiar esto y escribiré una nota sobre la felicidad y sobre la falta de precisión conceptual sobre algo tan ansiado por el ser humano de todos los tiempos. Espero que me acompañes, Lola.
¡Qué bueno, me encanta! Ahí estaré, gracias!
jajajajaja me encantó! Hacerse los rulos al pedo… también es parte de la vida 😀
Geniooooooooooooooooooooo
Clap clap clap, jajaja una hora discutiendo sobre cosas que nunca pasarán…si lo habré echo…
eeeh, estaban re fumados.
Jájajajaja…!!!
Me encantó. Qué lindo darse unas gotas con el perfume de tus letras, quélotiró!
Abrazo, Maestro.