Gracias a un error de cálculos de alguna maestra distraída que me hizo leer a Edgar A. Poe con ocho años (acto que me marcó de por vida y que me quitó el sueño por semanas) me volví un fanático del terror y todo lo que envolvía ese enorme mundo. Ya con doce años o un poco más, me consideraba un experto en el tema. Me escapaba en bicicleta a la biblioteca Gral. San Martín para conseguir literatura. En ese tiempo estaba la serie de libros llamada “Escalofríos”, pero me parecían ridículamente infantiles. Tenía 12 años o un poco más, se suponía que esos libros eran para mí, pero no me despertaban nada ¿Después de leer “Corazón Delator”, que miedo podía darme…no sé, “La Venganza de los Gnomos”? ¡No me jodan! Entonces pedía libros de terror para mayores (nunca me preguntaron la edad, no sé si debido a mi físico, o a la escasez de visitantes a la biblioteca.) Empecé con los clásicos, como si algún sabio del destino me hubiera dicho al oído: “Empezá con Poe y con Lovecraft, lo demás viene solo”. Obviamente no los disfrutaba como ahora, pero la idea básica me dejaba aterrorizado.
En mis múltiples ganas de seguir investigando el género, llegué al cine. El cine del terror es vastísimo, pero es un gran río de lodo, donde rara vez se encuentra algún diamante. Películas como “El Exorcista” o “El Bebe de Rosemary” eran obras que me aterraban de verdad.
Una noche encontré una película a punto de empezar. La tv mostraba un gran monte de Alpes, con una frase fuerte que denotaba el título de la película: “El Resplandor”. Le seguía un epígrafe: “basada en el libro de Stephen King”.
– Stephen King… Stephen King…- pensaba. – ¿Por qué me suena ese nombre?
No pensé más en eso, sino hasta que finalizo esa obra de arte del cine. El Resplandor había logrado lo mismo que un libro de Poe, o la traumática película de Polanski. El Resplandor me había dejado pegado a la silla, mirando los créditos con miedo, con el corazón acelerado y la cabeza repleta de instintos de supervivencias. Eso era terror para mí.
El terror de verdad es el psicológico, ese que juega con tus principios. Ese que te quiere demostrar que hay algo más, y que te expone pruebas para mostrarte. El terror de verdad es aquel que agarra a Regan MacNeil, y le mete un demonio adentro, el terror de verdad llegaba de la mano de Jack Torrance, completamente traumado por el aislamiento. El terror de verdad te empuja como ser humano, te convierte en protagonista durante la duración del libro o la película.
Suspiré fuerte cuando me paré de la silla y fui a mi habitación. En mi mesa de luz había un libro (como lo ha habido siempre desde que tengo uso de razón), que compilaba varios relatos cortos. No recuerdo el título, pero el autor era el mismo que había visto horas antes en la TV: Stephen King. Leí como nunca esa noche y me aterré tanto que dormí con la luz prendida.
Stephen King trepó muy rápido en mi ranking de escritores, ¡y sólo había leído un libro y visto una película basada en su obra! Tuve la suerte de que Stanley Kubrick había sido el director de tan gigante obra de arte. Pero qué sabía yo de eso.
Llegué a la secundaria, tener como materia “literatura” era como tener Wikipedia. Hablaba con mi profesora sobre el género, fue ella la que me mostró la biblioteca de la escuela, y el tesoro que me esperaban detrás de esas puertas. Bendita ENET y tus libros de Stephen King. Uno a uno fueron desfilando por mis manos. Intercalaba la lectura con las películas: Cujo, Los Niños del Maíz, Carrie. Pero no fue hasta que vi Cementerio de Animales que me di cuenta del fenómeno Stephen King. Cementerio de animales había logrado penetrar como pocas cosas en la sociedad. No había persona que no hablara de la película ¡Pero si hasta los Ramones convirtieron la obra en canción!
Y aquí el motivo de tanta redacción.
Stephen King es un fenómeno social. Ya trasciende la escritura y lo que ésta abarca. Es el director de la orquesta más grande: la cultura mundial en toda su totalidad. Es una persona que logró ramificarse en lo que mejor hace, que es el terror, y lograr que su pluma sea la vara para medir los booms generacionales. Aparece por ciclos cuando combina su pluma con algún director de cine que sepa respetarla; podemos poner como ejemplo IT en los 90, lo hizo con The Shawshank Redemption (Sueños de Libertad) con The Green Mile (Milagros Inesperados). Son esos genios que uno no entiende como se forjaron. Pero que uno agradece que sean ellos los que manejen los límites de ciertos aspectos culturales. Hoy es difícil encontrar el buen gusto en las cosas masivas, por lo general triunfa lo trivial y lo chabacano, pero cuando todo parece perdido, aparece para darnos un sosiego, la genialidad de Stephen King. Como si la cultura entera lo buscará para tener un respiro.
Hoy IT ha vuelto al imaginario colectivo. El 90% piensa que es una película de terror de un payaso maldito o “una remake de una peli vieja”. Pocos saben quién fue la mano que creó a ese ser (si se puede llamar un “ser”) Y eso es parte también de la magia de Stephen King: ser invisible. Porque como todos los grandes, no necesitan ser reconocidos. Actúan de forma omnipresente.
¿Me he quedado corto explicando el fenómeno? Totalmente ¿Hago honor al gran escritor? Para nada. Podría extenderme hojas y hojas sobre este tema. Pero estoy escribiendo para tratar de dar una explicación rápida y tal vez incompleta de que las cosas no pasan por casualidad. De que hay otra vez un “boca de todos” y que una vez más ese boca de todos es gracias al señor Stephen King. Demos gracias de tener un genio así en nuestra época.