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Te pintaron pajaritos en el aire

Muchos creen saber lo que significa esa frase, pero nadie le da sentido a este sabio refrán. Esto es algo así…

Todo comenzó una noche donde ya tenía pronosticado terminar garchando. Salí a un bar de esos “bares free” que se llenan de deliverys y albañiles. Sí, esos que solamente tenes que pagar en el caso de que necesites papel higiénico. Ahí estaba él. Se notaba en búsqueda de algo fácil. Nuestras pretensiones coincidían, así que no dude en acercarme.

Tenía una camisa blanca con rayitas azules, era alto, narigón y una boca tentadora que prometía dar más que besos. Se llamaba Alfredo, tenía 27 años y acababa de dejar a su novia de 7 años; una católica desquiciada que le había hecho la vida imposible.

A pesar del discurso de la ex y de qué trabajaba en «GlobalGes» me quedé y le seguí la conversación, había que ver el tamaño de sus manos. De charla en charla terminamos en esa típica conversación de doble sentido, los tragos de mala calidad empezaron a dar fruto.

Yo llevaba una camisa transparente, de esas que se usan ahora, que dejan tan poco a la imaginación. Él se acercó y con un dejo de acechador tomo uno de los pequeños botones dorados y dijo: «¿Qué pasa sí empiezo por acá?»

Respondí: «Habría qué terminarlo en otro lado».

No hubo más palabras. Me tomó de la mano y rápidamente me llevó hacia su auto.

Estaba tan caliente. Entramos al auto y de inmediato desprendió toda mi camisa, con sus manos saco mis tetas de mi corpiño. Comenzó a lamerlas salvajemente.

En el momento en que tenía su cabeza entre mis pechos, captó mi atención varios rosarios qué colgaban del espejo retrovisor, al igual que los imanes de diversas vírgenes qué decoraban el interior de su auto y sobre todo una estampita del Papa Francisco que colgaba del parasol, justo enfrente de mí. Me tomó un segundo tomar conciencia de ello. ¡Bergoglio me estaba mirando las tetas!

Le pedí inmediatamente que nos fuéramos a un lugar más cómodo. Me respondió con un tono de desconcierto: ¿Dónde? Le dije que conocía un telo a unas cuadras del lugar.

No se sí por la calentura, pero agarró rápidamente las llaves. Llegamos y después de pedir la habitación, entramos. Como me sentía un poco culpable por cortar el tema en el auto, comencé con una buena previa. Él estaba extasiado, y yo no daba más, quería que concretáramos lo antes posible.

Todavía no acababa cuando se paró y me dijo: ¿tenés un preservativo? Me hervía la entre pierna y fui directo a mi bolso a buscarlo. Se lo di en la mano y empezó a tratar de abrirlo curiosamente. Lo agarré y lo abrí con mis dientes. Lo agarró y sin decir nada, se fue al baño.

Me quedé atónita, me recosté sobre esas sábanas con olor a «Blanco Leche» y mirando hacia el espejo del techo mi mente comenzó a trabajar.

Podía escuchar como llenaba de agua el preservativo. No entendía nada.De golpe salió del baño gritando y con el preservativo lleno de agua en la mano.

«¡¡Hija del demonio esto está pinchado, dios me está condenando!! ¡¡c castigo de dios!!!»

Acto seguido comenzó a rezar entre muros mientras se vestía rápido. Al llegar a la puerta me dijo: «esto es una señal de dios, ¡mi primera vez tiene que ser con mi esposa!»

Moraleja: Es mejor una paja, antes que una GRAN decepción. De última una película de Bruce Willis.

Escrito por Juli Rial, la hija de Jorge para la sección:

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