/Son rachas

Son rachas

“-Estas en una mala racha. Pasa siempre”

Es horrible empezar una nota usando la palabra que el título antecede. Pero no hay otra forma de empezarla.

Por respuestas como esas es que contestamos “Bien, bien…” cuando la pregunta es “¿Cómo estás?”

¡Y no está mal! Porque es una formalidad el saber cómo uno está. Es lo que acompaña al “Hola”. No podes pretender que, ante una persona que ves dos o tres veces a la semana (o más tiempo aún) respondas con sinceridad. Sería una locura.

¿Se imaginan un mundo donde la gente responda con veracidad a la pregunta de cómo estamos? Qué negocio se harían los psicólogos. Que tabla de comparativa se armaría entre los que conocemos: “Ah, mi quilombo es más grande que el tuyo”, “Ufff, no me pasa nada contrastado con lo que te pasa a vos, entonces” Los saludos casuales en las calles se transformarían en charlas de café. No podrías saludar a alguien sin enterarte de todo lo que a esa persona le acontece.

Y habría otro problema aún mayor si contestáramos con sinceridad: todo sería malo. Eso es porque es una manía de la gente. La gente no va a contarte lo bueno de entrada. La gente lo bueno se lo guarda para ella: “No vaya a ser cosa que me envidies….”, “Mira si me mufa el viaje que tengo planeado.” No. En cambio todas serían pálidas. Porque lo malo se exterioriza. Como un maquillaje barato, es algo que se nota a la legua en la cara de quien lo lleva.

Es imposible, sería un caos.

Hoy intente hacer la prueba. Me puse a mí mismo como conejillo de indias:

-¿Cómo estás?- me preguntaron.

-Acá ando, medio para la mierda.- contesté con total honestidad y haciendo uso de la prima antes impuesta: hablar sólo lo malo.

La cara del inquisidor se transformó. Los ojos se convirtieron en dos ventanas, podía ver claro hacia adentro. Podía observarlo fastidiarse porque sabía que se venía mi soliloquio de lamentos egocentristas. Vi como su ceño se frunció. Como espero calmado y enfadado contando hasta diez, hasta cien… hasta mil, que yo termine mi parlamento.

Cuando hube terminado, el inquisidor resoplo entre fastidioso y compungido:

– Estas en una mala racha. Pasa siempre.

Lo miré impaciente.

– ¿Solamente eso vas a decir? – pensé. Y sin que me diera tiempo a soltar una frase, el inquisidor se adelantó:

– Bueno, tranqui. Todo pasa. Che, me tengo que ir.

– Dale, nos vemos.

El examen de laboratorio estaba listo. La humanidad no está lista para una respuesta sincera después del “¿Cómo estás?”.

Tendremos que seguir tratando de llevar la respuesta del “Bien, bien” como estandarte. Por lo menos un par de años más, hasta que la sociedad esté lista para afrontar el desafío de escuchar al prójimo de manera desinteresada.

¿Llegará alguna vez ese día?…

ETIQUETAS: