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Hay que saber tener guita

La guita no es para pelotudos me batía un gomía mas grande y conocedor de la lleca. Él había sabido contar grandes cantidades de morlacos en su momento y de a poco la vida lo fue desplumando, hasta dejarlo en la clase media. Esa frase me dejó pensando si el dinero era para cualquiera, o realmente había cierto tipo de gente que era más adecuada para tenerlo y retenerlo; y otros eran más propensos a gastarlo y perderlo. 

Justamente pensando en esa historia de vida de mi amigo el ex-guitudo, se me cruzó otra historia de un vecino muy simpático que tengo, que realmente la pegó con la ferretería que se puso, y pasó de ser un buen comerciante, vecino de barrio, humilde y compadrón, sencillo y laburante a convertirse en una simil estrella de rock, de la city, adornando su vida y su vivienda con grandes estridencias y dejando la humildad en el mismo lugar donde olvidó a sus amigos de siempre. 

Entonces me pregunté ¿Qué es lo que tiene la guita para modificar tan groseramente la personalidad, los modos, el entorno y los afectos de una persona? Prácticamente podemos aseverar que el vil metal, tiene propiedades cuasi-químicas de transformación en los seres humanos. Instantáneamente una grave preocupación me invadió de lleno, por lo que sin duda ni hesitación, me introduje de bruces al análisis semiótico-sociológico de los efectos del material de intercambio, en la personalidad de las sociedades tercermundistas post-modernas. 

Lo veía a mi amigo ex-guitudo, sufriendo entre los restos de un pasado esplendor. Usando hasta ralearla esa chomba de Lacoste que originalmente era azul, lo veo por el centro todos los días con su camisa de Polo blanca con el cuello gastado de tanto lavarla, lo veo aferrándose a esas banalidades, cual salvavidas, para seguir a flote! Para seguir participando de lo que otrora fue su “círculo social” Todavía conserva ese BM 325i modelo `94, reventado por donde lo mires, que no te lo cambian ni por una Pumita 50 sin canasto. Pero él se aferra a eso, es su cable al cielo. Es lo que todavía lo conecta con lo que en algún momento fue! En fin, ahora vende seguros de la compañía de un antiguo gomía que todavía lo banca, tratando de mantener los pocos contactos que le quedaron. Y sus ojos pierden brillo día a día. Como los de un tigre en un zoo. 

Por otro lado lo analizo a mi vecino el ferretero, de quien siempre me habían hablado maravillas, decían que era un tipo muy amiguero y muy ameno. Pero, como todo… desde que supo convertirse en el “Emperador del Tornillo”, temía que sus afectos se le acercaran solo por interés. Así que poco a poco se iba quedando cada vez más solo. Recuerdo apenas se mudó, todos los fines de semana, esa casa (de esperpenta decoración) parecía un club, lleno de familiares y amigos. Molestos, ruidosos y maleducados sin dudas, pero buena gente al fin. Ahora al parecer, el ferretero estaba intentando codearse con gente más “acorde” a sus nuevos ingresos, desesperado y haciendo el ridículo por ser aceptado en los Clubes de Golf y con clases particulares de tenis. Y aun así, no lo veía feliz, no lo veía pleno.

Al parecer así era el tema, uno porque la había tenido y la había perdido, otro porque no la tuvo nunca y de repente se la encontró, pero ninguno era feliz. La conclusión hasta el momento era que el problema radicaba en el cambio repentino de fortuna, ya fuera de menos a más, o viceversa. Pero al parecer, una vez más esa tesitura era errónea. 

La posterior referencia, en aras del descubrimiento de la posta, fue mi amigo Daddy’s Boy. Ese amigote, como su nombre lo indica es el clásico “nene de papá”. Pibe bien, Colegio privado, Universidad privada, Barrio privado, conocía el mundo a través de los hoteles 5 estrellas. Autito 0km a los 17, con carnet de San Luis, semanalidad superior al sueldo de una maestra. Se recibió sin mayores esfuerzos y “labura” (bien entre comillas) obviamente en la empresa de Papi! Un buen tipo, para lo que es… decimos siempre. Como justificándole su estupidez en la crianza entre algodones y cunas de oro. Y los juguetes que de chico tenía se fueron transformando… La super play station, ahora es una moto de enduro; la guitarra eléctrica (que nunca aprendió a tocar) ahora es la camionenta de moda; el tele en el cuarto, ahora es la lancha Quicksilver en el Carri y así sucesivamente. Pero ¿saben lo curioso del caso? Creo que la alegría que ese muchachito experimenta cuando cambia el auto, es la misma que ud. y yo experimentamos cuando nos compramos una revista de crucigramas. 

Entonces seguí calculando. Haber tenido guita siempre y lejos de perderla, acrecentarla… tampoco sirve. Porque se le pierde el valor a las cosas, sobre todo cuando uno no las gana con su esfuerzo. Es como el niño que toma Coca Cola, solo los fines de semana como premio, y por otro lado el que la toma todos los días en todas las comidas. 

Por último decidí analizar la vida de un viejo amigo y compañero de rugby, que la verdad nunca la tuvo fácil. Siempre la tuvo que pelear desde abajo, y nunca se le dieron las oportunidades para progresar, tuvo que colgar la facu temprano cuando su novia quedó encinta y desde entonces formó una hermosa familia, pero siempre peleándola en el borde para poder sobrevivir. Laburante, honesto, pero sin grandes aspiraciones, mediocre y mal administrador. Cada vez que nos juntamos, de lo único que habla es de guita y de lo difícil que está conseguirla y que todos los que la tienen es porque “en algo raro andan”, les tira a matar a todos aquellos que superan la línea de clase media y después para colmo los manguea. Vive resentido. 

Habiendo combinado las cuatro experiencias de personas disímiles en situaciones diferentes, pude entender que a todos y cada uno de ellos el dinero les afectaba en el normal desarrollo de sus vidas. Es mas, para ellos era determinante de su personalidad. Era determinante de sus sueños. Era determinante de sus alegrías y tristezas. ¡Qué preocupante! 

¡Qué preocupante, es que el entorno, el medio y la sociedad misma nos tengan así de prisioneros! ¡Qué barbaridad es pensar que somos rehenes de bienes y servicios! ¡Qué espantoso es suponer que nuestros logros se midan en medallas profanas! ¡Qué lamentable es que debamos sucumbir ante esa realidad!   

Guita tienen muchos, pero solo unos pocos la saben llevar con estilo.

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