/Una noche más, por favor

Una noche más, por favor

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Siempre hubo algo más grande conspirando en favor de ellos, pensar en casualidades les resultaba imposible, así se habría dado aquel encuentro, con una escena de película montada a espaldas de ambos, él había llegado a ese lugar sin ganas de estar allí, ella por curiosidad. Volver a escuchar su voz fue una experiencia que lo llevó a otro lugar, sobre todo, volver a escuchar su risa y aquel contagioso acento recitado por una relajante voz, imaginarla riendo a carcajadas, sus pestañas protegiendo como guardianas esos ojos verdes y como pasar por olvidar sus manos siempre tan delicadas.

Ella que siempre pensaba más allá de donde sus pies pisaban le dijo:

-¿Y después de esto? ¿Cómo seguimos? ¿Podré llamarte para escuchar en las noches tu voz, cuando no pueda dormir, cuando me sienta sola y sin un lugar a donde ir? Quisiera poder conservar por siempre tu voz y todo lo que despierta en mí- Cada uno tenía ya su vida y sin embargo parecían haber quedado detenidos por siempre en su amor, en ese que no pudo ser, eran dos manos apoyadas en el cristal de una ventana, podían ver sus siluetas a pesar del agua fría condensada sobre el vidrio, aún sin poder tocarse podían percibir el calor y el tamaño de aquel sentimiento uno de cada lado, tan lejos y tan cerca. Nada había muerto, y ambos estaban atónitos porque aquello era como una brasa debajo de las cenizas. El comprendió entonces lo que siente el ave fénix, que renace de sus cenizas sin perder su esencia, así, ellos habían conservado ambos aquel amor, que había quebrantado todo límite de la imaginación.

-Hubieron muchas cosas que dejamos de decirnos, que parecen haberse quedado esperando una noche más.

-Ahora tenemos esa noche, hagámoslo.- Parecía decidida como nunca antes lo había estado, parecía dejar toda realidad alterna de lado o guardada en el bolsillo, solo para vivir una noche más.

-Nunca te dije que quizá seas siempre las alas que necesitaba para volar, el gatillo que dispare la bala de coraje que nunca tuve, que seas la cucharada de azúcar en el café que rose lo perfecto.

-Siempre tuve miedo- Dijo ella con la voz temblorosa.

-¿Miedo de qué?

-De que por mi culpa nunca vuelvas a abrir tu mente como lo haces conmigo, que no le muestres a alguien más eso que solo me muestras a mí, y hablo en presente porque aún hoy, después de tanto tiempo lo haces, es como si hubieras vivido esta y mil vidas más, solo para estar conmigo y dármelo todo, quiero que si no podemos estar juntos lo hagas por alguien más. Que brilles como tantas noches brillaste para mí en un cielo eterno, quisiera que volaras tan lejos y tan alto que aún después de los años pueda mirar el mismo cielo y ver tus destellos. Hay una parte de mí que estará siempre contigo Rafa, no importa cuántas vidas más vivamos, no habrá manera de que puedas separarte de ella, ni yo de la tuya, porque siento como si alegraras mis días como nadie más ha podido hacerlo.

– Creí, ingenuamente, que nunca más podríamos volver a decirnos con mil palabras distintas cuanto nos queremos

-Yo creí que jamás volvería a escuchar tu voz, que no volvería a reír con tus bromas, que algún día tristemente me olvidaría de tus gestos y que tu tono de voz ya no volvería a encresparme la piel.

Por momentos a él le costaba diferenciar si esta escena era real o era una jugada maestra de su mente, pensó por un instante que sus deseos y sueños habían huido por un pequeño hueco de su mente durante la noche y habían rogado a todos los dioses uno por uno volverse real, era como si hubiera planeado esta secuencia una y otra vez, para volverse por fin realidad y volver a recordar su perfume de flores.

-Voy a hacerte una última pregunta, quizás dos, depende de lo que me respondas- Comenzaba a sentir un hueco en el interior de su pecho, pero saber que ella aún estaba allí lograba serenar esa inconmensurable angustia.

-Bueno.

-¿Sos feliz?

-Es difícil responder eso, es una pregunta que abarca muchas cosas. Si, en la universidad y el trabajo me va bien, si soy feliz.

Él sabía que ella no había respondido esa pregunta como realmente sentía que debía hacerlo, quizás para no hacerle daño, quizás para no hacérselo a sí misma. Aun así siempre supo leerla entre líneas, se había vuelto experto en la extraña asignatura de descifrarla por completo.

-Espero que él algún día pueda caer en la cuenta de la increíble y maravillosa mujer que tiene a su lado, espero que seas feliz, saber que lo sos será consuelo suficiente para mis noches. Perdón por no haber hecho más por nosotros, por vos, me lo voy a reprochar toda la vida, no dejes de sonreír princesa- Dibujando un corazón en el cristal se despidió.

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