Que rico estaba aquella noche que lo vi en La Barraca. Él 28 años, yo 24, una campera de cuero y unos jeans. Ojos verdes, pelo negro, mi combinación preferida. Me había invitado al cine, hacia un tiempo que veníamos charlando de la vida y nuestros gustos por Facebook, se había animado y me había invitado a juntarnos.
En la cartelera solo había una película de superhéroes (nunca he sido muy a fin con el género) – Yo ya la vi, pero esta buena, te vas a reír – me dijo. Bueno, podía ser, que se yo, como yo no pagaba le dije que si. – Estás linda – me dijo y eso me puso de buen humor. «Vos estás para comerte con la mano» pensé, pero me guardé el comentario.
Saliendo de la película me invita a comer. – Te llevo yo, vine en el auto – me dice.
Yo tenía mi propio vehículo. – No hace falta, yo vine en mi camioneta, a donde vamos, ¿al centro? – Le digo.
– No,vamos más cerca a mi barrio, vos seguime – me ordenó.
Bueno, si yo iba manejando nada podía malir sal. Le dije que si. – ¿Donde vivís?.
– Vamos al unimev – sentenció.
Aquel misterioso territorio de antaño, tan cerca de mi casa en Villa Nueva, pero desconocido completamente para mí que me manejo en un radio muy corto de territorio. Jamás había entrado a aquel lugar y como idiota pensaba que eran solamente las torres. ¡Pues no! Lo seguí, entramos al barrio por atrás, por una calle a la que yo nunca había entrado, pasamos una calle con un boulevard, el corazón del barrio y nos paramos enfrente de la plaza (ni siquiera sabía que tenía plaza) que, pese a ser pleno invierno estaba llena.
Entramos a un bulín que se llamaba “Cachavacha” y de por si el nombre no me resultaba llamativo y me imaginaba que usaban carne de rata en sus hamburguesas y lomos. Para más seguridad nos pedimos una pizza “uno nunca sabe”, lógicamente me equivoqué… y me quedé con ganas de hamburguesas y lomos (volví a ir al otro finde con mis amigas jaja).
La charla estaba buena, charlábamos de nuestros gustos en películas, él fanático de una banda yanki, yo fanática de Soda, hablamos de lo mismo, en la misma sintonía, nada podía ser más perfecto.
– He vivido toda mi vida en este barrio, mi casa queda a unas tres cuadras de acá – me dijo, y yo habiendo pasado toda mi niñez y parte de mi adolescencia de un lado para el otro, lo envidié.
El unimev tiene una especie de aire a infancias pasadas, donde tus amigos te pasan a buscar para jugar, las viejas todavía limpian la vereda, y todos los días a la noche los pibes se reúnen en la plaza a charlar de la vida tomando una Coca-Cola, y algunos una birra. Mucha vida, mucha gente, una iglesia enfrente de un banco, miles de lugares para comer y deliverys que te llevan la comida hasta un lunes a las tres de la mañana. Me podía imaginar toda mi vida viviendo en ese lugar, con ese morocho hermoso, varios perros, y un grupo de amigas con las cuales ir a yoga en la unión vecinal. – La semana que viene hay una feria de comidas en el boulevard de la plaza, ¿querés venir? – me dijo, y me conquistó.
La pizza estaba espectacular, ya el resto de Guaymallen, y de Mendoza entera había quedado de lado, solo importábamos los dos y aquel mágico barrio tan típico mendocino en el que estábamos. «Yo con vos me voy a cualquier lado» pensé para mis adentros, justo en el momento en que unos amigos se acercaban para saludarlo.
– ¿Y el Emi, cómo está? – Le preguntó a uno de los amigos.
– Bien, ahí en la casa, mándale saludos a tu viejo y que ya voy a ir a verle el fiat.
– Dale, ¡de una! – Y se saludaron con un choque de manos. – Son mis amigos de la escuela, con el que hable es mecánico y le tiene que arreglar el auto mi viejo – me respondió finalizado en saludo. Y ahí lo entendí, la seguridad de tener toda tu vida hecha y armada en un mismo lugar… el Unimev.
Veo de reojo la hora, y al otro día me acuerdo que entro a trabajar temprano. – Me tengo que ir – le digo, no sin antes pasarle mi número de celular y ofrecerme a pagar la cuenta.
– Ya la pago yo – responde – ¿quedamos la semana que viene para ir al boulevard?
– ¡Obvio! – Le digo. «Y también para quedarme a vivir con vos para siempre en un departamento en las torres con vista al shopping» pienso para mis adentros. El beso en la boca vendrá luego, aunque ya me enamoré, de él y de ese barrio.
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