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Todo blanco

Cierro los ojos y siento su maldita mirada. No está acá, pero está, de algún macabro modo. Sé que me observa, de lejos, como acechando. Soy más fuerte. Soy más fuerte.

Tantas imágenes pasan por mi mente y siento que ya no pertenezco a este maldito lugar. Se los he dicho. Pero estamos todos socialmente condenados en este sitio donde todos prefieren soñar con mundos imaginarios. Yo sé que existe. No es una idea, no es que necesito pastillas para volver a ese calvario que llaman «normalidad». No pueden entender que hay más mundos.

Y siento su mirada.

Lo vi también en los reflejos de las ventanas. Me vi a mi misma, y a él detrás inmóvil, con esa mirada que me hace tambalear. ¿Quién me creería? Pero digo la verdad. Esos ojos me acechan. Y es por eso que cierro los ojos. Todo blanco. Todo blanco. Nadie entiende. Todo blanco.

Siempre he vivido en paraísos mentales para alejarme de la realidad. Pero me ha golpeado. Ya no quiero saber. Quizá aquí este mejor. Quizá las pastillas me hagan dejar de ver sus ojos, pero a la vez me harán dejar de ser yo. Es cambiar una cosa por la otra.

Cuán rápido cambió todo, de un momento a otro pasamos de ser lo que éramos, una mundana realidad, a un maldito presente en donde yo estoy encerrada entre cuatro paredes, y él está a varios metros bajo tierra. Él me llevó a eso. Me llevó a agarrar el cuchillo, me obligó a desear no sufrir más, el me llenó de cicatrices, y creo que fue el final. Me llevó al límite.

Nadie nunca me creyó. ¿Qué ganaba yo con mentir? Al principio fue todo un macabro juego donde él usaba mi mente como un juguete, y me hacía sentir siempre que la culpable era yo. Me dijeron varias veces “alejate”, pero yo no pude, y todo resultó así. Y ya no hay vuelta atrás. Si lo hubiese sabido, hoy todo sería distinto.

Creen que me han encerrado, pero no. Quiero sedantes para el dolor. Me veo los brazos llenos de cicatrices, miro a mi alrededor, y ahí está, esa mirada. Esa mirada que me persigue, en los sueños, y en todo momento. Su jaque mate final lo dió cuando le enterré el cuchillo. Me condenó a su mirada que nunca borraré de mi mente. Por más que quiera. Me acecha. Todo blanco.

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